Los andaluces -y por extensión los sevillanos- somos mayoritariamente gentes de bien, cargados de buena fe y de esa bondad que todos debemos llevar en nuestro trayecto vital. La familia es quien vertebra al ciudadano, modela su personalidad y la conducta personal. Ese entorno sustancia lazos afectivos y socializa. Pero hay matices. En opinión de muchos, demasiados.
Quien no tuvo padres, hermanos, cuñados, primos o lo dicho anteriormente no le alcanza, no importa. No elegimos progenitores, hermanos, familia, ni vecinos, ni jefes. Sólo la pareja y amistades gozan de esa libertad de elección. El concepto ‘familia’ tiene aspectos positivos y tóxicos, según quien le toque opinar.
Centrándonos en el universo delictivo, la familia es un caldo donde se cuece el Código Penal completo. Es decir, aprovechando cercanías, afectos, confianza, poderes o la idea que alguien de la familia es incapaz de lo peor es la parte más oscura de lo que hoy abordamos.
Más preocupante es que la tasa de impunidad de los delitos cometidos en el seno familiar alcanza un 60% según las estadísticas más fiables (CGPJ, Fiscalía, Ministerio del Interior). Entre miedo, intimidación y pereza por denunciar o aceptar algún pago dinerario o en especie a cambio de ‘dejar pasar’ nadamos en un río revuelto de impunidades. Merecen apartes los delitos que comúnmente se cometen en el contacto de la familia. Vayamos por partes para analizar el título del trabajo.
Si la base de la familia se sustenta en la pareja que procrea o convive, cuando se rompen los vínculos del amor y el respeto pasamos a la batalla cargada de odio, en más casos que menos desgraciadamente. Hay una particularidad: los contendientes se conocen, saben de las vulnerabilidades de la parte contraria. Adivinan por dónde duele más, aunque nadie ‘gane’.
Vayamos al peor de los maltratos, el económico. El que sufren madres y mujeres. El que fuera amante o amado pasa a ser un ente ‘insolvente’ en procesos de ruptura. Incontables ex maridos/parejas y padres fingen no ganar dinero, disminuir ingresos, estar desempleados, despedidos ‘fulminantemente’ o liquidaron patrimonio privativo por el conyugal. La insolvencia punible o falsedad merodean, rozan o penetran éstas conductas.
Hacer firmar a la que fuera pareja contratos, artificiar pagos o deudas o liquidar activos bajo engaño suma más delitos: estafa, falsedades, suplantaciones, etc.... Qué decir de las vejaciones, intimidaciones, agresiones, violencia de género, injurias/calumnias que se suceden mientras se procesa judicialmente la ruptura de la pareja. O los daños, abusos y agresiones sexuales que quedaron ‘pendientes’ de denuncia por parte de la mujer mientas la pareja funcionaba.
Los Juzgados de Familia, de Primera Instancia, de Violencia de Género y Penales están llenos de expedientes donde se ventilan conflictos que hay tras romperse la familia vía divorcio. Como siempre, las víctimas inocentes son los más indefensos: hijos e hijas, muchas veces menores de edad.
La codicia humana llega al paroxismo, a la hipérbole. Cuando se avecina, tramita o liquida una herencia. Antaño una reunión pacífica de herederos reinaba el respeto por quien falleció. Se respetaba su última voluntad plasmada en testamento. Al albacea, en su caso, se le tenía la misma ley. Ahora es un lío que, más veces que menos, acaba en juzgados. Cuando menos en bufetes de abogados, habida cuenta de la conflictividad existente.
Los trucos -dignos de mejor causa- para heredar más que otros, arruinar a los legitimados/as, engañarlos o aplastarlos con odios, agravios, traumas infantiles merecen una enciclopedia. Detallamos algunos personajes:
1º Hijo/a-enfermera: quien está más cerca del moribundo exagera, falsea e inventa gastos, se vacían cuentas bancarias con poderes o falsea firmas. Otras veces, se artifician denuncias por robo o hurto que señalan a personas y bienes ‘inconcretos’. Quienes están alejados de quien causa la herencia suelen enterarse de todo cuando ya es tarde. El botín está a bien recaudo.
2º Cuñado/sobrino ’listo’: Cuando algún familiar soltero, sin hijos, con conflictos entre diferentes parejas del difunto con patrimonio siempre hay espabilados que, con la impagable ayuda de algún bancario y notario ‘no ortodoxo’, se lo lleva todo. Las excusas para explicar lo robado tras la fechoría son ingeniosas, pues el ‘listo’ tiene respuesta para todo. Lo tramó. Hay casos que hasta se ‘incapacita’ a quien centra la codicia del ‘listo/a’ de turno. Hay abogados para todo. Y palabrería infinita para justificar lo que es difícil justificar si lo sometemos al sentido común.
3º. Rapiña: las apropiaciones indebidas, robos y hurtos se repiten en procesos de herencia. Si la lucha entre herederos es encarnizada o se torna dura siempre hay candidatos/as para usar indebidamente llaves, forzar puertas o engañar a terceros para llevarse o distraer el botín para después explicar que alguien lo ha ‘distraído’. Los casos más peregrinos de rapiña se dan mientras se celebra el funeral. Sobre joyas, cuadros, recuerdos, autos, usos de viviendas, fincas, etc... el catálogo de delitos es infinito.
Si en divorcios o herencias la lucha por no pagar o ‘trincar’ es sustantiva, las empresas familiares son un campo de batalla donde se abren paso los delitos societarios, contra el honor, apropiaciones indebidas, hurtos y robos. La ‘ingeniería financiera’ bascula –además- para sustentar disfraces en personas aparentemente honradas que jamás admiten la bonanza del negocio que tanto empeño costó a quien fundó el negocio familiar.
Normalmente, los delitos entre familiares se dan cuando la empresa tiene bienes, la facturación va bien o se discuten modelos de gestión, es decir, se vindica un ‘quítate tú, para ponerme yo’. El personalismo y la falta de humildad son perfectos para crear conflictos y engordar sumarios judiciales que heredan generaciones de descendientes.
Vayamos al ‘staff’ laboral. Las envidias entre familiares, agravios por sueldos, funciones gerenciales, reparto dividendos, cuotas accionariales explotan por cualquier causa. No importa si el motivo es de ínfima importancia. Lo más normal, cuando unos rinden cuentas a otros que las desconocen en su médula, es el engaño y la ‘contabilidad creativa’ o pequeños premios en especie o dinerarios que tapan el atraco ejecutado.
Si en el conflicto de la empresa familiar media alguna herencia pendiente o divorcio en trámite entonces hay bandos litigantes y militantes de su causa. La imagen corporativa ante terceros, proveedores, clientes, etc... salta por los aires. La empresa acaba valiendo menos y facturando mínimos. De ese daño, nadie, repetimos nadie, se hace responsable. Sobre todo, quienes causan el conflicto y luego no saben parar esa bola de trifulcas.
Los peores delitos que se cometen en el ámbito familiar y, lamentablemente, se caracterizan –una vez más- por su impunidad. Nos referimos al abuso y agresión sexual, a la pederastia dolosa y a la violación. Si estos delitos se distinguen de otros porque raramente hay testigos o documentos de cargo, en el caso de la familia la realidad es más silente. Hay miedo, intimidación a denunciar. Además, hay coacciones graves que bloquean a la víctima.
Padres y madres que abusan, años y años, de hijos y menores o familiares que aprovechan el nexo de la cercanía y la confianza para agredir o abusar sexualmente son los escenarios personales más comunes en estas trasgresiones que comentamos.
También, sobre todo con ocasión de divorcios, hay muchas denuncias falsas que se canalizan con menores. Aquí acusar de lo peor a la madre o a la madre que saldaron con ruptura traumática su pareja es parte del odio acumulado. Esa venganza asquea, pero existe. Como las meigas gallegas.
No podemos finalizar este artículo recomendando que, ante un delito en el marco de la familia lo mejor es buscar concordias y pactos, si es posible. Cuando la maquinaria legal se activa es difícil pararla. Esto en sí fragmenta aún más a lo que queda de familia. Lo que sigue es imaginable. Para evitar los desastres es adecuado que alguien respetado y con carisma en la familia actúe en favor de saldar el conflicto. Se ahorrará tiempo, dinero, gastos al contribuyente por los pleitos y se gana en paz familiar y personal.