Mar Cambrollé (Sevilla, 1957) ha estado reclamando sus derechos desde que en 1976 fundó en la capital andaluza un colectivo LGTB. Desde entonces, esta mujer trans convoca manifestaciones, funda la Asociación de Transexuales de Andalucía ATA-Sylvia Rivera, promueve la Ley Integral de Transexualidad en Andalucía, declara la huelga de hambre y presiona para que salga adelante la ley trans a nivel estatal. Esta activista está continuamente luchando por los derechos del colectivo trans. Y, el 30 de octubre, este colectivo consiguió algo que llevaba tiempo esperando: el Ministerio de Igualdad publica un proyecto normativo para una ley que garantiza la igualdad plena y efectiva de las personas trans. Mar, presidenta de la Plataforma Trans, habla con este periódico sobre la futura ley trans, la serie La Veneno y la polémica que está generando un movimiento feminista que niega a las mujeres trans la condición de mujeres.
Mar, ¿por qué es tan necesaria la ley trans?
Esta ley es necesaria por muchísimos motivos. Es una ley que ya existe en ocho comunidades autónomas, entre las que está Andalucía, una comunidad con una ley trans pionera en España y en Europa. Pero, aun así, necesitamos una ley estatal para que no haya un mapa desigual en España sobre nuestros derechos. Además, la ley que tenemos de 2007 no cumple los estándares europeos, a diferencia de 25 países de la ONU, como Noruega, Francia, Escocia o Luxemburgo, que sí tienen una ley transversal e integral. Incluso, en 2019, el Tribunal Constitucional sentenció que la ley de 2007 es inconstitucional por excluir a los menores, y el Tribunal Supremo dijo que los requisitos que se exigen en esta ley para el cambio registral pueden vulnerar los derechos de las personas trans. En definitiva, esta propuesta de ley viene a facilitar que las personas trans puedan acceder a los servicios públicos en las mismas condiciones que el resto de la ciudadanía, además de crear protocolos para proteger a las infancias trans.
En los últimos días hemos visto algunas declaraciones que afirman que esta ley permitiría a los menores cambiar de sexo sin el permiso de los padres, pero eso no es lo que pone en el borrador del proyecto de la ley trans, ¿podría explicarlo?
Es mentira que los menores se puedan cambiar de sexo sin el consentimiento de sus familias. Esta ley, que está fundamentada en la carta de los derechos del niño y está suscrita en el Estado español, dice que, ante cualquier circunstancia, debe prevalecer siempre el interés superior del menor. De hecho, el Tribunal Constitucional ya dijo que dejar fuera de este derecho a los menores supondría privarles del principio constitucional del libre desarrollo de la personalidad. Todo lo demás que dicen y que no está escrito en la ley son titulares amarillistas.
Lo que sí se ha propuesto es que, para solicitar el cambio registral de un menor, solo sea necesario la petición de uno de los tutores legales, en lugar de los dos tutores. La razón es que, en otras leyes anteriores sobre la infancia, los derechos del menor han estado condicionados a que los dos padres estén de acuerdo. Además, también se ha previsto que cuando los centros educativos o sanitarios observen que el menor está siendo obstaculizado en su libre desarrollo de la personalidad sea un fiscal o un juez quien determine. El interés superior del menor siempre prevalece por encima de cualquier circunstancia.
¿Cuáles son las principales peticiones que hace el colectivo trans en esta futura ley?
Los colectivos trans determinamos en este proyecto de ley una respuesta transversal a todas las situaciones en las que vivimos desigualdad con respecto al resto de la ciudadanía: tanto a la hora de acceder al mercado laboral como en la atención sanitaria, la práctica de deporte, el acoso en las infancias trans y la situación de la población transmigrante. Ningún estado puede cambiar la identidad legal y originaria de una persona de otro país, pero sí puede modificar la documentación administrativa que pide el Estado español, como puede ser la tarjeta de residencia, el permiso de trabajo o la tarjeta sanitaria. Además, con esta ley también se pretende conseguir el respeto a las personas trans mayores. Estas personas se merecen que el Estado las repare y reconozca, porque provienen de una dictadura en la que tuvieron que ser objeto de grandes represiones.
La serie que se ha estrenado hace poco, La Veneno, refleja la situación que vivieron las mujeres trans durante la transición democrática, ¿cómo ha sido de importante visibilizar esa realidad?
Para mí, la serie La Veneno ha sido muy importante para la memoria. Es un retrato audiovisual de lo que las mujeres trans hemos vivido en plena transición democrática: una exclusión laboral que nos dejaba como única salida el ejercicio de la prostitución. La sociedad de aquella época excluía a las personas trans, tanto en los entornos familiares como educativos. Por eso, me parece fundamental el retrato y la radiografía que ha hecho la serie, porque pone una verdad en la mesa y la verdad es que las personas trans han vivido la transición democrática excluidas del mercado laboral, obligadas a abandonar los estudios y con familias que las repudiaban. Esta verdad debe servir para repararla y responder con equidad y justicia.
De todas formas, gracias al trabajo que ha hecho el activismo trans en esta última década, el retrato de La Veneno, que refleja cómo las mujeres trans tenían que estar en la calle ejerciendo la prostitución, hoy ha cambiado. Y no porque el Gobierno haya puesto herramientas para que eso suceda, sino porque el activismo trans ha posibilitado un cambio cultural que ha hecho que las familias, en lugar de abandonar a sus hijos, los acompañe con amor. Y hoy el 90 por ciento de la juventud trans está en las universidades y no en las esquinas.
¿De qué forma siguen excluidas las mujeres trans en el mercado laboral?
En el mercado laboral, las cifras son alarmantes. Yo siempre digo que hay un termómetro que serviría para ver la inclusión real. Y se mide con esta pregunta: ¿cuántas mujeres trans están trabajando en El Corte Inglés, Zara, Primark o en cualquier establecimiento de atención al público? Ahí está la respuesta. Y no solo digo de dependienta, sino también, por ejemplo, en una plantilla de limpiadoras de un colegio. Si en los trabajos que no exigen una cualificación académica, no hay presencia de las personas trans, imagínate en el resto. Hay una exclusión muy fuerte.
Desde hace varios meses, una parte del movimiento feminista, que defiende la abolición del género, está negando a las mujeres trans la condición de mujeres, justificándose en la biología y los estereotipos. ¿Qué opina de esta polémica?
Me parece perverso que utilicen el nombre del feminismo para dar un mensaje transexcluyente y antiderechos trans. El feminismo ha sido una herramienta que, a las mujeres, nos ha servido para combatir las opresiones que sufrimos, por lo que me parece perverso que ahora utilicen el feminismo para negar el derecho a otra mujer. Eso no es feminismo, sino un movimiento antipersonas trans promovido por pocas mujeres, pero que hacen mucho ruido.
La opresión y la discriminación que sufrimos las mujeres trans tienen el mismo enemigo: el patriarcado y el machismo. Nosotras no venimos a robarles los derechos a nadie. Cuando se pidió que se legalizase el aborto y el matrimonio homosexual ocurrió lo mismo que ahora que las personas trans pedimos igualdad. Lo único de novedoso es que ahora proviene de unas cuantas mujeres que hacen mucho ruido y que se atrincheran dentro de las siglas feminismo. Una acción que corrompe claramente con los principios fundamentales del feminismo: la sororidad, la hermandad entre mujeres, la intersección, la capacidad, la empatía y la transversalidad. Están dañando el feminismo al agredir a otras mujeres en redes sociales por negar nuestra identidad y equipararnos a delincuentes. Al final, están utilizando los mismos mecanismos que utilizaron contra las mujeres en el tema de las denuncias falsas. No se puede ir con bulos y prejuicios para equiparar a un colectivo vulnerable con delincuentes. Eso es ir contra de los derechos de un colectivo humano que lo único que pide es la igualdad. No queremos más, pero lo que no queremos es menos que la igualdad.
¿Qué les diría a las personas que no están de acuerdo con la ley trans?
Yo lo que les digo es que España no puede ser un Estado de derecho si a más de cien mil personas se le sigue considerando como ciudadanía de clase B. Siempre he dicho que se acuerden de que, cuando las mujeres pidieron igualdad, los hombres dijeron que las mujeres querían quitarles sus derechos; así que no repitan lo mismo con nuestro colectivo. Las personas trans lo único que queremos es tener los mismos derechos que el resto de las personas. No venimos a robarles los derechos a nadie.