Crónicas empresariales

Con el Covid-19, ¿los robots deberían esperar?

La irrupción de la Inteligencia Artificial (IA) en el mundo de las empresas es imparable

17 may 2020 / 04:05 h - Actualizado: 16 may 2020 / 15:08 h.
"Crónicas empresariales"
  • Fotografía de «Espejito», uno de los nuevos robots esterilizadores en el hospital de Quito.
    Fotografía de «Espejito», uno de los nuevos robots esterilizadores en el hospital de Quito.

La irrupción de la Inteligencia Artificial (IA) en el mundo de las empresas es imparable, pero supongo que, sobre todo, los grandes empresarios tendrán que echar mano de su ética empresarial y frenar algo o mucho esta dinámica, son los seres humanos los que necesitan comer y mantener la dignidad de ocupar un puesto de trabajo.

A veces es difícil comprender la maravillosa capacidad inventiva de los seres humanos. Yuval Harari, en uno de sus gruesos y sin embargo exitosos libros, Homo Deus, describe numerosos casos de hasta dónde ha llegado ya el fenómeno de la IA, desde coches sin conductor que pueden ofrecer más seguridad que los conducidos por humanos hasta “taxis” programados para recogerte todos los días y llevarte el trabajo, pasando por programas inteligentes que componen música estilo Bach y a los especialistas les resulta difícil distinguirlo o la propuesta de que permitamos que Google, por ejemplo, estudie durante un tiempo nuestros emails privados y los algoritmos del servidor acabarán por indicarnos qué trabajo nos puede venir mejor a nuestra personalidad y hasta qué tipo de pareja puede hacernos más felices.

No hace mucho concluía una de estas crónicas –tan personales y heterodoxas porque no se adecuan a lo que el periodismo entiende por tal- afirmando que si la pandemia nos trae un mayor grado de autarquía o relocalización de empresas y comprendemos que no podemos deslocalizarnos para llevarnos la producción a China o a otras partes del mundo “por un puñado de dólares” de ahorro –tomo el título de la película de Clint Eastwood ahora que cumple 90 años-, el ahorro vendría entonces echando mano de los robots, de modo y manera que las mascarillas y el paracetamol, etc., los fabricarían ellos, no los chinos.

No sé cómo, pero será necesario parar el avance de este proceso porque ahora se trata de atender a los humanos. Y digo que no sé cómo porque, aunque pudiera proponer vías, no estoy seguro de que fueran útiles puesto que el ser humano hace mucho tiempo que se está viendo superado por sus propias creaciones. En este sentido, se habla mucho y se critica ferozmente que tenemos un gobierno “social-comunista” pero eso no invalida una de las frases más geniales de Karl Marx cuando afirmó que no es la conciencia la que determina la sociedad, sino que, por el contrario, son nuestras creaciones sociales las que determinan nuestra conciencia. Con otras palabras: nos educan en la familia, en el colegio, en el instituto, en la universidad, en el cine o en los medios en general para ser solidarios, pero luego los resultados son que la cabra tira al monte.

Reducir costes: la obsesión

Producir mucho –y a menudo sin mirar las consecuencias- al menor coste. Es una fórmula sagrada en el mercado. En el proceso de desescalada en la pandemia Covid-19 observo publicidades que no nos invitan precisamente a ir al campo con los amigos con unas tortillas de patatas y unos filetes empanados hechos en casa, o a actos culturales o a conservatorios o a cursos de formación en narrativas y arte o a actos religiosos sino a los bares, restaurantes y hoteles. Nuestra presencia en las calles se valora especialmente porque permitirán abrir sobre todo esos negocios, sí, tan necesarios, por otra parte, pero las otras actividades parecen ser marginales.

En una ocasión, siendo yo estudiante de doctorado, estalló en clase una enorme polémica basada en la crítica al sistema de mercado. Todos los alumnos que estábamos en la clase éramos profesionales de la comunicación y la docencia con la vida económicamente resuelta, allí nadie se agarró la lengua y aparecieron los pro mercado y los contra mercado. Uno de estos últimos terminó por levantarse y gritarles a sus oponentes: “¡Nos quedamos varios meses sin consumir y todo vuestro sistema se va a la mierda!”. El profesor –joven- no sabía cómo detener aquello y llamó al orden una y otra vez.

Ahora –y desde hace siglos, sobre todo desde la producción en serie del XIX- hemos comprobado que aquella expresión malsonante es cierta pero que si se hunde el sistema nos arrastra a todos. Sin embargo, a esa catástrofe puede contribuir la IA que, aunque aparezca imprescindible o, mejor dicho, inevitable, debería ser prudente en la actual coyuntura. ¿Lo será?

1.500 robots

El 22 de febrero de 2020 el portal Business Insider España, propiedad del grupo alemán Axel Springer, a su vez máximo accionista de los diarios Die Welt y Bild Zeitung, afirmaba: Telefónica ya utiliza 1.500 robots en sus operaciones. El objetivo es la digitalización del grupo de telecomunicaciones, lo que se traduce en una reducción de costes y una mejora de la eficiencia. Y añadía: esta robotización permite que un 69% de los procesos sean digitales y en tiempo real. Esto facilita una mejora de la eficiencia y una mejor calidad de servicios. Un 28% de las operaciones comerciales ya se realizan online y se han reducido en un 12% las llamadas a call centers de la operadora.

La cifra de robots desplegados va en la línea de las grandes empresas multinacionales también de otros sectores. Sirva de ejemplo el Banco Santander, cuya presidenta, Ana Botín, ya destacó en los resultados de 2018 que contaban con 1.200 robots para agilizar sus procesos internos. Sin embargo –recogía Business Insider- a pesar de lo abultado del número de robots, este dato es solo una parte de cómo las nuevas tecnologías pueden ayudar a Telefónica a ahorrar costes. Fuentes de la operadora señalan que las nuevas redes de fibra serán clave en este camino.

Telefónica ya está procediendo a la sustitución total del cobre en algunos mercados como en el caso de España, donde más de 450 centrales han sido ya dotadas con el nuevo material –fibra- y esperan llegar al 100% en 2024.

La publicación Libre Mercado ha mostrado también su sensibilidad hacia el tema de la robotización. El 22 de febrero de 2020 publicaba un reportaje de Domingo Soriano con este encabezamiento: “Del campo a los robots: ¿trabajamos la mitad que nuestros abuelos y el doble que nuestros nietos?” (titular). “Más del 50% de las tareas que hacemos cada día son "automatizables". Hasta 800 millones de empleos en todo el mundo están en riesgo” (subtítulo).

Su arranque era bastante atractivo y puede resumirse así: España, año 1900. Más del 70% de los empleos los generaban la agricultura y la ganadería. Y del 30% restante, que se reparten de forma más o menos equilibrada entre industria y servicios, la mayoría también tienen que ver, de una u otra forma, con este sector: desde el procesamiento de alimentos, al comercio de los mismos, su transporte o las actividades relacionadas.

Para lo que antes se necesitaban decenas de peones y labriegos, ahora es suficiente con un puñado de trabajadores; equipados, eso sí, con maquinaria de última generación. Hoy, apenas el 4% del total de ocupados en nuestro país pertenecen ya al sector agrícola. El periodista se preguntaba entonces: ¿Dónde se han ido esos puestos de trabajo: están en el paro? ¿Hay menos empleos ahora que en la España de 1900? La respuesta es clara: NO. Todas esas personas que ya no trabajan en el campo pueden dedicarse a cubrir otras necesidades. Lo evidente es el labriego que parece que pierde su empleo por el uso del tractor; lo no tan evidente es que ese tractor hace más productivo el terreno, lo que provoca un incremento de la cosecha y de los ingresos de los vecinos de ese pueblo, que ahora tienen más renta para comprar un coche, enviar a sus hijos a la universidad o ampliar su vivienda... y en esas nuevas pautas de consumo, demandan bienes que generan puestos de trabajo alternativos.

Claro que este optimismo por el ciber ahora en esta coyuntura Covid-19 es menos acertado porque estamos en una crisis de demanda por falta de liquidez en las familias y por una escalada del paro sin precedentes que origina que los sevillanos y otros habitantes de España tengan que doblar la cerviz en la fresa de Huelva y dejar la comodidad de los ingresos oficiales y las chapuzas a gogó. El gobierno intenta comprar votos convirtiendo a España en un país de subsidiados lo cual me parece vergonzoso en un ejecutivo cuyos miembros se supone que han bebido en fuentes socialistas y comunistas las cuales, al contrario de lo que se dice, nunca han estimulado la vagancia, otra cosa son los resultados prácticos del experimento.

Será apasionante pero no atractivo ahora

La presencia de robots traídos por la IA es el presente y el futuro, pero no me parece que por ahora sea algo muy atractivo para el ciudadano. Creo que es este hecho el que le permite escribir al propio Domingo Soriano: el 50% de las tareas que hacemos cada día son "automatizables" y 6 de cada 10 trabajadores tienen empleos en los que más del 30% de su jornada está dedicada a tareas que podrían hacer mejor las máquinas (con la actual tecnología o con tecnología que está muy desarrollada). El resultado es doble: por una parte, entre 400 y 800 millones de empleos están en riesgo por la tecnología. Y de esos, entre 75 y 375 millones son cambios que obligarán al trabajador no sólo a cambiar de puesto, sino incluso de sector profesional.

Sin consuelo

Sin embargo, Soriano reconoce: “pensar que dentro de 15-20 años va a haber más empleos totales no es un consuelo para el trabajador de una fábrica que teme que le sustituya un robot. Saber que se demandarán más empleos de enfermería o desarrollo de sofware no le soluciona la vida a este empleado que hace 25-30 años que desarrolla el mismo oficio. Porque, además, ya no es sólo que este trabajador industrial pueda reciclarse, sino que quiera hacerlo y dedicarse a los sectores que están de moda (desde los cuidados personales a ciertos tipos de comercio). Aquí hay un ajuste mental que puede ser tan importante y complicado como el normativo”.

Estas palabras adquieren en estos momentos un realismo y un dramatismo tremendos. Sin embargo, tarde o temprano el fenómeno llegará para todos, incluidos por supuesto los periodistas ya que “los ordenadores cada vez redactan mejor las notas de prensa, así que habrá que aportar contenido original y no replicable”. Para colmo, “hasta los informáticos están programando máquinas que en parte les harán prescindibles”. O sea, que hay quien está cavando su propia tumba con el deseo de irse luego a fabricar tumbas cibernéticas, si es que no las dejan asimismo en manos de robots que han construido los propios informáticos con aparatos cuánticos de alta precisión.