ELECCIONES EUROPEAS

La campaña de las europeas más enconadas baja el telón entre “remontadas”, “empates” y el plebiscito Sánchez-Feijóo

La política doméstica y, sobre todo, la imputación de la mujer del presidente terminó acaparando una campaña en la que se habló poco de Europa y mucho de los efectos nacionales que tendrá el resultado de este domingo en unas elecciones muy reñidas

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. / AGENCIAS

La campaña de las elecciones europeas ha durado como todas, quince días, pero la sensación generalizada es que ha sido mucho más. Quizá porque este 9 de junio termina un ciclo electoral que ha durado un semestre con cuatro convocatorias seguidas. Y porque el debate de la campaña -que en España se ha centrado muy poco sobre el futuro de Europa- ha sido todavía más intenso de lo previsto. La primera semana comenzó con una crisis diplomática de primer orden con Argentina después de que Javier Milei interviniera en un mitin de Vox. El PSOE cogió fuerza para agitar de nuevo el peligro de que la ultraderecha avance en el continente a partir de este domingo y trató de zarandear al PP, precisamente, por sus alianzas. Sánchez volvió a recuperar el choque con Milei en las últimas horas de campaña para personificar el su figura el miedo a la "internacional ultraderechista".

El Gobierno también aprobó el reconocimiento del Estado palestino y ayer mismo fue el primer país de Occidente en sumarse al proceso de la Corte Internacional de Justicia contra Israel por la guerra en Gaza. En medio se aprobó definitivamente la ley de amnistía y el PP volvió a ondear la bandera que ha protagonizado meses de dura oposición y que desde hace semanas había quedado en un segundo plano. Que el Gobierno haya evitado publicarla en el BOE antes de los comicios también ha dado alas a los populares para poner frente al espejo la única ley que concitó el apoyo de todos sus socios. Y a pesar de todo ha sido la imputación de la mujer del presidente del Gobierno por corrupción en el sector privado y tráfico de influencias lo que, fuera de toda duda, ha acaparado la conversación pública.

El PP lo ha exprimido hasta el último minuto, convencido de que, con independencia del recorrido judicial, es “un escándalo inaudito” que una investigación en esos términos haya llegado a la Moncloa después de que Begoña Gómez recomendara por carta a una empresa que resultó adjudicataria de concursos públicos. El PSOE pasó al contraataque y lo que parecía un asunto de debilidad ha terminado convirtiéndose en un arma electoral para el presidente, que no solo escribió su segunda carta a la ciudadanía señalando al juez del caso, sino que exhibió el apoyo a su esposa en un mitin esta misma semana. Los socialistas, de hecho, creen que el caso movilizará a los suyos por visibilizar una "burda estrategia" en su contra.

Con todo, lo que empezó siendo un plebiscito del PP contra Sánchez, fundamentalmente por las alianzas con los independentistas y la propia amnistía, ha terminado siendo una segunda vuelta de las generales para los dos grandes líderes. Un plebiscito para ambos. La campaña europea se ha convertido en una prueba de fuego tanto para Sánchez como para Feijóo. Y mientras que el líder conservador ha moderado las expectativas -partían de una clara ventaja en las encuestas excepto el CIS que daba como ganador al PSOE- apelando a sus electorales para evitar “el empate”, los socialistas se han ido creciendo hasta el punto de asegurar que pueden ganar estas elecciones tras una "remontada". Que la lectura el domingo por la noche será nacional ya nadie lo duda. Aunque más allá de lo que ocurra el 9J, el otro gran asunto de incertidumbre para la legislatura está, en realidad, en la gobernabilidad de Cataluña.

La importancia de estos comicios para legitimar en las urnas la hoja de ruta del Gobierno tras sus pactos de investidura queda patente en cómo el PSOE ha forzado su maquinaria en la recta final de campaña. Una sucesión de golpes de efecto, sobre todo desde que tomó una nueva deriva el caso Begoña Gómez, y el anuncio sobre la Corte Internacional. De hecho, confían en darle la vuelta al plebiscito para que lo que se deslegitime en las urnas sea la estrategia de la oposición y el liderazgo de Feijóo.

PSOE: Afianzar la gobernabilidad

"Las elecciones europeas son un plebiscito para Feijóo", aseguraba en las últimas horas la candidata del PSOE, Teresa Ribera, abonada al clima de "remontada". Un objetivo para el que los socialistas tratan de concentrar el voto progresista, acaparando banderas como las de la causa palestina o dibujando estos comicios con la dicotomía de PSOE o ultraderecha.

Los socialistas han tratado en el cierre de campaña de empujar la movilización, clave en todas las elecciones y más todavía en unas donde tradicionalmente la participación no supera el 50% y se impone el voto de castigo al partido en el Gobierno. Las apelaciones a los indecisos de última hora, especialmente a los jóvenes y mujeres, fueron constantes siempre desde el miedo a la pérdida de derechos que vinculan a las formaciones conservadoras.

El PSOE busca doblar el brazo a la oposición o, al menos, coger oxígeno en una legislatura que no acaba de estabilizarse. El refuerzo en las urnas les permitiría encarar con mayores garantías las negociaciones clave de la legislatura que se amontonan para después del 9J. Los Presupuestos serán la principal carpeta a abordar y que el ministerio de Hacienda quiere acelerar a la espera de una investidura en el Parlement de Catalunya. La relación entre los socios, con Sumar optando por marcar mayor perfil propio ante la competición de Podemos, es otro de los asuntos pendientes, así como el paquete de medidas en regeneración democrática y la perenne negociación para desbloquear el CGPJ.

PP: "Ganar para que la legislatura se acorte"

El mensaje de Feijóo, en cambio, ha ido en la dirección opuesta. “No caer en los errores del pasado” dicen en Génova y también públicamente lo ha hecho Isabel Díaz Ayuso, para evitar la frustración que vivieron en las generales de julio. “No demos nada por hecho. No votar al PP es votar a Sánchez. No hay otra opción”, repitió Feijóo a lo largo de este viernes, con la clara intención de unificar el voto de la derecha bajo sus siglas. No solo para evitar el crecimiento de Vox (que lo hará), sino consciente de que el voto dispersado dificulta un margen sólido sobre los socialistas.

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En el PP están convencidos de que mantienen la victoria, como marcan los sondeos. Pero Feijóo persigue una victoria clara para que la lectura de castigo a Sánchez sea inequívoca y, sobre todo, porque el mensaje que Génova necesita conseguir el domingo por la noche es que el PSOE vuelve a perder unas elecciones y eso “acorta la legislatura”, dicen en el entorno del conservador. “Si no hay empate y el PP gana la luz se verá al final del túnel” ha sido el otro mantra de Feijóo en busca de que su electorado comprenda que las europeas no son otras elecciones comunitarias, sino que tendrán muchos efectos en la política nacional. También en el liderazgo del PP si no se ven cumplidos los objetivos.

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