Nadie hace jaque a la reina

Díaz siempre se ha sabido mover en las aguas turbulentas del PSOE y apaciguarlas

Iñaki Alonso @alonsopons /
26 mar 2017 / 19:16 h - Actualizado: 26 mar 2017 / 20:29 h.
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  • Díaz arropó a Chacón en la pugna de 2012. / Efe
    Díaz arropó a Chacón en la pugna de 2012. / Efe
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  • José Antonio Griñán le cede el paso a Susana Díaz, en una imagen tomada en julio de 2013. / Raúl Caro (Efe)
    José Antonio Griñán le cede el paso a Susana Díaz, en una imagen tomada en julio de 2013. / Raúl Caro (Efe)

«Susana nunca pierde, al menos nunca la he visto claudicar desde que llegué a Juventudes con 18 años». La frase es de un militante, de unos 40 años y ahora alcalde, que lleva media vida comprobando cómo Díaz ha sabido jugar en ese tablero de ajedrez, tan complejo, del PSOE, ya sea sevillano o andaluz, sin recibir ni un jaque.

Sólo en dos ocasiones la dieron por muerta (políticamente hablando) en un currículum plagado de matrículas cum laude en lo orgánico. Una fue por 2004. Había gozado de una etapa dorada en Juventudes, dentro de una camada en la que convivían sus eternos aliados Javier Fernández y Verónica Pérez y su ahora antagonista y pedrista Alfonso Rodríguez Gómez de Celis. Su trayectoria no pasó por alto a los ojos de José Caballos, que incluyó a la joven Díaz en los puestos de cabecera de la lista de Alfredo Sánchez Monteseirín a la Alcaldía de Sevilla en 1999. El PSOE recuperó la capital y eso le abrió las puertas a la política municipal. Primero como concejal de Juventud y Recursos Humanos y después como alcaldesa de Triana. Su ascenso era notorio y, alineada con Carmelo Gómez, incluso amenazaba el status quo. Ahí se llega a 2004, cuando el mismo Caballos optó por exiliarla a Madrid, otorgándole el puesto 7 al Congreso, que marcaba el techo de los socialistas sevillanos en las últimas dos citas. Al filo de la navaja. Ganó Zapatero, en unas convulsas elecciones marcadas por el 11-M, y Sevilla le otorgó ocho diputados. Díaz entraba. Desde la Carrera de San Jerónimo, maquinó su vuelta al plano orgánico, entre bambalinas.

No tardó mucho en presentársele la ocasión. Caballos quiso dar un golpe de mando en el PSOE sevillano en 2004, pero la dirección regional le contraprogramó con la candidatura de José Antonio Viera. De las primeras que se posicionó con la corriente vierista fue Susana Díaz. La apuesta salió ganadora, por medio centenar de votos, desterrando a su rival del primer plano político y con ella como número 2. Un cargo, el de secretaria de Organización –la encargada de manejar los hilos– que retuvo seis años. Amasando poder y ejercitando un músculo que, años después, sigue mostrando en cada pugna.

Durante ese periplo, pudo coger el AVE de vuelta a la capital hispalense, pero no hacia Plaza Nueva sino hacia el Hospital de las Cinco Llagas, como parlamentaria andaluza (2008). El susanismo empieza a emerger, más si cabe dos años después, cuando el presidente del PSOE andaluz, José Antonio Griñán, la designa en un Fibes abarrotado como su secretaria de Organización.

Desde San Vicente, el control del partido era absoluto. Desde allí, ganó la partida a la corriente crítica sevillana, precipitando el adiós de Monteseirín, amortizado a ojos del regional tras tres mandatos como alcalde, y situando como relevo al oficialista Juan Espadas, que perdió la plaza por el poco margen de maniobra que tuvo y el desgaste de la marca PSOE en plena crisis.

El tsunami azul en las elecciones generales de 2011, que alzó a Mariano Rajoy a la presidencia del Gobierno, llevó a Díaz a su segundo tropiezo. Había que elegir rostro para sobreponerse al batacazo y ella, que habitualmente va a caballo ganador, apostó por Carmen Chacón. Pero en el congreso federal celebrado en Sevilla, ganó por 22 votos Alfredo Pérez Rubalcaba, algo que, en clave provincial, dio alas a los críticos de Gómez de Celis y compañía.

«Susana aprendió más de la derrota que otros con la victoria», mascullan en el entorno de la hoy presidenta andaluza. La resaca del federal se suavizó con la integración de corrientes de Rubalcaba. Pero eso no apagaba el incendio de un PSOE de Sevilla que saltó en mil pedazos en medio de la confección de las listas a los comicios andaluces de 2012. Díaz, junto a Fernando Rodríguez Villalobos, habían dado por roto el triunvirato que tantos éxitos les dio con Viera. Éste, acompañado por los críticos, arriesgó presentando su dimisión, que obligó a la convocatoria de una gestora.

Con la agrupación socialista más importante del país en tenguerengue, Díaz, como hoy, dio el paso: quería liderar el PSOE de Sevilla. Antes, Griñán le otorgó plenos poderes al nombrarla consejera de Presidencia e Igualdad de la Junta. Con ello, llegó al cónclave de julio, donde su rival fue el alcalde de Alcalá de Guadaíra, Antonio Rodríguez Limones, arropado por alcaldes socialistas con mando en plaza. Otra victoria, por un 65 por ciento y una composición de la Ejecutiva de su entera confianza y que, aún hoy, conforma su guardia pretoriana.

Un año como lideresa del PSOE de Sevilla sirvió para calmar las aguas. A la vista está cómo su sucesora, Verónica Pérez, salió con un 95,1 por ciento de apoyos. Una vez resuelta la brecha sevillana, tocó el salto al regional. Con Griñán acosado por los ERE y anunciando su dimisión, los ojos de la sucesión se dirigían a Susana Díaz. Primero como candidata a la Presidencia, exhibiendo el músculo cultivado años atrás –un calco de lo que hizo estos días previos a la puesta de largo de las primarias estatales–: cuatro consejeros, seis secretarios provinciales y, como colofón, 22.000 avales que desactivaban a los candidatos díscolos. Desde San Telmo, fue cuestión de meses –cuatro, en concreto– para asumir la secretaría general del PSOE andaluz.

Con esa fuerza, siguió sumando victorias. La última, divorciándose de IU y convocando elecciones anticipadas en 2015, con las que logró un doble objetivo: borró esa crítica de que ocupaba un cargo heredado y, de paso, devolvió a su partido a la senda de la victoria. Con ese triunfo, llegaron los cantos de sirena de Madrid, que desoyó en 2014 para dejar vía libre a Pedro Sánchez. Cantos que, esta vez, ha atendido y, además, jugándose mucho, aunque con un aval de 20 años sin que nadie le haya hecho jaque a la reina.