La sequía y el ácaro de la varroa noquean al apicultor

El agricultor se ve obligado a buscar fuentes de alimentación externa para salvar sus colmenas

05 mar 2018 / 07:44 h - Actualizado: 05 mar 2018 / 07:44 h.
"Apicultura","El campo y su agroindustria"
  • El 18 por ciento de las colmenas andaluzas está en la provincia de Sevilla. / David Estrada
    El 18 por ciento de las colmenas andaluzas está en la provincia de Sevilla. / David Estrada

El sector apícola es una de las primeras víctimas del cambio climático. Las elevadas temperaturas, la falta de agua o las extremas heladas han pasado factura a más de una campaña. Esta última está marcada por la sequía y ha dejado a los apicultores «en la punta de la agonía», sostiene el responsable del sector apícola de COAG Andalucía, Ángel Díaz. La falta de agua ha castigado a la floración y la abeja sufre inmediatamente, y con ella el apicultor, que se ve obligado a buscar una fuente de alimentación externa para que no muera la colmena.

No es la única de sus preocupaciones. Tal y como se expuso en el encuentro anual de apicultores, celebrado en El Viso del Alcor, a las complicaciones climatológicas, se le une «la lacra de la varroa», que vienen sufriendo desde mitad de los años 80. Este ácaro ataca las colmenas durante todo el año y las mantiene con las defensas bajas, una situación que muchas no aguantan y mueren.

La varroasis no se puede erradicar al 100 por cien. A pesar de que los apicultores limpian sus colmenas con tratamientos, «la varroa afecta a los enjambres silvestres y el ácaro aprovecha para transportarse de una a abeja a otra, por lo que la reinserción del ácaro es continua», explica Díaz.

Los tratamientos sólo sirven para mantener bajos los niveles de infestación, lo que permite obtener una producción «más o menos normal». Pero los efectos del cambio climático no ayudan. «Las floraciones han cambiado drásticamente, no lo hacen con la intensidad de antes. Además, el verano se alargó hasta finales de octubre; por lo que, o tienes las colmenas sanas y limpias o puedes perder hasta el 80 por ciento de la producción», se lamenta este apicultor de Las Cabezas de San Juan. Para bien del agricultor, el gasto de este medicamento puede cargarse al Programa Nacional Apícola (cofinanciado por la Unión Europea, España y las comunidades autónomas).

Donde se producía entre 50 y 70 kilos ahora apenas llega a los 15 kilos de miel. Además, «una mala producción conlleva un gasto extra para el apicultor en alimentación para que la colmena sobreviva». De hecho, ante la falta de lluvias y las dificultades del sector, la Junta de Andalucía aprobó una medida excepcional que permitía la alimentación artificial de las colmenas. Según la excepción, las colmenas deben recibir miel producida bajo técnicas ecológicas, preferentemente de la misma unidad de producción y a base de azúcar o jarabe de azúcar obtenido bajo estos métodos.

A pesar de la delicada situación de los apicultores andaluces, éstos se muestran aliviados por la ausencia de la avispa asiática. Menos suerte han tenido sus compañeros de la cornisa cantábrica, Cataluña y Portugal, que sí se han visto perjudicados. La vespa velutina (nombre científico de esta especie) ataca decapitando a las abejas cuando estas vuelven de recolectar y se alimentan de su néctar.

Los apicultores también tienen que enfrentarse a un problema de competencia desleal. «La Unión Europea es deficitaria de miel y necesita traerla de fuera», explica el portavoz de COAG Andalucía. La mayoría viene de terceros países y se comercializa por debajo del precio de producción. Además, «la calidad de esta miel es dudosa», matiza Díaz. Por ello, en la jornada provincial de apicultores se volvió a poner sobre la mesa la necesidad de que las administraciones impulsen una norma sobre el etiquetado, «donde se especifique y quede clara la procedencia de la miel».