Valora su renuncia
El órdago de Pedro Sánchez da un vuelco a la legislatura
Si el presidente del Gobierno decide seguir en su cargo, la oposición y los socios parlamentarios desconfían que sería sometiéndose a una cuestión de confianza para intentar así una ratificación parlamentaria de sus apoyos y hoja de ruta. Un blindaje a prueba de resultados electorales, principalmente las catalanas
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, abandona el hemiciclo durante la sesión de control al Gobierno celebrada este miércoles. / David Castro
Iván Gil
La legislatura queda en suspenso hasta el próximo lunes. La decisión de Pedro Sánchez de despejar toda su agenda durante cinco días para meditar sobre su renuncia o su continuidad al frente del Gobierno deja abiertos todos los escenarios. Sea cual sea el camino por el que finalmente decida transitar el jefe del Ejecutivo supondrá un vuelco a la legislatura. Un antes y un después. Con o sin Sánchez. Si decide seguir en su cargo, la oposición y los socios parlamentarios desconfían que sería sometiéndose a una cuestión de confianza, a la que ya lo ha retado Carles Puigdemont. Intentar así una ratificación parlamentaria de sus apoyos y hoja de ruta. Un blindaje a prueba de resultados electorales, principalmente las catalanas.
La otra opción sería seguir en La Moncloa tras agitar un debate obligando al resto de fuerzas a posicionarse ‘conmigo o contra mí’. Apuntalar el bloque de investidura frente a la alternativa "trumpista" de PP y Vox. Lo que el líder de los populares, Alberto Núñez Feijóo, ha tildado de “victimización” como estrategia para movilizar a los suyos ante el ciclo electoral. Y es que la razón esgrimida por Sánchez para “parar y reflexionar” es la “gravedad de los ataques” a su esposa, Begoña Gómez, tras conocerse este miércoles que un juzgado de Madrid la investiga por tráfico de influencias.
Desde Sumar, ERC, Bildu o Podemos brindaron un apoyo cerrado y con empatía por sufrir “lawfare”, la guerra sucia judicial que los independentistas han denunciado haber padecido. En las filas socialistas, donde la mayoría dirigentes se reconocían en “shock”, el órdago de Sánchez ya dejó entrever una inusual cohesión con un cierre de filas de los barones más críticos, como Emiliano García-Page y Javier Lambán, y hasta el aliento para seguir adelante de José Luis Ábalos. En sus casos, defiendo su liderazgo frente a los ataques personales y la estrategia de PP y Vox.
En la carta a la ciudadanía donde Sánchez trasladó su decisión acusa a Alberto Núñez Feijóo y a Santiago Abascal de una “estrategia de acoso y derribo”. En connivencia “junto a una galaxia digital ultraderechista y la organización Manos Limpias”, quien puso la denuncia que dio lugar a la apertura de diligencias previas. Desde el Gobierno se afanaron durante las horas previas al anuncio en calificar de “denuncia falsa” y “montaje” judicial, deslizándose por la pendiente del ‘lawfare’.
Sánchez, por su parte, consideró que la investigación a su mujer carece de fundamento y la enmarcó en el “fango en el que la derecha y la ultraderecha pretenden convertir la política". Ya en la sesión de control al Gobierno, Sánchez apuntó que "en un día como hoy y después de las noticias que he conocido, a pesar de todo, sigo creyendo en la justicia de mi país". Fue su respuesta al portavoz de ERC, Gabriel Rufián, que le había preguntado si seguía creyendo en la justicia al entender que ahora el jefe del Ejecutivo estaría "sintiendo en sus carnes la guerra sucia”.
Renuncie o no, de lo que no hay duda es de que el órdago de Sánchez ha reconfirmado apoyos, cohesionado al partido de cara a las próximas citas electorales y resituado el debate en el mismo punto que lo llevó a mantenerse en Moncloa en las elecciones generales. La dicotomía entre democracia y retroceso, entre política útil y “fango”.
Presión para seguir adelante
Si la decisión de Sánchez pasa por renunciar, los escenarios que se abren son los de proponer a otro candidato a la investidura a abrir una fase de transición hasta que se puedan convocar elecciones. Esto es, el próximo 23 de julio. Las Cortes Generales no pueden disolverse antes del 29 de mayo -un año después de la anterior disolución- y, desde entonces, deben transcurrir 54 días hasta la celebración de las elecciones.
En cualquiera de ambos casos, los que el núcleo duro del presidente y buena parte de los dirigentes territoriales quieren evitar, la vicesecretaria general y vicepresidenta primera es la mejor situada para el relevo. Una transición sin la agitación interna que implicaría abrir un proceso de este tipo tras perder el Gobierno y con la garantía que Sánchez no tendría de otro modo para conducir su sucesión. Al menos temporalmente.
Las presiones para no seguir estos dos caminos se dejaron ya sentir la pasada noche, tanto en declaraciones públicas de dirigentes como en la reunión que se produjo en el Palacio de La Moncloa. “Aguantará, por supuesto que sí. Es una decisión absolutamente personal, pero esa carta que manda a los ciudadanos de este país para que lo lean y hagan una reflexión crítica, invita a la reflexión”, apuntaba la presidenta de Navarra, María Chivite. El “estamos contigo” y los ánimos para no desfallecer ante las “líneas rojas” traspasadas por PP y Vox centraron la mayoría de mensajes de públicos de ministros y dirigentes.
Impulso o sucesión tranquila
Los principales colaboradores de Pedro Sánchez se desplazaron al Palacio de La Moncloa antes de que el presidente del Gobierno anunciase su intención de cancelar su agenda para reflexionar sobre su continuidad. Como ya ocurrió cuando tomó la decisión de adelantar las elecciones generales, en este cónclave estuvieron presentes la vicepresidenta primera y vicesecretaria general del PSOE, María Jesús Montero, el ministro de Presidencia y Justicia, Félix Bolaños, su jefe de gabinete, Óscar López y el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán.
La mayoría de las fuentes socialistas consultadas tras el anuncio reconocían que esta mañana nadie podía imaginarse este giro de guion, pero quienes estuvieron con el presidente del Gobierno durante su breve estancia en el Congreso para la sesión de control coincidían en que anímicamente estaba tocado. “Destrozado”, según otras fuentes. "Llegados a este punto, la pregunta que legítimamente me hago es ¿merece la pena todo esto? Sinceramente, no lo sé. Este ataque no tiene precedentes, es tan grave y tan burdo que necesito parar y reflexionar con mi esposa", relataba luego en su carta.
Sánchez, un dirigente con una trayectoria inverosímil y bregado en mil batallas, apenas había exteriorizado con anterioridad síntomas de flaqueza. En los próximos días se verá si trata de un punto de inflexión en su biografía política, para coger impulso como cuando fue obligado a dimitir de la secretaría general y luego se recompuso para recuperarla, o un punto y final pensando en una sucesión tranquila.
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