Terrorismo islamista

Un colaborador de los terroristas del 17-A, expulsado a Marruecos

Interior revocó el permiso de residencia a Saíd Ben Iazza, vinculado a la célula que atacó en la Rambla de Barcelona y Cambrils,

Said Ben Iazza sigue el juicio del 17A, en una imagen de noviembre de 2020. / POOL Fernando Villar

Juan José Fernández

Tras cumplir condena trató de quedarse en España, el país al que había emigrado escondido en los bajos de un camión, pero el Estado ha negado la posibilidad de seguir haciendo aquí su vida a Saíd Ben Iazza, colaborador de la célula terrorista que atacó en la Rambla de Barcelona y Cambrils, dejando 16 muertos y 300 heridos .

Condenado por su relación con los terroristas del 17-A, Ben Iazza fue expulsado el pasado mes de abril a Marruecos por Interior, según ha adelantado El País y confirman a El Periódico fuentes policiales.

La expulsión se llevó a cabo una vez concluido del todo el trámite judicial sobre su persona. Inicialmente, en 2020, la Audiencia Nacional le había condenado a ocho años de prisión por su implicación como ayudante en los atentados de agosto de 2017. La pena llevaba aparejada la decisión de Interior de revocarle el permiso de residencia en España, que se activó con una primera salida de la cárcel, pero que la Justicia dejó en suspenso hasta que se examinara su recurso contra la condena.

La abogada de Ben Iazza había apelado por supuestas vulneraciones del derecho de defensa, tutela judicial efectiva y presunción de inocencia. En noviembre de 2023, en la revisión en el Tribunal Supremo de los recursos contra la sentencia del 17-A, obutvo una rebaja de su pena a 18 meses de prisión. Terminado todo el proceso, Interior reactivó su procedimiento, expulsándolo finalmente en abril de este año.

Colaborador

En un informe elevado al juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu durante la instrucción del caso, la Guardia Civil consideró a Saíd Ben Iazza un colaborador clave del grupo de terroristas de Ripoll, pues que “cediera su documentación y su vehículo fue un hecho de vital importancia” para el “plan inicial de la célula terrorista”.

Ben Iazza era un joven de 23 años sobrino del carnicero marroquí de Vinarós (Castellón) cuando cometíó el peor error de su vida. Había llegado en 2010, a los 16 años, tras uno de esos dramáticos trayectos de la inmigracion irregular, en este caso desde Tánger, manteniéndose en su escondite durante toda la travesía en el ferry que arribó a Algeciras. Aquí fue un menor migrante no acompañado. Estuvo dos años en tres centros de acogida de Barcelona. Cuando alcanzó la mayoría de edad, con las manos vacías se presentó en la carnicería Afoulki que regentaba un tío suyo.

Said Ben Iazza, en una foto del fichero de procesados por los atentados del 17-A / El Periódico

El sobrino del carnicero no tenía mucha vida social en Vinarós. A la Guardia Civil le contó que trabajaba siete días a la semana de ocho de la mañna a diez de la noche. Quizá su aislamiento facilitó la seducción que sobre él ejercieron Younes Abouyaqoub, autor material de los atropellos de La Rambla, y Mohamed Hichamy, que capitanéo el ataque en Cambrils. Por marzo de 2017, los dos terroristas comenzaron a ir una vez cada 15 días a comprar carne halal al comercio, y fueron haciendo amistad.

En el verano le pidieron un favor: que les prestara la furgoneta del tío y su DNI. Con eso iban a intentar comprar en la área de Reus y transportar bidones de peróxido de hidrógeno- (agua oxigenada) y otros componentes para fabricar los explosivos que terminaron estallando- en el chalet que ocupaba la célula en Alcanar.

Dudas razonables

A Iazza lo condenó un tribunal presidido por el magistrado Alfonso Guevara. Lo consideraron colaborador necesario en la matanza, asumiendo la visión de la Fiscalía. Otras acusaciones, como la de la Generalitat, habían pedido para él 78 años de cárcel. Pero el Supremo apreció dudas sobre su intención. En la cárcel y ante las Fuerzas de Seguridad, Iazza siempre sostuvo que él solo quiso ayudar a unos amigos, que confiaba en ellos pero que no sabía que planearan matar a nadie. La Guardia Civil nunca le creyó. El alto tribunal estimó finalmente que Iazza cometió una imprudencia grave. "No consideramos suficientemente acreditado que contara con una sospecha cualificada" sobre las intenciones de sus amigos, sostuvo la sentencia final.

Iazza cumplió parte de su condena en la prisión de Morón de la Frontera, Sevilla, y posteriormente en Castellón. Estuvo en Sevilla en régimen de "aislamiento controlado", según contaron en su día sus vigilantes a EL PERIÓDICO. No protagonizó incidentes intramuros, ni tampoco participaba en acividades de formación o reinserción, aunque sí pedía revistas para leer, lamentaba no poder acceder a redes sociales y se pasaba las horas escuchando música. Por entonces, su autor preferido era el cantante pol Chab Rachid.

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Una vez en libertad, con la pena de 18 meses ya cumplida cuando se emitió, volvió a Castellón, pero sus intentos de trabajar y establecerse fueron en vano: duraba en los empleos lo que tardaba el jefe en enterarse de por qué había estado en la cárcel. La Audiencia Nacional, a instancias de Interior, acordó su expulsión, que se llevó a cabo en abril en un vuelo con destino a Casablanca.

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