Comunitat Valenciana

Análisis de la reforma del Consell valenciano: Mazón lo fía todo al alto militar

La crisis de gobierno, y la expectación generada en torno a ella, con goteo (calculado) de nombres, se sostiene solo en torno a un nombre, el del teniente general Gan Pampols

Carlos Mazón. / EFE

Alfons Garcia

Tres rasgos resumen la remodelación del Consell ejecutada por Carlos Mazón tras la riada: la preeminencia del teniente general Francisco Gan Pampols, el aumento de peso político de Susana Camarero y la suelta de lastre de las dos conselleres más señaladas por la dana.

En número se puede considerar una reforma importante (cuatro miembros del Consell nuevos, de once), pero no en su contenido. Las tres grandes áreas de la gestión pública permanecen tal como estaban en el primer gobierno de Mazón, con políticos veteranos y de la confianza del president: Marciano Gómez en Sanidad, José Antonio Rovira en Educación y Camarero en la parte social y de vivienda.

Así, la crisis de gobierno, y la expectación generada en torno a ella, con goteo (calculado) de nombres, se sostiene solo en torno a un nombre, el del militar Gan Pampols. Sin él esta reforma quedaría como menor, una mera operación cosmética. El teniente general retirado es la pieza estrella de esta inevitable renovación del Ejecutivo, que es también el intento de supervivencia de un presidente asediado por la gestión del 29 de octubre, día de la mayor catástrofe natural en Europa en lo que va de siglo, que deja 220 muertos y 8 desaparecidos.

Remodelado el Consell, apartadas las dos representantes del Consell más marcadas (la titular de Interior, Salomé Pradas, responsable directa de la respuesta a la dana, y Nuria Montes, por la falta de empatía demostrada hacia las víctimas), Mazón se queda sin escudos de protección. O quizá le queda uno, pero de alta sensibilidad. Podría cambiar su equipo de confianza más directa, sobre cuya actuación el día de la riada surgen cada vez más dudas, en especial tras revelar la ministra Teresa Ribera en el Congreso los reiterados y fracasados intentos de contactar aquella tarde con el director de gabinete del president para acceder a este, sin que atendiera las llamadas. Podría ser una última jugada en manos de Mazón, pero se trata de un equipo configurado sobre la base de la confianza absoluta y la amistad personal.

De esta manera, Mazón ata su futuro a Gan Pampols, la pieza nuclear sobre la que pivota esta remodelación. Va a tener todos los poderes para la reconstrucción. Le da el rango máximo por debajo del suyo: una vicepresidencia. Y lo pone al frente de la comisión de distintos departamentos dedicados a la recuperación tras la riada. Mazón se la juega con alguien ajeno a la política y que desde el minuto cero ha sentenciado que no acepta directrices políticas.

Mazón intenta alejar el debate y el enfrentamiento político de la reconstrucción tras la figura de un alto militar de prestigio que le puede servir también de parapeto público en un momento complicado para él, con manifestaciones que piden su dimisión, protestas públicas cuando acude a municipios afectados y con una presión política y mediática en su contra que va más allá de la Comunitat Valenciana y es, por tanto, más visible.

El movimiento es hábil, pero está cargado de riesgos. Por los celos y disputas de protagonismo que se pueden producir. Por una actuación por libre, despegada del resto del Consell, del nuevo vicepresidente y hombre fuerte. Y por la posible creación de una figura de autoridad desvestida inicialmente de atributos políticos que supere en notoriedad la de la presidencia de la Generalitat.

Si Gan Pampols es la estrella indudable del nuevo Consell, la que gana relevancia e influencia interna es quien ya era vicepresidenta, Susana Camarero. Asume ser la voz del Ejecutivo, en detrimento de Ruth Merino, que queda en un papel en la sombra. Además, según algunas fuentes ‘populares’, la mano de la vicepresidenta está detrás de las últimas incorporaciones al Ejecutivo, dos cargos de la provincia de Valencia, como Camarero, donde antes había una consellera de Castelló y otra de Alicante, y situados en el entorno de influencia de la responsable del área social del Ejecutivo, con la Universidad Católica de Valencia como vivero y refugio de políticos en la órbita del PP.

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Más allá del teniente general, Mazón ha recurrido en las nuevas designaciones a su círculo de confianza (Marián Cano es una empresaria hermana de uno de los alcaldes con más influencia en el PP de Alicante, Bernabé Cano, y es tía de una asesora en Presidencia) y a dos personajes poco o nada conocidos por su trayectoria política y que llegan con el sello de la Universidad Católica: Juan Carlos Valderrama, el nuevo titular de Emergencias, que ocupó cargos secundarios al lado de Serafín Castellano (el exvicepresidente condenado), y la abogada y profesora Nuria Martínez Sanchis. Son nombramientos que trasladan la idea de que Mazón no ha tenido fácil encontrar recambios en un momento de crédito e imagen cuestionados.

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