El corcho pide una «tercera revolución» ante la concentración de la industria

De la decena de empresas que había en Sevilla, solo una sobrevive. La pequeña industria resiste pese a la presencia de una multinacional portuguesa

06 mar 2016 / 21:29 h - Actualizado: 06 mar 2016 / 21:44 h.
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  • Dos jornaleros sacan el corcho de un alcornoque en la Sierra Norte de Sevilla, donde hay más de 74.000 hectáreas de este árbol. / Antonio Acedo
    Dos jornaleros sacan el corcho de un alcornoque en la Sierra Norte de Sevilla, donde hay más de 74.000 hectáreas de este árbol. / Antonio Acedo

«Hace una década había más de una decena de empresas dedicadas al corcho en Sevilla», relata Braulio Contioso, fundador de Corcho Sevilla y último superviviente del sector en la provincia. Según datos de la Asociación Sanvicenteña de Empresarios del Corcho (Asecor), organización que aglutina a la mayoría de productores a nivel nacional, Andalucía, pese a ser la principal productora de corcho nacional con más de 36.219 toneladas anuales, ha reducido en más de un 80 por ciento el músculo industrial, una actividad que se ha inclinado hacia la vecina Extremadura y, sobre todo, a países como Portugal, que copa gran parte del mercado. Pero Corcho Sevilla, con más de medio siglo de vida, no sólo ha superado el vendaval de la crisis económica, sino que rema a contracorriente para superar los temporales que afectan a su actividad.

El primero, el climatológico. «La escasez de lluvias y el incremento de plagas merma la calidad del corcho y provoca una pérdida de alcornocales», explica el presidente de Asecor, Vicente Rodríguez. La mala pluviometría hace que el árbol dé entre un 20 y un 40 por ciento menos de corcho, que además es de menor calidad. De ahí que la industria reclame a las administraciones el retraso de la edad de saca del corcho, que en Andalucía se produce a los 9 años. Según Rodríguez, si el corcho estuviera un par de años más en el árbol ganaría espesor, lo que incrementaría su valor a la hora de su comercialización para el cierre de botellas de vino.

Sin embargo, el responsable del corcho de COAG, Javier Benítez, considera que la decisión «debe estar en manos del productor, según la rentabilidad que quiera obtener de sus árboles». El problema está en que la diferencia de precio entre un corcho de menor espesor y de mayor el que se utiliza para los tapones llega a ser del 70 por ciento.

Otra de las medidas que proponen desde la industria, concretamente Contioso, es adelantar 15 días los permisos de aprovechamiento. La época de saca suele autorizarse entre los meses de junio y julio, pero las altas temperaturas provocan que a mediados de julio el corcho se quede pegado y no se pueda sacar con facilidad, por lo que habría que seguir el ejemplo de algunas zonas de Extremadura que la adelantan al 15 de mayo, explica el fundador de Corcho Sevilla.

El cuidado de la dehesa también afecta a la calidad de la materia prima. La falta de ayudas para limpiar este entorno por parte de Europa y el lapso de tiempo que se produce en la saca del corcho provoca «una despreocupación en el campo» –asegura el presidente de Asecor– que merma la calidad. Por ello, esta asociación, en colaboración con la Federación Española de la Dehesa, está trabajando en un código de buenas prácticas relacionadas con el corcho para que éste sea de la mejor calidad y aumente su valor comercial.

La segunda tormenta a la que hace frente el sector es la competencia de materiales. El corcho que sale del campo andaluz va destinado casi en su totalidad a la fabricación de tapones para botellas de vino, producto para el que se necesita la materia prima de mayor calidad. Pero la crisis y la falta de producto para abastecer a todo el mercado del vino provocó que hubiese una transición hacia los tapones de plástico, que son más baratos.

La directora de la Fundación Jaime González-Gordon, Blanca Román, insiste en que el sector tiene que poner en valor y fortalecer la sostenibilidad del corcho, «un producto natural, ecológico y reciclable». Para ello es fundamental que la industria apueste por comprar materia prima que esté certificada con el sello de gestión forestal sostenible (FSC), como hace la empresa Corcho Sevilla.

«Un valor añadido que se paga en el campo pero que no se tiene en cuenta a la hora de su comercialización», explica Contioso.

El poco margen para negociar el precio se convierte en el tercero de los problemas del sector. Una multinacional portuguesa aprovechó la desaparición de las empresas transformadoras de la región para hacerse con el 65 por ciento del mercado. Concentración que provoca un escaso margen de maniobra a la hora de negociar el precio, insisten productores e industria.

La tercera revolución

Los problemas del campo y la industria hace que el sector precise de una «tercera revolución», según el director de la empresa de tapones jerezana Torrent Miranda, Alfonso de la Calle; un proceso que expondrá esta semana en el primer Foro Andaluz del Corcho. De la calle sostiene que, conseguidas las transformaciones de la industria y el campo a través de la certificación de los procesos productivos, ahora toca revolucionar la imagen que el corcho andaluz tiene en el mundo, siendo ésta la principal productora.

El director de Torrent Miranda incide en que «contamos con el mejor producto, pero el consumidor no tiene claro por qué debe elegir botellas tapadas con corcho», por lo que «tenemos el mejor cierre pero no sabemos vender seriamente los valores ecológicos que aporta frente a otros cierres». Para conseguirlo plantea impulsar un gran plan de marketing que aglutine a todo el sector. Sin embargo, tanto De la Calle como Rodríguez señalan que es indispensable que autoridades como la Comisión Europea entienda que el alcornoque y su producto son estratégicos para la economía de la dehesa, por lo que instan a Bruselas a respaldar esta cruzada con los recursos necesarios para devolver el valor que le corresponde al corcho.