Son y están

«Si ya se ofrece a extraños compartir el hogar y el coche, ¿por qué no también la comida casera?»

Miguel Escassi García. Consultor experto en estrategia y economía digital, y fundador de Yoomers. Tras sus intensas experiencias profesionales en el extranjero, desde Nueva York en multinacionales de la consultoría de negocios, y en Chile como director de la Agenda Digital del Gobierno presidido por Michelle Bachelet, pone en marcha una plataforma de economía colaborativa para compartir la comida casera con quienes trabajan lejos de su hogar.

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
04 mar 2019 / 08:12 h - Actualizado: 04 mar 2019 / 16:58 h.
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  • «Si ya se ofrece a extraños compartir el hogar y el coche, ¿por qué no también la comida casera?»

“Sevilla tiene que recuperar su espíritu de universalidad. Y eso le compete a cada uno de sus ciudadanos. Cuando empecé a vivir en Nueva York, y a convivir con tanta diversidad cultural y poder comer cualquier tipo de gastronomía, todo me recordaba mis vivencias en la Expo'92, que me marcó profundamente para desear abrirme al mundo”. Nos lo cuenta, en el hogar familiar de la Avenida República Argentina, Miguel Escassi García. Cumple 40 años viviendo una segunda juventud, tras más de una década trabajando y residiendo sobre todo en América, y eligió la fecha del Día de Andalucía para ponerse el delantal y presentar en Madrid su 'startup' Yoomers, impulsada junto con Ana Abreu y Javier Lallana, para crear una red colaborativa de personas que compartan la oferta y demanda de comida casera hecha y servida en el hogar.

¿Cuáles son sus coordenadas familiares?

Mi madre es abogada, madre soltera, y ha sido funcionaria de la Junta de Andalucía en servicios jurídicos. Mi padre se ha dedicado a negocios y a asesorías que tienen que ver con las empresas.

Soy hijo único. Tengo muchos primos, y los Escassi, que estamos en Sevilla, en El Puerto de Santa María, en Málaga,... somos una familia predispuesta a organizar encuentros para juntarnos.

¿Y la Sevilla de su infancia?

Triana y Los Remedios. Donde siguen viviendo muchos amigos. Estudié en los Maristas. Me siento orgulloso de ese colegio. Dentro de los colegios católicos concertados, es de los más modernos y avanzados, con raigambre de educación francesa. Eso moldea. Y me abrieron las puertas. Lo que no hicieron otros, porque en aquella época, y en aquella Sevilla, mi madre tuvo que deambular por varios colegios hasta que encontró el que aceptaba a un hijo de madre soltera.

¿Qué experiencia le motivó a enfocar su carrera?

La Expo'92. Tenía 12 años. Me dieron un pase de temporada, y durante meses disfruté allí a lo grande. Recuerdo descubrir, en la zona del Pabellón del Futuro, el Universo y las Telecomunicaciones, cosas que hoy, 27 años después, parecen triviales pero que entonces me resultaron fascinantes, futuristas: internet, la telefonía móvil, la inteligencia artificial... Seis años después, decidí hacer la carrera de Ingeniería de Telecomunicaciones y descarté la de Biología, que me gustaba mucho pero los profesores me decían que tenía mucho paro.

¿Cuál fue su primer trabajo?

Durante seis meses estuve de ingeniero electrónico en una fábrica de Newcastle (Reino Unido). Para monitorizar el transporte en barcos de mercancías. Una labor muy interesante, en una ciudad de clima incómodo para alguien de Sevilla, apenas vi el sol en seis meses.

¿Cómo dio el salto a Estados Unidos?

Me fui a la Universidad de Cornell para un máster en Gestión de Negocios porque había descubierto que, gustándome la ingeniería, me aburría encasillarme solo en la tarea técnica. Me interesaba también lo relacionado con la comercialización de los productos, su impacto en la sociedad, la relación con los clientes... Por eso reorienté mi trayectoria hacia el mundo empresarial y de la gestión de innovación, siempre vinculada a tecnología y telecomunicaciones.

¿Le resultó difícil encontrar trabajo?

No, porque la Universidad de Cornell organizaba una feria de empleo para que muchas empresas buscaran y seleccionaran a estudiantes con talento. En 2007 eso aún no era usual en España. La consultora de negocios y estrategia Capgemini me eligió y trabajé con ellos en Nueva York durante tres años. Fue una experiencia increíble, abriéndome camino en la ciudad que aglutina las tendencias del mundo. Y con la satisfacción de que otra gran consultora, Oliver Wyman, me fichara.

¿Qué hizo con ellos?

Buscaban un latino para ser socio en el área de negocios de telecomunicaciones y afrontar muchos proyectos vinculados a América Latina. Me fue muy bien, pude crecer profesionalmente muy rápido y tener la oportunidad de ver mundo, conocer a gente fantástica en sociedades muy diversas.

Ponga un ejemplo.

Una empresa de telecomunicaciones de Dubai quería comprar a otra que operaba en países latinoamericanos (Colombia, Paraguay, Guatemala,...) y en africanos como Tanzania. Fui con mi equipo a Dubai y nos plantearon resolverlo en solo cinco semanas. Viajando a todos los países. Parecía Phileas Fogg dando la vuelta al mundo a la carrera. A los tres días de estar en Colombia, viaje a Paraguay. Cuatro después, a Guatemala, y así sucesivamente. Llegó un momento en el que cuando me bajaba de un avión, no tenía claro dónde estaba. Lo importante es que el proyecto salió bien y se materializó la compra. Y nos tomamos una semana de vacaciones porque estábamos reventados.

Durante esos años, estalló desde Nueva York la crisis financiera y se destapó la gran estafa hipotecaria y bancaria que tuvo consecuencias muy negativas en todo el planeta. ¿Cómo lo vivió, en ese ambiente empresarial?

Con mucha inquietud y con sentimientos encontrados, porque había un cierto orgullo por pertenecer a una sociedad tan productiva, tan universal, tan positiva en muchos aspectos. Pero también la confirmación del desencanto y la indignación por algo que no era nuevo: la especulación financiera, y malas prácticas por parte de algunas grandes corporaciones de EEUU. Yo estaba en Nueva York cuando vi a algunos amigos, cargando con sus cajas, salir de la sede central de Lehman Brothers tras ser despedidos cuando quebró ese banco. Y todo lo que vino después, porque España fue de los países europeos más afectados. Miles de españoles fueron a ciudades como Nueva York buscando empleo, aunque fuera lavando platos en restaurantes. Estuve presidiendo el Consejo de Residentes Españoles en Nueva York, y entre las actividades que organizábamos estaba orientar lo que podíamos para que se integraran en la ciudad.

¿Es inevitable que haya burbujas especulativas en nuestro modelo económico?

Seguro que vamos a tener más, pero de menor envergadura. Muchas personas tienen ya la experiencia de haberlas visto muy de cerca y poder detectarlas a tiempo. En mi caso, celebro haber estado en una empresa como Oliver Wyman, a la que desde España se encargó hacer el diagnóstico del 'agujero' de la banca española. Y aguantó las presiones, actuó de manera ética y su dictamen daba el resultado real de su auditoría.

¿Por qué el Gobierno de Chile le ofreció un puesto relevante?

Michelle Bachelet, tras su primera etapa como presidenta de Chile, trabajaba desde Nueva York como directora de ONU Mujeres, agencia de Naciones Unidas especializada en las políticas de promoción de la mujer. Éramos amigos, yo le aconsejaba mucho sobre innovación, emprendimiento, transformación digital,... Cuando en 2014 volvió a ser candidata y salió de nuevo elegida como presidenta, me invitó a formar parte de su equipo y a liderar las políticas digitales, como director de la Agenda Digital de Chile. Fue un cambio total, porque Chile no es Nueva York. Aunque la cultura empresarial y de gestión política es mucho más similar a la norteamericana que a la española.

¿No hubo personas que se molestaran por tener un cargo sin ser chileno?

Fueron muy pocos los comentarios negativos o de desagrado. Chile es un país donde se aprecia a quien llega a aportar lo que ha desarrollado en su carrera profesional. Tiene la vocación de ser punta de lanza en América Latina para las tendencias de innovación. En España cuesta más abrir espacio a quien tiene trayectoria y experiencia internacional. Hay mucha competencia en España protegiendo el espacio propio y no se abren opciones a quien llega desde fuera.

¿Qué aportó al programa Startup Chile, creado por el anterior gobierno?

En mi vocación política se unen los criterios de productividad empresarial con los de impacto social. Siguiendo los criterios de la presidenta Bachelet, logré que no solo sirviera a jóvenes emprededores de la capital, sino de todas las regiones chilenas. Se fortaleció que esa incubadora y aceleradora pública de empresas no solo captara talento internacional, lo que fue un logro impresionante, pues el 80% de los jóvenes talentos que se afincaban procedían de EEUU, Canadá, España, Colombia... y Santiago de Chile estuvo en el puesto 10 del 'ranking' mundial de 'hubs' de emprendimiento. Además, se desarrolló con intensidad un programa de formación en competencias digitales e innovación para todos los colegios y centros de formación profesional del país. Capital humano con igualdad de oportunidades, no solo para las élites.

¿En Chile hay más consenso político y social que en España para los temas de Estado?

Sí rotundo. Chile es uno de los países que mejor hace esa continuidad entre gobiernos de diferentes partidos. Y España es uno de los países que peor la hace. Cuando en las políticas más importantes lo que debe hacerse es mejorar, y concluir lo que quede pendiente, y darle un sello distinto, pero no convertir la ruptura con lo anterior en el único objetivo. En mi experiencia en Chile, tuve la ventaja de que Bachelet tiene el talante de construir sobre lo que ya se estaba haciendo. Y yo también apliqué mi talante constructivo, aliándome con la gente que lo había pilotado anteriormente, y no solamente con los que eran más amigos. Eso es más fácil en el ámbito de la tecnología y la innovación, quienes nos dedicamos a ese mundo compartimos muchas visiones y muchos sueños.

A su regreso a España, ¿cómo ha dado el paso de consultor a emprendedor?

Sigo asesorando a empresas e instituciones, como el Ministerio de Economía, y la Secretaría de Estado de la Agenda Digital, para el texto de la Ley de Startups. Pero sobre todo me he embarcado en un proyecto empresarial propio, que me tiene bien atareado y muy ilusionado: Yoomers, una plataforma de economía colaborativa para compartir comidas hechas en casa. Es como un Airbnb para poner en contacto a personas que cocinan todos los días en su casa con otras que a las que les gusta la comida casera y no quieren almorzar todos los días en un restaurante cuando salen de la oficina.

¿Qué le mueve a ello?

Tiene un componente social importante. El empoderamiento de muchas personas que están solas en casa (ancianos, parados,...) y pueden poner en valor sus dotes culinarias. En lugar de hacerse un cocido para ella sola, puede aprovechar el concepto de economía colaborativa, y ganarse un dinerillo que le vendrá bien para llegar mejor a final de mes, a la vez que comparte cocina y sobremesa. Estamos iniciando en Madrid la fase de prueba, y estamos contentos con la aceptación que tiene. Además, vamos a crear una alianza con la Federación Española de Bancos de Alimentos para que, de cada una de las reservas que se hagan, se les destine una donación.

Pero mucha de la potencial clientela lo que querrá es esa comida casera y no compartir vivencias en casa ajena.

Ofreceremos las dos opciones. La que más me gusta es la primera, propiciando la convivencia y la conversación. Pero también habilitamos la opción de llevar un táper para llenarlo y comérselo a su aire, en un parque o en la oficina.

¿Realmente es viable que Yoomers sea rentable? ¿Habrá personas que coman así de modo habitual?

Lo importante en esta primera fase no tiene que ver tanto con la monetización de esas experiencias, sino más con la difusión del concepto: hay una alternativa para comer como en casa. Y cómo crear un movimiento de gente que se lo pase bien reuniéndose en torno a la comida y hacer un mejor uso de la comida compartida, de la comida de cuchareo. Ya he tenido contactos con inversores para hacer de Yoomers una empresa global. Por mi larga etapa en EEUU, sé del potencial que tienen las startups para convertirse en un movimiento global. Ahí sí se hablará de monetización. Y sí se necesitará una recurrencia para que quienes cocinan alcancen unos mil euros de ingresos.

¿Airbnb es su modelo?

Lo colaborativo ya funciona con las viviendas, o compartir viaje en coche. Recordemos que también había resistencias. Cuando empezó Airbnb, mucha gente decía que no metería en su casa a extraños, y ahora hay millones de personas que alquilan sus habitaciones o apartamentos. Con BlaBlaCar ocurrió lo mismo. Quienes tienen mentalmente más resistencia a los cambios afirmaban: '¿Quién va a meter en su coche a un extraño durante un viaje de dos o tres horas?' Cuando la plataforma digital se convierte en un referente de confianza, la gente empieza a practicar esta economía colaborativa. Si ya se ofrece a extraños compartir el hogar y el coche, ¿por qué no también la comida casera? Sé que al principio Yoomers no será masivo. Pero será una comunidad de gente valiente y muy sociable. Luego, los demás se irán sumando. Y, con suerte, se convertirá en algo como para el gran público.

¿Qué aconseja mejorar en España para la creación de empresas basadas en la innovación?

La formación en competencias digitales es un factor crítico que va a diferenciar a los países que se van a quedar desfasados de aquellos que van a ser los nuevos ganadores. Veamos cómo Corea, Taiwán y Singapur se marcaron el reto de convertirse en referentes tecnológicos. Están sistemáticamente invirtiendo en formar a miles de ingenieros y miles de empresarios digitales. Necesitamos en España universidades y centros de formación más especializados en competencias digitales. Necesitamos que las políticas educativas incidan en este aspecto y ayuden a despertar vocaciones en los niños y las niñas.

¿No se incurre erróneamente en crear un arquetipo del emprendedor en solitario?

Es cierto que cuando se despiertan vocaciones, hay que enseñar a los jóvenes a formar alianzas con otras personas, a ver dónde conectan los puntos de la innovación, a descubrir las oportunidades de mercado. Por ejemplo, en el Derecho es todo el campo de la protección de datos. En la Ingeniería, todo el internet de las cosas. En la Educación, cómo aplicar recursos pedagógicos digitales para que los niños lo experimenten y aprendan mejor. Encauzar el emprendimiento con herramientas digitales es una de las prioridades de estado, de autonomía, de ciudad.

¿Cree factible que los partidos españoles renuncien a la crispación y pacten temas como esos?

En el ecosistema de emprendimiento e innovación, cabemos todos. Los que son amigos, los que no son tan amigos... Todos debemos tirar hacia la misma dirección: la transformación digital y la modernización de España para hacer de él un país más emprendedor e innovador. Todos supone incluir también a las grandes empresas, a las pymes, los emprendedores, a las universidades, a los centros de formación, y a los propios individuos para jugársela y convertirse en empresarios. Necesitamos un cambio de chip, un movimiento basado en la cultura de jugársela, y propiciar segundas y terceras oportunidades tras tener el derecho a equivocarse y aprender para hacerlo mejor.

Antes le pregunté por el lado oscuro de las burbujas económicas. ¿Cómo ve el lado oscuro de la crisis del sistema político español?

Con preocupación, porque la sociedad española está mucho más crispada, y eso es peligroso. Se discute con encono futbolero de tu equipo o el mío. Eso lleva a la polarización, a una vorágine de negatividad y de destrucción, que lleva a apostar por opciones radicales. Mi optimismo se basa en la sensación de que hemos tocado fondo, que no puede haber más desencuentros que los vividos durante los últimos años, y eso dará la posibilidad de tomar impulso hacia arriba. Hay que empezar a preocuparse menos y a ocuparse más, a ponernos todos en manos a la obra, en modo constructivo. No solo en el ámbito político. También en el ámbito empresarial, y en el educativo,...

¿Y si el apriorismo que se impone es el de que todo lo que puede empeorar, empeora?

Llevamos diez años donde la política en España ha estado monopolizada por casos de corrupción en administraciones públicas y empresas, y por el nacionalismo. Están monopolizando el debate público, las energías, el tiempo. Y estoy harto de hablar del nacionalismo. Mientras nos atascamos en un problema doméstico sobre cómo estructuramos el país, y mientras se aplican las vías para erradicar la corrupción, se nos pasa subirnos a la ola de innovación. Donde, si España no juega ahora, se va a quedar desfasada, es algo que no podemos controlar. O jugamos ahora, y nos subimos al tren de vanguardia, o lo perdemos. Y eso luego se convertirá en desempleo, se convertirá en un país menos competitivo, en menos oportunidades, en más pobreza. Esas son las cosas más importantes y se habla muy poco de ello.

¿Qué aconseja?

En lugar de limitarnos al lamento, ponernos en modo constructivo. Dejar al margen a los que solamente quieren crear polémica y frustración. Y mejorar, en los partidos políticos, en las empresas, en las instituciones, en la sociedad, los procesos de autocrítica y de renovación de los liderazgos y de los puestos de responsabilidad. En otros países se aferran menos a la poltrona cuando se cometen errores, cuando la gestión es mala. Debemos evitar el victimismo del “esto es lo que hay y la culpa la tienen los demás”. Ha de ser más fácil dar cabida a nuevas personas, a nuevas ideas. Esto es algo íntimamente relacionado con la innovación. Sin esos procesos para dejar que lo nuevo entre, fluya y cambie las cosas, no tiene sentido esperar que haya innovación. No hay cultura de innovación si no se renueven los liderazgos que gestionan mal.