Una afición heredada que puede costar hasta mil euros al año

10 ene 2017 / 07:00 h - Actualizado: 11 ene 2017 / 08:00 h.
"Caza","La caza apunta alto"
  • Tirso Santos, en el centro de la foto, rodeado por sus compañeros de cacería. / El Correo
    Tirso Santos, en el centro de la foto, rodeado por sus compañeros de cacería. / El Correo
  • Cazadores de la Sociedad de Pedrera. / El Correo
    Cazadores de la Sociedad de Pedrera. / El Correo
  • El guarda de la finca de la Sociedad de Pedrera en su moto. / El Correo
    El guarda de la finca de la Sociedad de Pedrera en su moto. / El Correo
  • Gabriel Santos comparte la afición de su padre.
    Gabriel Santos comparte la afición de su padre.

Más de 200 sociedades de cazadores están federadas en la provincia de Sevilla. Es la forma de gestionar una afición que, para muchos, es «una pasión». Tirso Santos, cazador «desde pequeño», no lo duda: es una afición heredada de su bisabuelo, Curro Valladín, y que ha vivido desde los tres años y compartido con su padre y, ahora también, con su hijo, Gabriel.

«Esto se trae en la carne», corrobora José Antonio Ángel Gómez, presidente del Club Deportivo Sociedad Cazadores de Pedrera. José Antonio asegura que empezó con su padre y continúa con su hijo. De hecho, indica, «cada vez son más los chavales del pueblo que nos piden que organicemos los cursos para obtener la licencia de caza». Ya llevan cuatro impartidos para conseguir este permiso para el que, como mínimo, los aspirantes deben tener 14 años. Otra cosa es el permiso de armas. Este curso, detalla el presidente de la sociedad de Pedrera, lo imparte la Guardia Civil e incluye un curso teórico, uno práctico y un examen psicotécnico, además de variar el requisito de la edad: 14 años siempre que vaya acompañado de un tutor mayor de edad o, para participar solo en la cacería, 18 años.

Este club deportivo se creó en 1974-75 y ha llegado a tener hasta 300 socios –en la provincia de Sevilla se concedieron el año pasado 41.033 licencias de caza–, «pero con la crisis bajaron mucho» y se han quedado en 170-180 socios, que pagan 240 euros al año repartidos en cuatro cuotas. Los miembros de la Sociedad Alcalareña de Caza, otro ejemplo, pagan 460 euros al año en diez cuotas.

Tirso Santos, en cambio, forma una sociedad con 10 amigos que llevan 10 años juntos. Entre todos alquilan cada temporada una finca y cada uno de los miembros invierte entre 800 y 1.000 euros al año. Con estos fondos, además del alquiler, pagan los cartuchos, el gasoil y la comida que comparten los amigos: «Al final se trata de echar un día de campo. Para mí, el buen cazador es el que deja la cacería en un segundo plano y disfruta de la amistad y del campo».

Tirso y su grupo de amigos se encargan de mantener los animales de la finca alquilada. «Repartimos bebederos y nos ocupamos de que siempre tengan agua. También distribuimos comida, sobre todo, trigo, pensando en las especies autóctonas –principalmente perdices o conejos-. Por las aves migratorias no podemos hacer nada». Este cuidado no se limita a los cinco meses que dura la cacería, sino que «nos implica todo el año».

Tanto es así, que la Sociedad de Pedrera tiene contratado a un guarda durante todo el año y otro en verano para vigilar las tierras que les han cedido los agricultores del pueblo y para cuidar el coto, de caza menor: «Se les echa comida. Por ejemplo, la perdiz está en declive en el 90 por ciento de los cotos, pero no en nuestro caso. Además sólo cazamos los domingos de octubre a diciembre», explica su presidente. «No buscamos hacer dinero. Lo que recaudamos con la cuota de los socios y con las rifas y sorteos que organizamos es para el mantenimiento del coto, el puesto de trabajo y medio que generamos y un remanente por si llega alguna denuncia o tenemos que hacer frente a algún imprevisto».

Por ley, todas las sociedades de cazadores están obligadas a tener un 10% de licencias libres para aficionados que vengan de fuera. «Todos los días vienen forasteros, pero nosotros procuramos que el coto sea para el disfrute del pueblo», señala José Antonio Ángel.