Iglesias asume que Andalucía atasca el sorpasso: «Aquí estamos mucho peor»

El líder de Podemos constata la distancia que les saca PSOE y PP en esta región, donde el voto rural y más envejecido preserva la hegemonía socialista

16 jun 2016 / 14:58 h - Actualizado: 16 jun 2016 / 17:02 h.
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  • Pablo Iglesias rodeado de seguidores, ayer miércoles, antes de su primer mitin en Andalucía (en Almería).
    Pablo Iglesias rodeado de seguidores, ayer miércoles, antes de su primer mitin en Andalucía (en Almería).

Es verdad que Podemos tiene dos almas, pero no necesariamente esas de las que habla el PSOE para distinguir entre radicales y moderados, acólitos de Pablo Iglesias o Teresa Rodríguez y seguidores de Íñigo Errejón. El espíritu de Podemos nació de la indignación del ciudadano aplastado por la crisis, y ésta no difería mucho de Girona a Málaga, o del mayor al joven. Las características eran más o menos las mismas. Pero la construcción de Podemos como organización política no fue igual en todo el territorio, y su implantación sigue siendo muy distinta. «En Cataluña y País Vasco seguimos teniendo la valoración más alta, y donde la tenemos mucho peor es en Andalucía», admitió este jueves Pablo Iglesias, en la Cadena Ser.

En efecto, el líder del partido violeta constató que la región andaluza, con 6,5 millones de electores, y donde se juega el 17% de los escaños del Congreso (61), obstaculiza el sorpasso al PSOE que vaticinan las encuestas. En las elecciones del 20 de diciembre, Podemos logró más de cinco millones de votos, un 21% del sufragio popular, convirtiéndose en la tercera fuerza política española a un punto y medio del PSOE. Fue la primera en el País Vasco y Cataluña, y la segunda en algunas de las regiones de más peso económico y político, como Madrid o la Comunidad Valenciana. Pero en Andalucía, aunque logró 750.000 papeletas y el 17% del sufragio (10 escaños), quedó 12 diputados por detrás del PSOE de Susana Díaz, que casi duplicó en votos a los podemitas.

Podemos tiene dos velocidades, como España, porque ha crecido a ritmos distintos, como España, rápido en el norte y más pausado en el sur. La organización política se gesta en Madrid, entre un grupo de profesores universitarios y politólogos activistas, pero también teóricos, gente que se nutre de referentes del eurocomunismo, como la profesora Chantal Mouffe o su marido el filósofo, Ernesto Laclau. Ambos son lecturas de cabecera de Errejón, y comparten el interés por repensar la izquierda desde los postulados de Antonio Gramsci: la tesis de la hegemonía cultural, la dialéctica entre pueblo y casta que viene a sustituir el eje tradicional de izquierdas contra derechas.

Gramsci también es un referente habitual del líder de IU en Andalucía, Antonio Maíllo, que en cierto sentido representó una ruptura con las tesis de la dirección anterior, más próximas al marxismo ortodoxo. Maíllo, profesor de Latín, estudioso de los clásicos y dueño de una gran retórica política, tiene mucho en común con Errejón. Pero Maíllo no es el hombre de Podemos en Andalucía. Errejón piensa que el planteamiento anticapitalista ultraizquierdista está caducado, y sin embargo, el partido morado está encabezado en esta región por una gran defensora de esta corriente: Teresa Rodríguez.

Podemos en Andalucía no se ha gestado en el aula magna de una Universidad, sino en huelgas y protestas, a la izquierda de la izquierda, por eso ha acabado aglutinando a activistas natos, como el jornalero Diego Cañamero o el jiennense Andrés Bódalo. Rodríguez cree que IU «se acomodó», incluso llegó a pactar y gobernar con el PSOE. No es una definición uniforme, obviamente, y su estrategia no está exenta de tensiones con la cúpula del partido en Madrid (de ahí el pulso entre Errejón y su mano derecha, el andaluz Sergio Pascual, y la propia Rodríguez). Pero la dirección de Podemos en Andalucía ha sustituido a la izquierda más aguerrida, su voz en el Parlamento se asemeja a la IU de los años 90, la más crispada con el PSOE –«¡el cortijo apesta!», le gritó Rodríguez a Díaz en el Parlamento–, la que más lecciones de altura moral da a los hermanos socialistas.

En el norte, Podemos se levanta sobre las clases medias, se erige sobre un aliento intelectual que no tiene tanto arraigo en Andalucía. Podemos es más fuerte en las ciudades que en el campo, triunfa más entre los jóvenes y adultos que entre los mayores, crece más rápido en un contexto sociocultural alto que en un ambiente deprimido. El partido violeta ha roto el tablero político del bipartidismo, logrando gobernar en algunos de los ayuntamientos más importantes de España (Madrid, Barcelona, Valencia, Cádiz o La Coruña). Pero no en Andalucía, y menos en sus zonas más rurales y entre las capas de población más envejecida, que son las que aún apuntalan al PSOE, el único partido que ha gobernado esta tierra en democracia. “Aquí el reto de Podemos es transitar de esa imagen monolítica de organización masculina, urbana, universitaria, de nivel socioeconómico medio alto, y de nivel cultural solo y exclusivamente alto, a otra imagen en la que Podemos también son las mujeres, lo rural, los mayores, gente de nivel sociocultural medio bajo, porque también somos ese perfil. Ese es el reto que tenemos, y eso no se consigue solo con la televisión, sino pateándose pueblo a pueblo y comarca a comarca”, replicó Rodríguez cuando le preguntaron por las palabras de Iglesias.

Los socialistas enseguida difundieron sus palabras en las redes sociales para ilustrar un enfrentamiento entre los dos líderes de Podemos, algo que ella quiso desmentir de plano. “No es una crítica a Pablo, podría ser incluso una autocrítica, porque yo también voy a platós de televisión. Pero sabemos que eso no llega a determinadas capas de la población andaluza, donde es necesario acudir puerta a puerta, y ese es el reto en esta tierra”, advierte.

Es difícil imaginar la retórica universitaria de Errejón en los pueblos de la Alpujarra granadina, con menos de 5.000 habitantes, pero sí la pulsión entusiasta de Teresa Rodríguez. En política las pasiones tienen un papel esencial, hacen que la gente se identifique con un proyecto, empujan a la gente a actuar, a movilizarse, a votar. Sin ellas, Podemos no existiría.