«Hay una nueva burbuja en el mercado de la rehabilitación de vivienda»

Cuando el concepto ecológico no formaba parte del diccionario político, este sevillano de adopción apostó por una alternativa a los materiales sintéticos de la construcción: el corcho proyectado.

27 feb 2016 / 23:07 h - Actualizado: 27 feb 2016 / 23:13 h.
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  • Roberto Lastres, fundador de Aislacork, con su producto estrella: el corcho proyectado. / Manuel Gómez
    Roberto Lastres, fundador de Aislacork, con su producto estrella: el corcho proyectado. / Manuel Gómez

¿Cómo nació Aislacork?

—El producto, el corcho proyectado, nace a principios del año 2000 en el origen de una empresa familiar. Los primeros años fueron básicamente de prueba y error porque buscábamos aportar valor al mercado de la impermeabilización dado que el denominador común de los productos son las resinas sintéticas. Había un mercado vacío, el ecológico. Nos gustaba ir por el camino difícil y apostar por la lucha contra los productos derivados del petróleo. Optamos por el corcho natural porque desde su árbol su función es proteger al alcornoque; además es un producto que al incorporarle un aglutinante se puede adherir a cualquier superficie. Por el momento, no existe ningún material, que no sea artificial, que aísle como el corcho. En 2003 patentamos la marca y ya en 2013 se constituye como sociedad limitada Aislacork Productos Ecológicos.

—¿Qué productos fabrican?

—El corcho proyectado, que se realiza a partir de viruta de corcho y resinas a base de agua, es nuestro producto estrella, pero también comercializamos la placa de corcho natural directamente y morteros y pinturas naturales a base de cal, que proceden de la empresa Gordillo Cal de Morón. Desde hace dos años, ante el crecimiento de la competencia, optamos por diversificar nuestra gama de productos y desde entonces fabricamos un sistema de aislamiento térmico exterior (SATE) que se basa en una placa de corcho prensada al vapor que se adhiere a la superficie y se cubre con una placa de cal. Este sistema implica una mejora energética de entre el 30 y el 50 por ciento ya que es totalmente transpirable, al contrario que las impermeabilizaciones. Además tiene la ventaja de que el corcho no se pudre.

—Al año, ¿cuánto producen?

—De corcho proyectado en torno a 25.000 y 30.000 kilos. Por otro lado, del sistema de aislamiento térmico exterior salieron el año pasado de fábrica 10.000 metros cuadrados.

—¿Están trabajando en nuevos productos?

—El siguiente paso es encontrar una resina natural para aglutinar el corcho que tenga la misma resistencia que la sintética.

—¿Quiénes son sus principales clientes?

—La mayoría son almacenes de construcción del Norte de España. También constructoras o estudios de arquitecturas que se han concienciado con proyectos ecológicos. Después, tenemos una red comercial que también se encarga de buscar las obras.

—¿Cómo está posicionado su producto en Andalucía?

—Aquí siempre vamos por detrás. Nuestro principal nicho de mercado está en regiones como Navarra, Cantabria o el País Vasco por economía y conciencia con el medio ambiente. Aunque se amortiza rápido, el corcho es más caro; además la gente cuando va a hacer una obra siempre mira el precio y no si es sintético.

—También exportan.

—Sí, en torno al 35 por ciento de nuestra producción y facturación corresponden a las ventas al exterior. Principalmente exportamos a países europeos, como Francia, Bélgica, Portugal o Italia, donde hay más conciencia medioambiental. También hemos suministrado el producto a proyectos realizados en México o Chile.

—Además de la aplicación en el sector de la construcción, ¿el corcho tiene otros usos?

—También se aplica en la adaptación de vehículos como vivienda. Desde el principio vendemos en Francia y el Benelux, ya que son países donde se suele habilitar vehículos como viviendas. El corcho permite aislar el entorno metálico del automóvil del frío y evita el vapor por condensación de agua. También se aplica a la construcción naval. De hecho, como curiosidad, llegamos a suministrar corcho para la construcción de un submarino.

—¿Cómo les afectó el estallido del boom inmobiliario?

—Nos frenó en seco, aunque nosotros no dependíamos de la obra nueva. Entre 2008 y 2010 la producción estuvo muy parada, la demanda y la facturación cayeron a la mitad. Empezó a surgir mucha competencia y apostamos por diversificar.

—¿Cómo está el sector?

—Pasados los peores años de la crisis, parece que la administración ha impulsado las subvenciones a la rehabilitación energética. Pero dentro de este mercado también ha surgido una pequeña burbuja, ya que muchos productos que se utilizan son sintéticos. Hay ayudas del Gobierno central y del autonómico para la rehabilitación energética, pero se le da poco y su gestión es discutible. Las últimas partidas en Andalucía se agotaron en tres días, mientras que en el Norte de España hay ayudas a lo largo de todo el año, cuando las cantidades son similares. Además no llega al destinatario final, la gente desconoce que rehabilitar su vivienda le puede salir a la mitad con estas subvenciones. Hay mucha vivienda vacía y obra nueva que se hizo con muchas patologías que se debe arreglar.

—¿Cómo ha evolucionado la cifra de negocio?

—Desde el año 2013 la facturación se ha duplicado cada año, hasta el punto de que en 2015 la cifra de negocio se multiplicó por tres. Hablar de números para este año es pronto, pero sí podemos destacar que en comparación con los dos primeros meses del año pasado, en lo que llevamos de 2016 hemos superado la facturación de ese periodo.