Es costumbre entre los alpinistas colocar una bandera en la cima de la montaña cuando ésta se corona. Solían hacerlo los ejércitos cuando conquistaban algún lugar para sus imperios. Y, desde ayer, este gesto también será parte del fútbol y de la historia del Real Betis. La fiel infantería verdiblanca regresó a Heliópolis para ocupar de nuevo el Gol Sur. Algo más de un año ha pasado desde que los béticos pisaron aquel lugar de culto por última vez. Los que nunca fallan volvían a casa y la leyenda del tifo que lucía en el estadio así lo anunciaba: «Hasta el fin de los días. Estandarte de nuestras vidas». Trajeron consigo la bandera que lucía en aquel incómodo gallinero del exilio y, desde el que expectantes, estuvieron nueve meses observando cómo sería su nueva casa. Allí, en lo más alto de la nueva grada, ondeó durante toda la noche. Junto a ella, otra más pequeña que se colocó cuando se terminó el estadio. Símbolos inequívocos de un crecimiento, el del Benito Villamarín, que ahora debe reflejarse sobre el césped.
El equipo no quiso aguar la fiesta y regaló una victoria tan esperada como necesaria. Sí, es cierto, esto no ha hecho más que empezar, pero los béticos necesitan alegrías. Quieren ver a su equipo ganar y falta hacía. En las dos últimas temporadas los verdiblancos sumaron tan sólo 11 victorias en 38 partidos. Empezar ganando no viene mal, mucho menos si enfrente había un equipo que llega de hacer las cosas bien, con buenos jugadores y aspirante a Europa.
Para dar un poco más de dramatismo al asunto hubo que remontar el tanto inicial de los vigueses. El primer gol lo anotó un canterano, Sergio León, que también estaba de vuelta. Como no podía ser de otra forma, en la portería de Gol Sur. Y es que anoche, en Heliópolis, casi todo fue sobre ruedas. Guardado se echó el equipo a la espalda, dejó que Javi García le escoltase en la parcela defensiva y buscó una y otra vez alguien que rematara los balones que puso en el área. Primero fue Sergio y después Feddal, o eso refleja el acta del colegiado, pero es sabido por todos que el primer gol llegó, otra vez, desde la grada.