Abusos a víctimas con parálisis cerebral: ante el silencio y el muro judicial

13 ago 2022 / 05:40 h - Actualizado: 12 ago 2022 / 09:41 h.
"El Silencio","Comunicación","Tribunales","Derechos Humanos","Movilidad","Violencia de género","Ocio","WhatsApp","Discapacidad","Accesibilidad","ONCE"
  • Abusos a víctimas con parálisis cerebral: ante el silencio y el muro judicial

Los abusos sexuales a personas con parálisis cerebral son una dura realidad que rara vez sale a la luz y cuando lo hace suele enfrentarse con un muro infranqueable en los tribunales a la hora de reclamar justicia.

La mitad de las personas con parálisis cerebral tienen la capacidad intelectual a nivel pleno; es decir, entienden todo lo que pasa a su alrededor pero su cuerpo no les permite comunicarse de manera habitual: pueden hacerlo con un parpadeo, un movimiento de cabeza o señalando un pictograma, por ejemplo.

Atrapadas en sus cuerpos, para las víctimas de abusos sexuales es muy difícil manifestar esas situaciones y más aún cuando la mayoría de las agresiones procede de personas de su entorno: familiares y profesionales vinculados a su atención.

A este drama se unen los obstáculos a los que se enfrentan los pocos casos que llegan a conocerse y denunciarse durante el proceso policial y judicial que impiden demostrar los hechos, empezando por el lenguaje.

Los tribunales no reconocen la única forma que tienen de comunicarse (pestañeos, pictogramas) y sus testimonios pocas veces tienen validez jurídica y, por tanto, probatoria.

53 CASOS DETECTADOS EN AÑO Y MEDIO

La Confederación Aspace puso en marcha hace un año y medio un canal de violencia contra las mujeres con parálisis cerebral, a través de WhatsApp (661 347 869), y en ese periodo ha atendido 53 casos, ha explicado a EFE la abogada Ángeles Blanco Díaz.

De ellos, 36 son delitos de agresiones sexuales cometidos presuntamente por conocidos y familiares (entre ellos una niña de 2 años), seis de violencia de género en el contexto de pareja, ocho de violencia sexual digital en el contexto de pareja, dos delitos de explotación sexual y uno de violencia intrafamiliar.

Once ya han llegado a los tribunales, aunque tres de ellos han sido sobreseídos. «Tenemos tres casos de archivos de violaciones muy graves -dos de ellas múltiples y otra continuada- que se archivaron porque se entendió que la comparecencia con Comunicación Aumentativa y Alternativa -el lenguaje de las personas con parálisis cerebral- no era prueba», expone la jurista.

La Ley de Enjuiciamiento Criminal no incluye ninguna mención a este tipo de comunicación, con la que tendría que expresarse la víctima. «Si el juez no admite que se haga la comparecencia de ese modo, poco recorrido va a tener el caso, donde no suele haber testigos, ni pruebas forenses porque la detección es muy tardía», asevera.

La letrada lamenta también las limitaciones que tiene para concretar los hechos con las víctimas porque «a día de hoy ni siquiera los propios pictogramas contemplan situaciones de violencia sexual; hay uno de tocamientos y otro general de violación, pero esas agresiones no se producen de la forma más habitual; no tengo las armas para que lo expliquen».

«Los agresores sexuales se cuidan de no dejar rastro de la violación; normalmente son personas del entorno, familiares, profesores, monitores de ocio o fisioterapeutas y no lo tienen complicado porque estas personas son tan dependientes que necesitan a otra para todo, para su higiene, para el cambio de pañal...».

¿Cómo se detectan esos abusos? «Se percibe un cambio en la conducta de esa persona pero como el proceso de detección es tardío, pierdes la prueba forense y si no se admite el testimonio de las víctimas...», insiste Ángeles Blanco, delegada de derechos humanos y coordinadora de incidencia de la Confederación ASPACE.

Para la jurista, la prioridad es sacar a la víctima del entorno familiar y social y ayudarle a recuperarse desde el punto de vista psicológico para que ella misma pueda ser capaz de reconstruir los hechos y sea consciente de las barreras que hay si decide iniciar un proceso judicial.

En esta fase de recuperación también hay obstáculos. La mayoría de las casas de acogida no están adaptadas, no solo a nivel de accesibilidad sino también para las personas que deben prestarle los apoyos las 24 horas del día.

En estos casos, la Confederación Aspace trabaja para generar recursos de urgencia dentro de las entidades de las diferentes comunidades.

PARPADEO, PICTOGRAMAS... SU LENGUAJE

La Comunicación Aumentativa y Alternativa es el lenguaje de las personas con parálisis cerebral, sin embargo no se contempla al mismo nivel que la lengua de signos de los sordos o el Braille de los ciegos, ni siquiera en la reciente reforma de la legislación civil y procesal para sustituir la incapacitación judicial de las personas con discapacidad intelectual por un sistema de apoyos.

Blanco reclama que se apruebe al menos una ley o un reglamento de aplicación de esta comunicación «que salpique al resto del ordenamiento», en el ámbito laboral, civil o criminal.

Solo la Ley Integral para la Igualdad de Trato y no discriminación, aprobada recientemente, contempla que no permitir el acceso a la Comunicación Aumentativa y Alternativa sería discriminatorio.

Un 75 % de las personas con parálisis cerebral tiene comunicación oral con ciertas dificultades y en entornos no habituales se complica su comprensión -ante denuncias y procedimientos judiciales- debido a que los músculos de las cuerdas vocales hacen lo contrario de lo que desean si están nerviosos.

Para ellos la «comunicación aumentativa» ofrece técnicas que facilitan la comprensión con su interlocultor a través de gestos y pictogramas, principalmente, cuando alguna palabra se atasca.

Para ese otro 25 % que no puede comunicarse de forma oral se emplea la «comunicación alternativa». Si esa persona mueve las manos puede utilizar un pulsador, marcar sílabas o palabras o señalar dibujos o fotografías.

En el caso de que vaya en silla de ruedas y no tenga movilidad de piernas y brazos puede usar un lector ocular con el que selecciona las palabras o las letras.

«Desgraciadamente, ante estas situaciones se tiende a pensar que esa persona no tiene capacidad intelectual; es un error juzgar a las personas porque usen pictogramas», lamenta.

El 38 % tiene estudios secundarios y el 11 % cuenta con estudios superiores, aunque la otra mitad no sabe leer ni escribir o cuenta con estudios primarios.

En España viven 120.000 personas con parálisis cerebral (una de cada 500 personas) y el 80 % tiene grandes necesidades de apoyo, es decir, necesita a una tercera persona durante las 24 horas del día.