Crónicas empresariales

El fin del mundo también somos nosotros

Antes de basar el fin del mundo en Los Mayas, en meteoritos o en pandemias mirémonos también a nosotros mismos.

05 jul 2020 / 04:15 h - Actualizado: 04 jul 2020 / 19:19 h.
"Crónicas empresariales"
  • El fin del mundo también somos nosotros

El mercado y sus empresas son la punta de lanza del humano en evolución. La gran encrucijada del ser humano es que cuando se ha estatalizado la economía la medida ha terminado en fracaso, pero cuando le ofrecemos mucha o toda la iniciativa al individuo nos lleva y nos está llevando a cuotas de pobreza y de brechas sociales impropias del siglo XXI donde se supone que la civilización debería otorgar mucho más honor a su nombre. Antes de basar el fin del mundo en Los Mayas, en meteoritos o en pandemias mirémonos también a nosotros mismos.

La era ciber made in siglo XXI

Ahora se vislumbra una era ciber made in siglo XXI con raíces inmediatas en el XX de indudables ventajas para el humano pero también de indudables incertidumbres. Y estoy seguro de que eso es el humano en evolución, más en concreto, su mercado, su capitalismo en evolución.

En 2015 tuvo lugar en Sevilla, una reunión relevante. La prensa tituló: «Los “desafíos de la humanidad” centran el cierre del Singular University Summit en Sevilla». Y a continuación, puntualizaba: «En EE. UU. calculan que el 47 % de los empleados son reemplazables por robots».

«Últimas noticias del fin del mundo», era el irónico antetítulo de un diario también en 2015. Y titulaba: «A las viejas amenazas capaces de desatar una hecatombe se unen nuevas, como la inteligencia artificial o la nanotecnología». El subtítulo era: «17 premios Nobel adelantan dos minutos el Reloj del Apocalipsis».

Miguel Ángel Arias, desde El País, nos explicaba en marzo de 2015 que, en este contexto, nació el informe llamado 12 riesgos para la civilización humana, del Instituto para el Futuro de la Humanidad de la Universidad de Oxford (IFH) y la Fundación Retos Globales. En él se recogía que cuando la máquina de vapor de James Watt echó a rodar, en la atmósfera había unas 300 partes por millón de dióxido de carbono, el principal gas que está calentando el planeta. En el verano de 2013 se superó la cifra de 400, algo así no había pasado en los últimos 800.000 años. Los distintos escenarios dibujados por los expertos climáticos mantienen que una subida de las temperaturas de no más de 2º para final de siglo, permitiría a los humanos vivir casi como si nada hubiera cambiado. Pero hay escenarios más extremos, donde la temperatura media global podría subir hasta 6º. Una temperatura así provocaría una reacción en cadena: los países tropicales serían los más afectados, la sequía y la hambruna generarían caos social y emigraciones masivas a regiones más templadas, en las que también su industria agroalimentaria colapsaría... «Es improbable pero no imposible», dicen los autores del informe.

El fin de la raza humana

Stephen Hawking declaró por esa época a la BBC que «el desarrollo de la inteligencia artificial plena podría significar el fin de la raza humana». Para el genial físico, «los seres humanos, limitados por la lenta evolución biológica, no podrían competir, y serían reemplazados». El momento en que la inteligencia artificial supere a la humana es lo que los robóticos llaman singularidad y algunos científicos, como el filorrobótico y asesor de Google, Ray Kurzweil, incluso le han puesto fecha: en algún momento de la década de los treinta, las máquinas superarán a los humanos.

Cuando Hawking afirmó que la IA suplantará al humano puede que no estuviera teniendo en cuenta que la IA se deriva del conocimiento total del cerebro y el cerebro no ha logrado descifrar cómo funciona el cerebro, por ahora, a pesar de los enormes avances logrados. El déficit de la IA será, por el momento, imitar la vasta capacidad sincrónica del cerebro, una capacidad que ignora el propio poseedor del cerebro y de sus manifestaciones: la mente.

Una carta firmada por centenares de científicos y tecnólogos -también en 2015-

apostaba por un desarrollo responsable de la inteligencia artificial, donde, entre otras cosas, el avance en la ética de las máquinas vaya parejo con el tecnológico para que nunca sean una amenaza para sus creadores. Pero aún no hay iniciativas similares para otros dos campos emergentes, como son la biología sintética y su promesa de crear organismos artificiales o la nanotecnología sobre los que el informe citado nos pone en alerta. Y en los tres casos, no habrá que esperar miles de años para ver su lado oscuro.

El informe de la Fundación Retos Globales se centra en 12 grandes amenazas que podrían acabar con la civilización humana:

1. Cambio climático extremo

2. Guerra nuclear

3. Catástrofes ecológicas

4. Pandemias mundiales

5. Colapso del sistema mundial. Riesgos exógenos

6. Impactos de grandes asteroides

7. Supervolcanes. Riesgos emergentes

8. Biología sintética

9. Nanotecnología

10. Inteligencia artificial

11. Riesgos inciertos. Riesgo de las políticas mundiales

12. Mala gobernanza mundial en el futuro

He aquí al humano y su capitalismo en evolución y en involución, he aquí las

Incertidumbres de nuestra especie.

El fontanero y la obsolescencia programada

A nivel cotidiano, acaba de irse de mi casa el fontanero, quien ha sustituido unas piezas de los años ochenta del pasado siglo XX por otras actuales. Me ha dicho que las piezas viejas que se lleva ya no se fabrican y que las que me acaba de instalar durarán menos tiempo y son más caras. He hablado con él de que el mismo fenómeno sucede en el mundo de los automóviles y de los enseres caseros en general, con el peligro que conlleva ese hecho ya que origina superproducción empresarial con el consiguiente daño al planeta.

La obsolescencia programada —ideada sobre todo por General Motors— es una muestra de la codicia por la producción en serie y por lo tanto por la necesidad de más energías fósiles, etc., lo cual degrada el planeta. Es una prueba de los puntos flacos del mercado que busca, en efecto, sobrevivir él aunque, a su vez, produzca una de las causas de la infelicidad de los seres humanos.

La universidad doctrinaria

Se supone que gran parte de las personas que impulsan y que impulsarán el mundo empresarial del mercado se forman en la universidad. El profesor Terry Eagleton ya desarrolló hace un lustro un diagnóstico de las instituciones de educación superior en Gran Bretaña en el que considera que las universidades están terminalmente enfermas, al menos si continúan abrazando un modelo clientelar de enseñanza.

El sistema británico es sin duda distinto a los sistemas universitarios que se pueden encontrar en países latinoamericanos, sin embargo la tendencia de concebir la educación como un negocio, de desplazar las humanidades en favor de carreras técnicas y de fomentar el pensamiento utilitario en detrimento del pensamiento crítico se puede observar de manera global, por lo que podemos extrapolar en cierta medida el análisis de Eagleton a nuestros países particulares, aunque seguramente habrá algunas excepciones.

Abogado del diablo

Sin embargo, voy a hacer de abogado del diablo Capitalismo. Si yo soy un magnate capitalista que deseo producir lo más posible y vender lo más posible y de la forma más competitiva posible, ¿para qué quiero que mis trabajadores y mis máquinas sepan Filosofía o Historia? A primera vista, para nada, y este principio es lo que se ha aplicado en la sociedad digital.

Por supuesto, contra esta actitud se han rebelado algunos intelectuales de gran talla. El profesor italiano Nuccio Ordine estima que recuperar el sentido original del mundo académico (la Academia que proviene de la escuela fundada por Platón), no es nada equivocado. Ordine ha vendido muchos libros con un contenido sustancial: en una época de utilitarismo empresarial, no hay que olvidar a los autores clásicos, hay que reivindicar la utilidad de lo que buena parte del mercado considera inútil, enlazando así con pensadores de todos los tiempos.

Destruir el cuerpo, corromper el alma

Las amenazas externas están ahí y se están combatiendo como se puede, tal vez no cómo se debe porque los recursos para las ciencias con vistas a prevenir pandemias, por ejemplo, siempre son insuficientes. Pero las amenazas internas dependen mucho más de nosotros. La mentalidad obsesiva por el trabajo y la austeridad de la Europa puritana llega un momento en que se vuelven contra el humano mismo, el uso de la IA y de la producción cuantitativa depende de nuestra prudencia.

El sociólogo y economista alemán Werner Sombart (1863-1941) es considerado un clásico en el estudio de la mentalidad burguesa empresarial. Hay dos sentencias de Sombart que se refieren a lo que estoy apuntando sobre el hecho de que un posible fin del mundo está en nosotros: 1. El exceso de actividad en los negocios destruye el cuerpo y corrompe el alma. 2. Creo que en la naturaleza misma del espíritu capitalista se esconde una tendencia que aspira a corromperle y sofocarle desde su interior.

Y aclaro: el fin del mundo no significa que nos vayamos todos a criar malvas y no quede ni un humano en el planeta, podemos estar aquí vivitos y coleando pero muertos psicológicamente por no haber podido gobernar lo que nosotros mismos hemos creado.