Perfil de la candidata del PSOE

Teresa Ribera, la maestra climática de Sánchez que llega a comisaria de la UE

Conoció al jefe del Ejecutivo en 2009, cuando este acababa de llegar al Congreso y necesitaba orientaciones sobre el cambio climático

Teresa Ribera, el pasado 24 de mayo en la sede del PSOE.

Teresa Ribera, el pasado 24 de mayo en la sede del PSOE. / JOSÉ LUIS ROCA

Siempre que compartía un mitin con Teresa Ribera, Pedro Sánchez hacía la misma broma. El presidente del Gobierno explicaba al auditorio que cuando acudía a las cumbres internacionales con la vicepresidenta tercera del Gobierno, ministra de Transición Ecológica y cabeza de lista del PSOE en las elecciones europeas del pasado junio, los demás invitados, vengan de donde vengan, miran a la pareja con extrañeza y se preguntan: "¿Quién es ese que va con Teresa Ribera?".

La frase tenía un éxito dispar, algunas veces provocaba más risas y otras menos, y como gran parte de los mensajes que se lanzan en campaña, suponía una exageración. Pero también hay una parte de realidad. La política socialista, una dirigente con mucha experiencia en la gestión y poca en los actos electorales del PSOE, partido al que no se afilió hasta 2011, se ha labrado un importante prestigio fuera de España. La denominada “excepción ibérica” (el mecanismo que limita los precios del gas para generar electricidad en España y Portugal) y las negociaciones en las sucesivas cumbres del clima, como la última, que sirvió para sellar un histórico acuerdo sobre los límites a los combustibles fósiles, la han convertido en una de las principales referentes en su campo.

Por eso Sánchez siempre tuvo claro que debía ser ella quien encabezase la lista en las últimas elecciones, y así se lo trasladó ya a finales del año pasado, según fuentes de la dirección del PSOE. Ribera, nacida en Madrid en 1969 y madre de tres hijas, puso en un primer momento pegas. Consideraba que su papel seguía estando en España, liderando la lucha contra el cambio climático, y solo aceptó tras un infructuoso tanteo a Josep Borrell. 

Pero los planes no pasaban por que la vicepresidenta, después de que los socialistas obtuvieran 20 eurodiputados frente a los 22 del PP, ocupe un escaño en la Eurocámara. Su destino, reconocía ella misma, estaba en la futura Comisión Europea, en un puesto relacionado con las áreas a las que siempre se ha dedicado: el clima y la energía. Finalmente será la socialista con más peso en Europa al ostentar una vicepresidencia ejecutiva, junto a la cartera de Competencia y Transición Verde. Fueron esos conocimientos los que la llevaron a conocer a Sánchez en un primer momento.

Las "charlas" con el nuevo diputado

Septiembre de 2009. Sánchez acaba de entrar en el Congreso de los Diputados en sustitución de Pedro Solbes. Entre otras funciones, está adscrito a la Comisión de Medio Ambiente, una materia que le resulta un tanto ajena. Necesita orientación. Así que recurre a Ribera, que entonces era secretaria de Estado de Cambio Climático, y ambos mantienen varias “charlas” (en el entorno de la vicepresidenta rechazan la palabra "clases"), una relación que fue estrechándose con el tiempo, hasta que Sánchez fue elegido secretario general del PSOE en 2014 y siguió contando con ella.

Primero, durante la etapa de Sánchez liderando la oposición al PP, Ribera formó parte del llamado “Gobierno en la sombra”, un grupo de dirigentes socialistas que replicaban a los ministros de Mariano Rajoy. Después, con la moción de censura de 2018, pasó a dirigir el Ministerio de Transición Ecológica, un puesto en el que continúa, aunque desde 2020 ejerce también de vicepresidenta. De ese primer Ejecutivo de Sánchez solo continúan cinco miembros, sin contar al jefe del Ejecutivo: María Jesús Montero, Margarita Robles, Fernando Grande-Marlaska, Luis Planas y la propia Ribera. 

Logros y callos

En su caso, por poco tiempo. En la Moncloa daban por hecho que la candidata socialista entraría a formar parte de la próxima Comisión Europea, abandonando un ministerio desde el que ha logrado aprobar medidas de gran alcance y pisado algunos callos. Su tono más especializado, "excesivamente técnico" para algunos, le ha llevado a tener que lidiar en varias ocasiones con la oposición desde dentro de las propias filas del PSOE. Sin esperar a que pasasen las últimas elecciones municipales y autonómicas, Ribera aceleró el decreto para el recorte en el trasvase del Tajo-Segura, una decisión a la que urgía Bruselas y que le generó un frente con el entonces presidente valenciano, el socialista Ximo Puig. El PSOE de Alicante secundó las protestas promovidas por los regantes y la Generalitat Valenciana, con Puig al frente, promovió un recurso al Tribunal Supremo a favor del trasvase. La diligencia para ajustarse a la normativa europea y el rechazo a “políticas cortoplacistas” se antepuso a cualquier otro cálculo.

Diferentes federaciones también se levantaron en contra del plan de conservación del lobo ibérico. Los socialistas gallegos unieron sus votos a los del PP para votar en contra en el Parlamento de Galicia y el grupo parlamentario del PSOE en Asturias se desmarcó en otra votación. Su posición sobre Doñana, que finalmente remató en un acuerdo con la Junta de Andalucía, no siempre contó con el respaldo de los socialistas andaluces. En un principio, el PSOE de Huelva se posicionó a favor del aumento de los regadíos y el grupo parlamentario hasta llegó a abstenerse en una iniciativa en esta línea que Ribera había calificado de “ilegal” y una "barbaridad”. Sánchez siempre le otorgó autonomía en su gestión, marcando unos tiempos que no siempre coincidían con los intereses electorales de algunos barones. 

Durante la campaña electoral, Ribera dejó a un lado su discurso especializado para abrazar un tono más coloquial y aguerrido. No era su hábitat natural. “Ella no había trabajado mucho este formato hasta ahora, pero está descubriendo que le gusta -señalaba uno de sus principales colaboradores-. Empieza a disfrutar de los mítines. Y se nota que está más suelta”.

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