Día de las Fuerzas Armadas
El día D en la playa de San Lorenzo: así fue la espectacular exhibición militar en Asturias que presidió el Rey y congregó a miles de personas
Los simulacros de un abordaje a terroristas y de un rescate a civiles en un país en guerra, reyes del espectáculo del DIFAS en San Lorenzo
El Rey, cercano y risueño con los miles de personas que abarrotaron la bahía de San Lorenzo de punta a punta tras horas de espera por un buen sitio
Sandra F. Lombardía
Un abordaje para neutralizar una embarcación terrorista, un desembarco militar para rescatar a españoles atrapados en un país en guerra y dibujos acrobáticos en el cielo con los colores de la bandera de España. El Día de las Fuerzas Armadas (DIFAS), como preámbulo del gran desfile previsto este mediodía en Oviedo, desplegó ayer en Gijón toda una demostración de fuerza con exhibiciones por tierra, mar y aire a los pies de la playa de San Lorenzo. Junto a los más de 2.000 militares que participaron en la puesta en escena y los varios miles de personas que abarrotaron toda la bahía, presidió el acto el Rey Felipe VI, cuya presencia motivo un férreo despliegue de seguridad.
La revista naval comenzó puntual y cuando aún quedaba más de media hora de margen para la llegada de las autoridades a sus palcos, habilitados en unas gradas provisionales en el entorno de la escalera 12. Tampoco todo el público a pie de playa había cogido aún sitio, quizás, porque se temía que el saludo entre buques solo pudiese verse desde los miradores del Cerro de Santa Catalina o La Providencia, que empezaron a llenarse antes. Aún así, muchos de los asistentes se llevaron ayer prismáticos y cámaras con teleobjetivos para no perderse detalle, pero lo cierto es que no hizo del todo falta. Al gigante gris que es el "Juan Carlos I", el portaaviones de la Armada –y con sus 260 metros de eslora–, se le veía desde cualquier punto y a cualquier distancia de la playa. Un locutor, por si acaso, narraba lo que pasaba a dos millas de la arena. Desde cualquier punto de Gijón con vistas al mar se pudo ver al gigante blanco del "Juan Carlos I", el portaaviones de Armada, que con sus 260 metros de eslora es el mayor buque que posee la nación. Lo seguían las fragatas "Blas de Lezo" –otra de las joyas de la corona de la Armada– y "Santa María", así como el buque de asalto "Galicia" y el "Intermares", y los cazaminas "Tajo" y "Tambre", que estos días durmieron en el puerto de Avilés. El Rey para este inicio del acto en Gijón se encontraba a bordo del patrullero de altura "Atalaya", que navegaba hacia el oeste y en dirección contraria al resto de buques. Es lo que se llama "situación de vuelta encontrada".
Terminado el homenaje al Rey, y mientras éste regresaba a El Musel y se desplazaba protegido por una comitiva de vehículos hasta San Lorenzo, el resto de invitados y el grueso del público tomó posición y guardaron sus prismáticos. Su llegada la anunciaron con vítores aquellos que habían cogido sitio más al este de la playa, que trataron de ganarse una visita "exprés" del monarca llamándole a gritos y dando aplausos, pero que quedó en nada. El jefe del Estado llegaba con el tiempo justo para hacer el recibimiento oficial y se tuvo que limitar, aunque risueño y cercano, a estrechar las manos de quienes se habían quedado esperando en el tramo más próximo a la escalera 12.
La exhibición en la playa empezó coloreando el cielo. Saltaron desde un avión, a 2.000 metros de altura, cinco integrantes de la Patrulla Acrobática de Paracaidismo del Ejército del Aire (PAPEA). Tres de ellos lo hicieron en caída libre en su primer tramo y alcanzaron una velocidad estimada de hasta 200 kilómetros por hora, según se dijo por megafonía. Todos llevaban paracaídas ilustrados con la bandera de España y los tres primeros en aterrizar sobre el arenal lo hicieron tan rápido que en el público se escucharon gritos ahogados de quienes pensaban que algo había salido mal. Pero los tres cayeron cayeron de pie, firmes, motivando la primera gran ovación del día. Los otros dos paracaidistas descendieron más despacio para lucir una bandera española de 70 metros cuadrados y para saludar a la ciudad con varias maniobras. Fue honor del sargento Pablo García Matanza aterrizar a solas sobre el arenal con la gran bandera.
Después llegó el desembarco. Fue quizás uno de los momentos menos visibles de la jornada para quienes se encontraban más lejos de las últimas escaleras de la playa, pero también el más espectacular. Desde megafonía ayudaron a situar al público: "En un país lejano, se acaba de desatar una inesperada guerra civil y varios ciudadanos y diplomáticos españoles tienen que ser evacuados". La premisa sirvió para ejemplificar lo que en el gremio se denomina una operación anfibia. Primero, unos aviones "Harrier", con unos motores ensordecedores, sobrevolaron el arenal en busca de enemigos. Mientras el "Juan Carlos I" y el "Galicia" soltaban varias embarcaciones. Sus militares, junto a otros que se descolgaron desde helicópteros, tomaron la playa de San Lorenzo con rifles de fogueo, "disparando" al público de las gradas y quedándose a pocos metros del propio paseo. Le quitó un poco de tensión al asunto los pilotos de los helicópteros, que saludaban con la mano, sonrientes. Por megafonía se transmitió las conversación por radio de los distintos equipos implicados, que pidieron en dos ocasiones ayuda a los helicópteros asegurando que estaban siendo atacados. Asegurado el terreno –el piloto del apoyo aéreo confirmo que se había "neutralizado" al enemigo–, llegaron las embarcaciones. A bordo de ellas entraron a la arena varios "VAMTAC", unos vehículos equipados con metralletas culminando el rescate.
Los "Harrier" volvieron a tener su momento de protagonismo justo después, en un espectáculo que comenzó con una "pasada lenta" y que incluyó una maniobra de "estacionado", con el avión quieto pese al viento, que los expertos aseguraron que era "muy arriesgada". Cuando el vehículo se acercaba mucho al mar, el agua se elevaba y creaba una especie de bruma.
Tras los "Harrier", llegó el turno de la Guardia Civil, que hizo otro pase de película, en su caso, simulando un abordaje a una embarcación terrorista liderada por la Unidad Especial de Intervención (UEI) con apoyos marítimos y aéreos. La recreación motivó varias maniobras arriesgas entre la embarcación "enemiga" y la de la Guardia Civil, que se perseguían. La intervención del buque "Río Luna" y un helicóptero con dos tiradores "neutralizaron" a este barco rival. Con estos teloneros, el espectáculo del helicóptero "Tigre", parecía que, en comparación, iba a ser menos espectacular, acabó sumando a su acrobacias una exhibición que parecía casi un desfile de moda. El locutor explicaba las muchas habilidades del helicóptero mientras éste se lucía de frente y por abajo y se daba varias vueltas. Pocas veces se podrá ver un helicóptero militar a este nivel de detalle.
La exhibición en Gijón, que pese a los 14 nudos de viento no presentó ningún incidente, terminó también con colores y por los aires, esta vez, a cargo del Ejército del Aire y del Espacio –que sobrevoló las gradas con decenas de vehículos– y de la "Patrulla Águila", esta última ya conocida para cualquier amante del Festival Aéreo y cuyo locutor, Luis Verjano, convirtió el desfile en una fiesta. Evitó el silencio institucional entre pase y pase que había reinado hasta entonces y puso música bailable. Sonó reguetón y sonó "Eye of the Tiger" mientras los seis pilotos volaban del derecho y del revés y dibujaban espirales y corazones en el cielo. Fueron, por tanto, los más aplaudidos, sobre todo cuando, al cierre, las estelas de los aviones, rojas y amarillas, dibujaron la bandera de España en el aire. El público se puso de pie en cuanto escuchó el inicio del himno nacional, que puso el broche al acto.
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