Debería quedar claro que los medios de comunicación más influyentes y mercantiles no son el cuarto poder, expresión que procede del siglo XVIII, según frase utilizada por Edmund Burke en la Cámara de los Comunes. Tampoco son un contrapoder. ¿Port qué? Porque forman parte del primer poder que es el poder del dinero. Por ejemplo:
En la ilustración anterior tienen ustedes una estructura de poder real, una parte de las empresas del Grupo Carso, del magnate mexicano Carlos Slim, al que asesora el expresidente español Felipe González. Hay empresas para casi todos los gustos, con diversos objetos sociales. Y entre ellas -no contra ellas, no frente a ellas- hay una llamada The New York Times en la que el señor Slim llegó a tener un 18 o 19 por ciento de su accionariado (ahora posee un 8 por ciento aproximadamente). ¿Es por tanto The New York Times un cuarto poder o un elemento del primer poder? Ah, claro, es que, como suelen decir los grandes magnates, ellos no influyen en la independencia del diario. Tendré que hablar con claridad: por favor, no nos tomen por idiotas, yo no juego a esa dinámica de malos y buenos a la que juega la izquierda y el señor Pablo Iglesias, sé que esta dinámica es legal y es lógica en el mercado y que cuando la gente vota por partidos del mercado está votando sí a esta situación evolutiva de la especie pero de ahí a creerme que la experiencia en esta ciencia de la comunicación no sirve para nada va un abismo.
No obstante, es evidente que los medios no son unos esclavos y sí representan un servicio público y un contrapeso relevante frente a otros poderes; es evidente que ante las acusaciones de Iglesias -demostradas en diversos libros y tesis doctorales- deben defenderse con los argumentos de siempre porque no pueden perder clientela puesto que no sólo son un servicio público no totalmente neutral sino que lo son porque captan la atención de segmentos de ciudadanos al ofrecerles no toda la verdad sino la que sus adeptos desean oír, ver o leer. Para defenderse acuden a los tópicos de siempre: si usted no está contento cambie de medio, los ciudadanos son los que nos justifican o no, hemos descubierto casos de corrupción como Bárcenas, los banqueros no están en las redacciones indicándonos lo que tenemos que decir o hacer, etc. Muy bien, todo eso es cierto, pero queda incompleto para formar a los receptores desde un punto de vista académico. Y los receptores merecen esa formación, después que cada cual diga y haga lo que desee, una formación que no es libre en la universidad privada pero que sí lo es en la pública.
Información veraz
Ya lo conocen, ¿verdad? Artículo 20 de la Constitución, apartado d): los españoles tienen derecho “a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión”. ¿Qué es una información veraz? Diccionario. “Veraz: Que dice la verdad. Que se ajusta a la verdad o la realidad”. Aquí llega el primer problema: los medios no dicen la verdad, proyectan su verdad, son como el famoso cuento de los ciegos y el elefante que les voy a recordar ahora. Varios ciegos son invitados a definir qué es un elefante y para ello se les indica que se acerquen al animal y lo palpen. El que le toca la parte central del cuerpo afirma que es como un muro, el que le toca las orejas, que se parece a unos enormes abanicos, el que toca el rabo afirma que es como una soga, quien examina sus colmillos cree que es como una lanza o algo similar. Moraleja: todos decían la verdad pero todos estaban equivocados, todos mentían al mismo tiempo que razonaban certeramente. ¿Por qué? Porque les faltaba la visión de conjunto, la visión estructural de las cosas y de la vida.
Eso es lo que les ocurre a los medios, para intentar saber lo que pasa lo ideal sería leerlos a todos, escucharlos a todos y, además, previamente, poseer una enorme base cultural en ciencias sociales y humanidades, fundamentalmente. Sin embargo, estos requisitos sólo están en manos de una minoría de ciudadanos, el resto no sólo no puede cumplirlos sino que en su mayoría tampoco quiere. A través de los siglos, los acontecimientos históricos y vitales de los individuos han formado en ellos una predisposición psíquica y mental que no están dispuestos a cuestionar, ni en la forma de vestir, ni en la comida, ni en sus creencias y costumbres en general. Todo ello los lleva a preferir un medio a otro y no complicarse más la vida, de ahí que lo que se presupone que persigue Iglesias -una información monocorde, unidireccional- no tenga base empírica ni por supuesto científica algo que va ligado a lo empírico. Los medios llegan a ser el resultado de la índole de los sujetos, se detecta una demanda, se crea un medio, un grupo mediático como Atresmedia -que es conservador- les entrega Antena 3 a los “conservadores” y La Sexta a los “progresistas”. Es un negocio que no entiende mucho de constituciones ni de códigos deontológicos, persigue sobre todo que la cuenta de resultados anual esté, al menos, equilibrada. Esto es una constante en el mundo: en Inglaterra, The Sun es un diario sensacionalista -uno de los dos o tres más leídos en Europa- y The Times es el representante del periodismo serio y sesudo. Los dos pertenecen al imperio Murdoch, News Corporation. Y el señor Murdoch es muy conservador.
La realidad y el deseo
Lo anterior es la realidad, ahora llega el deseo que está en la Constitución, en los códigos deontológicos y en el saber popular. La Constitución habla de la verdad y la verdad es aquel acontecimiento que posee complejidad y muchas caras. Y entonces aparece la deontología periodística: hay que ofrecer todas las caras a los públicos aunque no les gusten. Sin embargo, unos medios manifiestan unas y esconden otras, a eso se le llama manipulación o, académicamente, desinformación o intencionalidad del mensaje, incluso postverdad. Los medios construyen en la mente del sujeto dioses y diablos, simplifican la vida pero porque eso es lo que quieren cientos de millones de personas. En el fondo es una estrategia de mercado. La intencionalidad es tremendamente útil si contamos con diversos medios de comunicación porque el conjunto de esa pluralidad nos permite librarnos en lo posible de la manipulación, de ahí que, de nuevo, las pretensiones de Iglesias sean rechazables.
Los medios actúan sobre un segmento de público que ya está predispuesto a asumir lo que le digan o bien a veces se logra que cambie de opinión aunque los públicos no son absolutamente manipulables como tal vez crea Iglesias. Las investigaciones periodísticas de los medios apuntan por lo general hacia lo público, no hacia lo privado que es el sector más poderoso de la producción mundial y donde se cometen más desatinos. ¿Por qué? Por lo que afirma Iglesias: los medios dependen de empresas ajenas a lo mediático, grandes empresas que son el poder real: accionistas, prestamistas, anunciantes, de ahí que de un tiempo a esta parte los medios les digan a sus clientes que los sostengan con sus aportaciones para que no deban aplicarse el dicho “donde hay patrón no manda marinero”. ¡Por supuesto que los grandes propietarios no están en las redacciones diciendo lo que hay que hacer! Hay “altos” trabajadores en esas redacciones que se saben el catecismo empresarial y si no lo siguen su futuro podría peligrar, hay líneas rojas en todas partes y el periodismo no iba a ser menos.
Por otra parte, esas investigaciones periodísticas de lo público se suelen desarrollar en un mismo sentido, según los intereses que los medios encierren entre bambalinas. La imparcialidad brilla por su ausencia, es lógico, de nuevo aparece el negocio: hay que darle al consumidor lo que desea más, aquello que le dote de un mayor placer.
Para comprobar aún más científicamente la manipulación y las estrategias de información de los medios sería necesario llevar a cabo algo ilegal pero de enorme utilidad social y científica: colocar cámaras y micrófonos en los consejos de redacción y en los despachos de los altos responsables para que todos pudiéramos saber lo que se cuece en esos lugares, lo que más interesa a un estudioso es sobre todo lo que no se ve, no se lee o no se oye, algo que es común con el poder más poderoso, perdón por la redundancia: reuniones de consejos de administración, cumbres financieras y económicas, etc. Sin embargo, ahí es donde no podemos acceder los ciudadanos, ¿por qué? Entre otros motivos, en el campo de la información, porque es ahí donde se establecen las manipulaciones que no siempre tienen por qué ser negativas puesto que un panadero manipula la masa del pan hasta terminar de elaborar un alimento necesario para todos. En esas reuniones “secretas” es donde se establecen las estrategias sobre cómo se nos va a informar. ¿Qué es informar, desde el punto de vista filosófico? Viene de informare y significa “dar forma o realidad sustancial a una cosa”.
Hay otras formas legales de conocer la verdad de los medios como, por ejemplo, permitir a especialistas neutrales en comunicación asistir a todas esas reuniones como observadores científicos que no sean “de la cuerda”, sin voz y sin voto. Pero, ¿qué poder hace eso? Sin el poder permitiera un acto así perdería buena parte de su idiosincrasia.
Ahí dejo algunas consideraciones elementales que ampliaré el próximo domingo con más datos, todos los periodistas saben esto, muchos lo denuncian desde el anonimato, pero es lo que hay y no resulta tan negativo, así es como funcionan las cosas, todo es complejo, la simplicidad de Iglesias o de cualquier otra persona no cabe en un mundo de conocimiento certero. Las dos vías de debate que ha abierto Pablo Iglesias son muy interesantes desde el punto de vista universitario: el significado de la democracia -que ya comenté el pasado domingo- y el de los medios de comunicación.