El pasado domingo, 24 de mayo, 2020, falleció en Sevilla a los 91 años el empresario Valentín Álvarez Vigil. Los medios ya se hicieron eco de la triste noticia, pero o se me pasó o no alcancé a leer en ninguno que don Valentín fue el padrino de la primera promoción de licenciados en ciencias de la información de la historia de Andalucía, egresada de la llamada entonces Facultad de Ciencias de la Información –hoy Facultad de Comunicación- de la Universidad de Sevilla. Fue la promoción 1989-1994.
En Sevilla ya se preparaban en los años 60 y 70 una serie de personas en el Centro Español de Nuevas Profesiones que luego iban a ser periodistas reconocidos pero este centro privado dependía de la Universidad Complutense de Madrid, no es hasta 1989 cuando la Junta de Andalucía propicia el nacimiento de la primera facultad de ciencias de la información de la historia andaluza, en Sevilla, siendo rector Javier Pérez Royo, quien nombró primer decano de la facultad al catedrático de literatura y escritor Jorge Urrutia.
Álvarez Vigil nació en Sevilla en 1929, “hijo de un asturiano humilde, la historia de Álvarez Vigil –escribía J. Gómez Palas en Abc con motivo de su muerte- es la de un hombre hecho a sí mismo, la de un trabajador infatigable y la de un comerciante dotado de singular olfato para el negocio y que supo conducirse con seriedad y solvencia desde aquella modesta tienda de la calle Feria a una gran superficie comercial con los procedimientos más modernos y las iniciativas más sugerentes”.
Para resumir, eso de “los procedimientos más modernos y las iniciativas más sugerentes” se tradujo en la creación de Ecovol, una gran superficie comercial que funcionaba con socios, casi 35.000 familias sevillanas abonadas se beneficiaban tanto de precios más asequibles que en otros comercios como de otras ventajas traducidas en seguros de vida, por ejemplo. Debió ser aquello un hito importante para la ciudad porque me he llevado toda la vida oyendo hablar bien en mi entorno familiar y en mi barro de San Vicente de las excelencias de este negocio y de su impulsor que ya entonces se iba a preocupar por los avances tecnológicos y por el medio ambiente impulsando la introducción en Sevilla del sistema de código de barras como lector de precios y las primeras bolsas de rafia reutilizables como alternativa ecológica a las bolsas de plástico.
Cosas del destino
De oír desde siempre hablar positivamente de Álvarez Vigil y su Ecovol la dinámica de la vida me llevó a conocerlo personalmente de una forma hermosa y entrañable.
En 1994 yo era vicedecano de Estudiantes y Extensión Universitaria de la hoy Facultad de Comunicación, siendo entonces decano el profesor y periodista José Manuel Gómez y Méndez. En aquel año iba a licenciarse la primera promoción de las tres especialidades de la facultad: Periodismo, Comunicación Audiovisual y Publicidad. Era un momento histórico para la universidad en Andalucía porque iban a egresar sus primeros licenciados en ciencias de la información tras cinco años de carrera.
El hecho merecía un acto muy especial y yo era el encargado de organizarlo. La clausura académica corrió a cargo del catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona, Román Gubern, quien disertó sobre el fenómeno Belusconi, afirmando que le preocupaba que una sola persona estaba acaparando en Italia en poder legislativo, el ejecutivo y el de los medios de comunicación. El profesor Gubern estuvo acompañado en la mesa, entre otras autoridades académicas, por el entonces rector de la Universidad de Sevilla, Juan Ramón Medina Precioso, y por el propio decano, profesor Gómez y Méndez. Fue en el salón de la primera sede de la facultad en la que fuera casa del pintor Gonzalo Bilbao, hoy ocupada por la Facultad de Bellas Artes.
Sin embargo, la efeméride era la ocasión de demostrar que la universidad no está encerrada sobre sí misma y esto es especialmente importante tenerlo en cuenta cuando estamos tratando de licenciados que en el futuro iban a estar en una de las profesiones que más nos conecta con todo lo que acontece en el mundo: la Comunicación. Periodistas, especialistas en Comunicación Audiovisual y en Publicidad iban a entrar en el mercado en un contexto en el que la facultad recibía insistentes críticas desde la profesión. Yo llevaba sólo tres años como profesor asociado, en ese 1994 logré terminar y defender ante tribunal mi tesis doctoral, por tanto, yo fui también de la primera promoción, pero de doctores en Comunicación.
Digo lo anterior porque, al proceder del mundo profesional de la Comunicación y al pertenecer a la Asociación de la Prensa de Sevilla (APS), conocía de primera mano las críticas que desde el sector periodístico y publicitario estábamos sufriendo desde sectores empresariales que nos consideraban una facultad alejada de la profesión, imagen que intentábamos cambiar y en eso la presencia del profesor José Manuel Gómez y Méndez en el decanato jugó un papel importante porque hizo posible que la profesión comprobara que trabajaban en la facultad profesores que no sólo se dedicaban a la docencia y a la investigación sino que participaban en los seminarios de la recién creada Asociación para el Progreso de la Comunicación (APC) y de la misma APS, ambas asociaciones totalmente específicas del mundo de la Comunicación, en las que se daban cita destacados profesionales del sector.
El momento final de aquella primera promoción de licenciados en ciencias de la información conllevaba algo especial que inevitablemente iba a exigir un desembolso de un dinero del que no disponíamos. Era necesario un patrocinador. Y lo encontramos en Valentín Álvarez Vigil.
Licenciados novatos, profesionales de trayectoria
Nuestra idea como equipo decanal fue organizar un evento en el que a los recién licenciados les fuera posible codearse con quienes podían orientarlos laboralmente con vistas al futuro e incluso facilitarles ya algún puesto de trabajo. Y eso debía hacerse mediante una velada con buen ambiente y canapés, como se estila en la profesión. Por supuesto, a esa noche especial estaban invitados todos los licenciados, pero además profesionales en activo y con experiencia ya demostrada en el amplio mundo de la Comunicación.
Alguien del mundo empresarial tendría que ayudarnos para desarrollar un evento que mientras en otros países –sobre todo anglosajones- es algo habitual y lógico, aquí se observaba como algo extraño y más desde la universidad. Entonces pensamos en una de las personas avanzadas en ideas que además tenía fama de “magnate”: don Valentín Álvarez Vigil.
Yo no lo conocía de nada, pero llegué hasta él gracias a los buenos auspicios de su asesor en comunicación, el periodista José Luis Bonilla, y a la intermediación del decano Gómez y Méndez que se entrevistó con Álvarez Vigil en su despacho de Ecovol, en la Carretera Amarilla. Le propusimos apadrinar a la promoción. Aceptó. Y no sólo eso, sino que la celebración iba a tener lugar en el entonces Hotel Príncipe de Asturias, en La Cartuja, hoy Hotel Barceló Sevilla Renacimiento. Creo que tanto los alumnos como nosotros mismos, el equipo decanal –formado, además de por Gómez y Méndez y mi persona, por los profesores Juan Rey, Miguel Nieto, José Leonardo Ruiz y el PAS Alejandro García-Lomas- estábamos alucinando.
Queremos marcha
Con vistas a la noche especial de celebración, como vicedecano de estudiantes formé una comisión con varios jóvenes. Mi mentalidad universitaria me llevó a ofrecerles que el acto constara de las consabidas intervenciones del señor decano, de nuestro padrino y de algún representante de alumnos para luego pasar a la actuación musical de un grupo que cultivara o música estilo nueva era o clásica.
Mi sorpresa fue considerable –aunque, bien pensado, no sé por qué, eran universitarios pero jóvenes de 22 años- cuando los alumnos me indicaron que ellos querían algo más movido, un grupo musical que cantara de todo, desde canción moderna hasta sevillanas. Así fue cómo contacté con el conjunto –como se decía en los años 60 y 70- Blanca y Carnaval, magnífico grupo con su cantante y animadora, Blanca, y sus músicos, toda una banda en condiciones y no como ahora que ves a una cantante y a un señor con un teclado y con eso forman una orquesta. Tuvimos por tanto discursos, relaciones públicas, música a toda marcha y comida en abundancia en un escenario inesperado por ostentoso, algo que supuso alguna queja por parte de un pequeño grupo de alumnos. Lo que más me llamó la atención es que Álvarez Vigil estaba con nosotros pero sin el más mínimo afán de protagonismo, en todo momento pasaba casi desapercibido.
Elegancia y quejas
Sí, porque mientras la mayoría de los egresados se presentaron glamurosos para el evento, un grupo de sus compañeros llegó a la fiesta con vestuario digamos de calle y me dijeron que querían hablarles a los presentes. Por mí no hubo inconveniente y les indiqué que lo hicieran. Subieron al escenario donde se hallaba el grupo musical y entre canción y canción le expresaron a la concurrencia que aquello les parecía un dispendio y demasiado lujoso y que ellos habían organizado un acto alternativo en un quiosco cerca del puente de La Baqueta y del río, que allí esperaban a todo el que quisiera. A continuación, se marcharon.
Que yo sepa, nadie les hizo caso, algunos –o bastantes, no lo sé- estrenaban atuendo esa noche. Yo, con mi pasado rojo, descubrí aquella noche a la vez esperanzadora y pedagógica, que algo estaba cambiando en la juventud en relación a la mía. Un mundo diferente al mío se iba imponiendo, lo que ocurre es que, con los años, el mismo sistema que proyectaba ese otro mundo, entró en crisis y buena parte de aquellos jóvenes de la primera promoción de ciencias de la información de Andalucía lo iba a sufrir en sus carnes, aunque no tato como quienes se titularon en los años siguientes.
Lo imposible fue posible
He querido rememorar brevemente y con cariño aquel detalle de la vida de Álvarez Vigil por la admiración que siento hacia esta clase de empresarios. Un hombre como Valentín Álvarez Vigil que era capaz de sintetizar en su persona la Sevilla más clásica, inmortal y eterna, con la modernidad que él adelantó, es digno de elogio. Ante alguien que, en esta Sevilla que tiene tanto de conformista y de indolente, sostenía que «lo imposible es lo posible por hacer» yo personalmente me descubro y dejo con mucho gusto al aire mi amplia tonsura de sesentón.