Mis consejeros económicos

Ramírez de Arellano debería arbitrar una rigurosa estrategia a medio plazo donde todas las consejerías ‘económicas’ confluyeran para lograr el objetivo común de la generación de empleo

21 jun 2015 / 12:00 h - Actualizado: 21 jun 2015 / 17:26 h.
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Queridos consejeros económicos andaluces, y dense por aludidos los de Economía y Conocimiento; Empleo, Empresa y Comercio; Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural; Fomento y Vivienda; Turismo y Deporte; Hacienda y Administración Pública, y Medio Ambiente y Ordenación del Territorio:

Cuando estas líneas se escriben, posiblemente Andalucía haya bajado ya del millón de parados registrados, sólo algunos miles menos, no precisamente para tirar cohetes. Casi un año de retraso lleva semejante barrera psicológica puesto que se preveía para agosto pasado. Y tampoco es que la euforia vaya a durar mucho.

Primero porque, tras el verano, la sangría laboral regresará conforme se cierren las sombrillas de las playas en una comunidad tan dependiente del turismo y, por tanto, del conjunto de los servicios. Y segundo porque ese censo oficial de los desempleados de las oficinas del SEPE –de Despeñaperros para abajo es el SAE– tiene trampas estadísticas, y de diez te quitan tres (estudiante, perceptor del subsidio agrario y quien realiza algún curso de formación), dejando la crudeza de la estadística a la Encuesta de Población Activa (EPA), y ésta habla de 1,35 millones de andaluces que quieren y no encuentran trabajo.

Gran acierto de Susana Díaz al separar Economía y Empleo. La primera, en manos del exrector Antonio Ramírez de Arellano debería afrontar el diseño de un riguroso plan económico a medio y largo plazo que marque la orientación del conjunto de las políticas y competencias económicas y laborales de la Junta de Andalucía con el objetivo primerísimo de generar empleo.

Porque en los años de crisis económica no se ha movido un ápice el modelo productivo –así lo constatan los analistas– y corremos el riesgo de caer en lo mismo de siempre. Las miras tendrían que estar puestas en la estrategia de reindustrialización de Europa, y si Europa necesita reindustrializarse, qué me dirán de Andalucía...

José Sánchez Maldonado, que ocupaba una consejería que era un monstruo, asume Empleo, quizá la papeleta más difícil del equipo de gobierno de Díaz. No sólo por el abultadísimo paro, sino también porque, dentro de las competencias autonómicas en materia de Formación, deberá sacudir la mala –corrupta– imagen de unos cursos que, sí, son esenciales para la continua adaptación al mercado laboral tanto de trabajadores en activo como de quienes perdieron su empleo o rastrean su primer puesto.

Pero esa adaptación requiere, además, una sustancial criba, porque hay cursos, cursitos y, por último, injustificables ñoñerías, y una percepción muy clara de qué demandan las empresas.

Ramírez de Arellano y Sánchez Maldonado, asimismo, deberán trabajar conjuntamente para recuperar el prestigio de los distintos instrumentos de capital de la Junta para apoyar a las empresas, dañado por los presuntos casos de corrupción, y espantar cualquier injerencia política y de empresarios malandrines en la resolución de los concursos públicos y garantizar la plena independencia, so pena de estar en el permanente candelero internacional con el estigma de la inseguridad jurídica –caso actual de Aznalcóllar–.

Que tome buena nota Carmen Ortiz del desaguisado de la adaptación andaluza de la enésima reforma de la Política Agraria Común y de cuán necesitada está la Consejería de perfiles realmente técnicos. Porque si bien es verdad que la última modificación de la PAC y su adaptación a España y particularmente a Andalucía ha sido complejísima, no lo es menos el hecho de que los agricultores y ganaderos, como empresarios que son, no pueden estar sometidos a tantísima incertidumbre, y a veces se olvida que son el vital soporte de la poca industria que existe en la comunidad: la alimentaria. A Ortiz le quedan flecos pendientes de la normativa europea, y eso es gestión técnica.

María Jesús Montero, suerte con la negociación de los Presupuestos para 2016, le va a hacer falta, no sólo por el contexto parlamentario de un ejecutivo en minoría y cuánta negociación habrá que lidiar, sino también porque hay analistas que predicen que, tras un 2015 empantanado por elecciones –andaluzas, y sin gobierno durante 80 días, locales y generales–, la economía regional en 2016 crecerá menos que este año al tiempo que la generación de empleo será lenta no, lo siguiente.

Felipe López García deberá retomar, con suma prudencia, la obra pública andaluza desde Fomento y Vivienda. Porque venimos del estallido de la burbuja inmobiliaria y de las obras faraónicas, cautela, porque en principio resulta muy bonito en términos laborales, pero después...

Francisco Javier Fernández se lleva una agradecida niña bonita, Turismo y Deporte, con este momento dulce de una Andalucía que aprovecha turísticamente la gran inestabilidad política de países ribereños del mediterráneo. Sus retos principales: amarrar mercados emisores y diversificar aún más la oferta.

Y, por último, José Gregorio Fiscal tendrá el dragado del Guadalquivir como permanente china en el zapato, puesto que tantos meses de campaña electoral dejó en el cajón del olvido un sí o un no de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio al proyecto de protección de las márgenes del río. Y una cosa más para Fiscal: el diálogo se impone en este departamento más que nunca para compatibilizar la reindustrialización con el respeto al entorno natural, lo que se llama economía sostenible.

En Sevilla, año cero de un gobierno –a priori– más técnico y más gestor y no tan político como antes.