«La demanda nacional de refractario es cortita, está para mantenerse»

A sus 31 años, dirige junto a su tío el legado que le dejó su padre antes de fallecer: la única fábrica de ladrillos refractarios que existe ya en Guadalcanal. Una de las metas de la compañía es reforzar sus relaciones con el mercado internacional

19 ago 2018 / 07:37 h - Actualizado: 19 ago 2018 / 07:37 h.
"Empresa familiar","Marcaje al empresario"
  • Manuel Gálvez, en las instalaciones que Refractarios Andalucía tiene en pleno corazón de la Sierra Norte. / J.Á.F.
    Manuel Gálvez, en las instalaciones que Refractarios Andalucía tiene en pleno corazón de la Sierra Norte. / J.Á.F.

¿Se veía dirigiendo una fábrica con tan solo 31 años?

—Fue mi padre quien ideó todo esto. No sólo la fábrica de Refractarios, en Guadalcanal hay más empresas de la familia como son la cantera de árido y planta de hormigón, el almacén de materiales de la construcción o una finca con ganado. Fue él quien lo ideó todo, y en mi familia hemos seguido la tradición. Al principio no las tenía todas conmigo, pero tengo la ilusión de que el legado que mi padre nos dejó siga adelante. Estamos en una zona muy deprimida, las comunicaciones y las infraestructuras son malas, si quieres estudiar te tienes que ir a cien kilómetros de tu casa, y a pesar de eso esta es una empresa que aporta muchos puestos de trabajo a Guadalcanal.

—¿En qué punto se encuentra Refractarios Andalucía?

—Estamos en un momento de estabilidad. El mercado ya lleva años con lo que se llamaba, o coincidimos todos en llamar, crisis, y aunque no tenemos un crecimiento sostenido tampoco ha caído nuestra facturación. Sí se ha podido notar que la demanda nacional se ha venido un poco abajo, pero lo hemos compensado con operaciones internacionales, tanto con Italia como con Portugal, Marruecos, Catar o Líbano.

—Ha hablado de la crisis económica, ¿de qué forma afectó al ladrillo refractario?

—Digamos que el tipo de material que trabajamos aquí no es el empleado para construir un edificio. Tiene un uso específico. Tenemos dos gamas: el ladrillo que se utiliza para resistir el calor, para uso doméstico –chimeneas, barbacoas, hostelería, repostería– y luego también el que se utiliza para la construcción de hornos túneles para precalentamiento y enfriamiento. La burbuja inmobiliaria ni nos afectó para bien ni nos hundió. Tenemos la virtud de que los recursos que hemos generado los hemos gestionado de manera consecuente. No nos hemos puesto a hacer grandes inversiones.

—¿Suelen encontrarse con trabas administrativas?

—Medio Ambiente tiene que hacer su trabajo. Con la administración sabes que te tienes que encontrar, pero la verdad es que no te ponen zancadillas. Están siempre encima Confederación Hidrográfica, Medio Ambiente y Minas, tienes que llevar todos tus documentos, autorizaciones, el plan de labores en minas, el libro de explosivos cuando se han hecho voladuras... Pero no hay problemas ya que contamos con empresas de asesoría energética y medioambiental y tenemos también directores facultativos de la mina. Hay mucha burocracia, pero se suele solventar.

—Guadalcanal siempre ha sido tierra de refractarios.

—Aquí, donde se encuentra la fábrica, hay una veta de material de arcilla rica en alúmina, que es la que se utiliza para los refractarios, también presente en fincas de la zona como La Urbana o en las inmediaciones de Guaditoca. Las fábricas en Guadalcanal han estado muchos años y al final por desgracia solo quedamos nosotros. Las causas no las sé, coincidió con la crisis económica. Es una pena porque generaban mucho trabajo. Ahora ves los datos demográficos de Guadalcanal y ves que hace diez años había casi mil personas más.

—Hay quien ve algo de culpa en la irrupción de su empresa, allá por el año 2000.

—Estamos en una economía de libre mercado. El que ofrezca un producto diferente, es competitivo en precio y resulta adecuado al cliente a lo mejor desbanca a otras alternativas. Creo que podíamos haber competido las tres fábricas a la vez. Sí es cierto que la demanda nacional es cortita, está para mantenerse, pero luego hay mercados cercanos como el francés o el belga que seguramente se podrían atender.

—¿Cómo trabajan el mercado nacional y el internacional?

—Tenemos un comercial en la zona norte y desde aquí, en la oficina, se hace una importante labor de ventas. Nuestro cliente, principalmente, es el almacén de materiales de construcción. Estos almacenes están un poco asustados aún con la crisis y tienen miedo de comprar un producto y que se les pueda quedar parado un año, prefieren comprar poco, aunque les salga más caro. En cuanto al internacional, tenemos una asignatura pendiente porque acudimos a muy pocas ferias. Solemos reunirnos con el cliente en un punto intermedio, y se fija el acuerdo comercial. Normalmente son ellos los que nos buscan.

—¿Qué proyectos de futuro tiene la empresa?

—Los proyectos pasan por salir fuera y vender lo que fabricamos, porque nos consta que la calidad es buena, que están contentos con nuestro producto, que tienen un precio adecuado con lo que demanda el mercado. También ampliar nuestra gama de productos, actualmente trabajamos con los colores terra y el rojo, pero también nos han preguntado por un color gris o incluso negro por las tendencias decorativas. Lo tenemos presente, lo que pasa que somos una empresa familiar y seguimos manteniendo un tamaño mediano.