Segundo llamamiento a entrar en la ciudad

Ceuta, de nuevo en tensión por la presión migratoria

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José Luis Roca

Juan José Fernández

Ha llegado el final de Septiembre y la frontera entre Marruecos y Ceuta vive de nuevo un fin de semana de tensa espera. En redes sociales volvió a hacerse un llamamiento a los jóvenes marroquís -esta vez no tan viral- para tratar de entrar en la ciudad de nuevo el 30 de spetiembre, tras el intento frustrado del pasado día 15 que se saldó en violentos choques entre las fuerzas de seguridad marroquís y grupos de adolescentes, menores y adultos que trataban de ganar a nado territorio español.

De cara a una nueva intentona, la policía marroquí obturar el acceso de jóvenes a las cercanías de Ceuta. Sigue prohibido en Marruecos a los menores no acompañados tomar el autobús o el tren, y Tetuán y Tánger son escenario intermitente de controles de documentación de personas no residentes.

Marruecos acreditó ante España y la UE que emplea a fondo a la gendarmería y los auxiliares mekhaznis militarizados en una dura represión de la inmigración ilegal, consecuencia de los acuerdos que el Gobierno de España y la Comisión Europea cerraron con Rabat -como con otros gobiernos de países africanos de origen y tránsito de migrantes- a lo largo del año, y que convierten a Ceuta y su vecina marroquí, Castillejos, en uno de los tapones de África.

Abordando esta tensión en la frontera, EL PERIÓDICO ha elaborado esta semana un despliegue informativo especial, que se ha centrado en uno de los escenarios de la actual crisis migratoria, uno de los puntos de origen de un enconado debate político y territorial en España, sobre un fenómeno que coloca a la democracia liberal ante sus propias contradicciones.

El documental

Fruto de esta mirada a la crisis es el videorreportaje que ilustra esta pieza informativa. En el documental, los principales protagonistas son los nadadores. De algo más de 2.000 personas que Interior cuenta como casos de entrada de inmigración irregular en Ceuta por vía terrestre en lo que va de año, una porción no cuantificada pero mayoritaria la forma una clase especial de migrante, jóvenes que no pueden pagarse una patera para llegar a la península, que rascan donde pueden 100 euros para adquirir un traje de neopreno, unas aletas y una rueda de goma, el equipo con el que arrojarse al mar y tratar de llegar a España nadando.

Cinco de estos "nadadores" -así los llaman en Ceuta- han dado testimonio a este diario de PRENSA IBÉRICA. En todos los casos relatan que se tienen que tirar al agua cada vez desde más lejos, según la gendarmería marroquí va impidiendo el acceso a las playas fronterizas, y que los siete kilómetros que mide ya una de las rutas migratorias más cortas del mundo les llevan entre cuatro y seis horas de bracear en agua fría.

Este verano, por primera vez se ve a mujeres intentándolo también. Y alguna que lo ha conseguido se ha hecho famosa entre el público marroquí de redes sociales.

Esas redes sociales de consumo en el Magreb difunden mensajes triunfales, de nadadores que se hacen fotos al tocar suelo español, atendidos por la Cruz Roja o interceptados por la Guardia Civil, y ya a salvo. Pero no todo es triunfo en una costa de corrientes cambiantes, según mande la marea, y grandes nieblas de madrugada.

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En lo que va de año, medio centenar de muchachos ahogados han ido a parar al cementerio musulmán ceutí de Sidi Embarek, punto final de aventuras trágicamente truncadas. No se dispone de datos oficiales acerca de cuántos cuerpos de ahogados ha devuelto el mar al otro lado del espigón del Tarajal, en playas de Marruecos.

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