Acoso escolar

El acoso escolar, esa lacra que se multiplica

Hoy es el Día Mundial contra el Acoso Escolar, una iniciativa que cumple una década para luchar contra un problema que multiplica por 2,5 las probabilidades de suicidio entre los menores

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
02 may 2022 / 16:33 h - Actualizado: 02 may 2022 / 16:37 h.
"Acoso escolar"
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Como con otras lacras silenciosas, el problema siempre parece ser de los demás, pero lo cierto es que esta lacra puede ser doble, como víctima o como verdugo, y de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, en 2020, el 31% de las muertes de menores y adolescentes de entre 10 y 19 años fueron a causa del suicidio. Precisamente el acoso escolar y el ciberbulliying son de los factores de riesgo más importantes para la conducta suicida, pues según Save the Children, multiplica por 2,55 las probabilidades de suicidio entre los menores. Se calcula que el acoso escolar produce unas 200 muertes al año en todo el mundo. El problema ha dejado de ser percibido como “cosa de niños” y, desde 2013, se tiene en cuenta para dedicarle un día –cada 2 de mayo- por parte de la Unesco con el fin de ayudar a su concienciación.

El acoso escolar no tiene nada que ver con las bromas ni con conductas aisladas, sino con relaciones tóxicas, abusivas y violentas por las que un menor o grupo de ellos se dedica a abusar de otro de manera repetitiva y durante mucho tiempo con la intención de dañar. Según el doctor y abogado argentino Javier Miglino, fundador de la ONG Bullying Sin Fronteras y autor de la frase “el bullying es la epidemia del siglo XXI”, este es “un enemigo silencioso que se nutre de tres venenos: la soledad, la tristeza y el miedo”.

A estas alturas puede distinguirse entre ciberacoso –cuyo impacto ha subido evidentemente desde la pandemia-, bloqueo social, hostigamiento, manipulación, coacciones, intimidación, agresiones, amenazas o acoso homofóbico. Según Unicef, uno de cada tres niños en el mundo sufre acoso escolar. Tanto la Unesco como Bullying Sin Fronteras recomiendan que tutores y maestros hablen con los niños para “vencer a este monstruo”, y establecen hasta siete síntomas para sospechar de que el menor padezca acoso: que no quiera ir al colegio, cambios de conducta en el uso de las tecnologías, frustración o irritabilidad después de conectarse a las redes o internet, cambios en los hábitos de sueño o alimentarios, volverse más reservado o problemas de autoestima. El problema, desde luego, no depende solo de víctima y verdugo, sino de los espectadores, con los cuales se establece una especie de triángulo perverso.