Periodismo de soluciones, otra quimera que nada soluciona
El periodismo parece que da vueltas sobre sí mismo y a veces cree descubrir la rueda con nuevas expresiones sin ir casi nunca al fondo de la cuestión
Ramón Reig
En mi experiencia como periodista y profesor de periodismo (desde 1974 hasta hoy) me he encontrado con mucha buena intencionalidad -para llevar a cabo buen periodismo- y también con un fondo común erróneo en la base de partida: no se tiene en cuenta el sistema mediático en conexión con las estructuras de poder mercantiles. Los buenos deseos de los humanos son elogiables y suponen un paso adelante para superarnos a nosotros mismos, pero si la metodología -que es el camino para lograr un fin o demostrar una hipótesis- resulta deficitaria, el resultado se queda en el éter. Expresiones como “comunicación para el desarrollo”, “periodismo ciudadano”, “comunicación alternativa”, etc., fracasan sin remedio ante una realidad estructural que no se suele tener en cuenta como punto de partida.
¿Cuál es ese punto? Para simplificar, se divide en dos factores. Uno, toda la comunicación y el periodismo de verdadera influencia está sometido a los poderes socioeconómicos y políticos, ambos articulados, que persiguen vender e influir. Dos, los ciudadanos, en general, son cómplices de esta situación, aquí no se trata ya de hablar de un periodismo elaborado por los capitalistas malos para comerle el coco a los inocentes receptores, se trata de entender que millones de receptores rechazarán un periodismo riguroso que les diga aquello que no desean ni escuchar ni saber para no complicarse la vida llevando a cabo un esfuerzo que les impida proseguir con una supervivencia mediocre. Esos esfuerzos les están reservados a la minoría.
Ajenos a este planteamiento, aparecen voluntades que aspiran a mejorar el periodismo. La última en 2023 -o, mejor, la penúltima-, se llama “periodismo de soluciones”. ¿Qué es eso? El periodismo nació desde las clases propietarias, no desde el llamado pueblo, el periodismo de masas empezó cuando los receptores poseían algo de más preparación y se interesaron ¡por los sucesos, por el morbo!, no por las situaciones internacionales o socioeconómicas, eso le ha interesado, antes y ahora, a una minoría de personas, empezando por los grandes propietarios que son quienes tenían que expandir sus intereses y conservar el poder logrado, de ahí que información y poder vayan siempre de la mano, lo cual por fuerza distorsiona el mensaje y provoca la aparición de las buenas voluntades que nadan en la simplicidad de la teoría mística, sin llegar a comprender o sin interés por saber y aplicar el hecho de que sólo cambiando la base se cambia la superestructura, pero eso son ya palabras mayores, un esfuerzo mayor acaso condenado al fracaso -como ha demostrado la Historia- y entonces hay quien se conforma con lo menos malo y mucho más si una predicación utópica determinada le permite a sus impulsores lograr réditos sociales, monetarios y académicos.
Jonathan Gutiérrez es un venezolano que impulsa en América Latina el “periodismo de soluciones”, en coordinación con Estados Unidos a través de la Solutions Journalism Network. Su finalidad: “expandir la práctica de este enfoque constructivo en las redacciones de medios latinoamericanos”. Nada menos. Para eso necesita “levantar recursos financieros”, según declaró en una entrevista que ha publicado el boletín digital laboratoriodeperiodismo.org. Además, “mantener la labor formativa y divulgativa a través de cursos, charlas y conferencias, vincularnos con universidades y escuelas de periodismo, y ofrecer asesorías a redacciones de medios que así lo requieran”. Primero, todo esto, ¿para qué? Segundo, ¿de dónde van a salir los recursos financieros?
A la primera pregunta se contesta diciendo que es para explicar lo que es el periodismo de soluciones. Y, repito, ¿qué es? Cuando intento comprender qué es, no llego a descubrir nada nuevo en la práctica del periodismo, sólo expresiones lindas a las que estoy acostumbrado porque brotan desde todas las esquinas del periodismo. “Surge en Estados Unidos, y en Europa se le denomina periodismo constructivo, y se basa en una metodología”, afirma Gutiérrez, y añade: “los colegas de América Latina decimos que en nuestros países aún está en construcción, y promovemos un enfoque que no sea rígido para que se adapte a nuestras complejidades sociales y culturales”. Indica, asimismo: “El periodismo de soluciones no lo presentamos como un nuevo paradigma del único tipo de periodismo a hacer. El periodismo a promover sigue siendo el buen periodismo, que es aquél que se hace con rigor, criterio y ética. Vemos al periodismo de soluciones más como una herramienta”. Sigo sin saber en qué consiste, cuál es su originalidad.
Luego habla de abrir un diálogo sobre el periodismo de soluciones entre todos los profesionales que lo deseen; “atrevernos a contar historias”, “hacer coberturas de soluciones especializadas en esos temas que son relevantes y nos preocupan”. Sigo leyendo la entrevista: “La editora colombiana Ginna Morelo, habla del periodismo de soluciones en América Latina como un periodismo de la esperanza. Yo me identifico con esa mirada porque para mí el periodismo de soluciones es una oportunidad de hacer un periodismo constructivo. Es trascender la denuncia o solo indicar un problema para contar historias algo más completas que permitan mostrar cómo los ciudadanos resuelven los desafíos que los afectan, y al hacerlo ofrecemos una mirada de esperanza”. ¿Qué es esto? ¿No es lo que hacen todos los periodistas todos los días desde hace siglos? “Cuando contamos historias con enfoque de soluciones decimos que son coberturas rigurosas –basadas en evidencias– de respuestas a problemas sociales”. Ah, y otras muchas historias contadas en los últimos decenios, ¿no son rigurosas? ¿Carecen de enfoques de soluciones? ¿El auténtico rigor lo ha inventado el llamado periodismo de soluciones? ¡Pero si ya ha reconocido el entrevistado que “el periodismo de soluciones no lo presentamos como un nuevo paradigma del único tipo de periodismo a hacer”!
El periodismo de soluciones -nos dice Gutiérrez- “es un enfoque que nos anima a contar un mundo más parecido al real, con muchos problemas, pero también con acciones que buscan solventarlos”. Menudo enfoque original, le está enmendando la plana a miles de periodistas que, por lo visto, llevan a cabo enfoques no suficientemente parecidos a lo real, hay que aumentar esa semejanza y, además, como tampoco se han aportado soluciones ni en el siglo XX ni en lo que va de XXI -sin ir más lejos- ahora las va a presentar el periodismo de soluciones.
Por fin, descubrimos lo que Gutiérrez persigue: mejorar a su país, Venezuela, sometido a “un contexto cada vez más autoritario, a pesar de todo este escenario adverso son muchos los casos de innovación y cohesión social que evidencian cómo los ciudadanos logran con éxito resolver muchos de estos problemas”. Es un fin muy loable, pero nada aporta al periodismo, lo que parece perseguir el entrevistado es defender sus ideas políticas -a lo cual tiene todo el derecho del mundo- pero acudiendo a una reiteración de lo que siempre se ha hecho en el periodismo, bautizado con otro nombre, “periodismo de soluciones”, una tapadera de su actividad político-periodística, eso sí, repleta de esperanza. La entrevista es larguísima y el medio en que se ha publicado es propiedad del grupo conservador y anti-bolivariano Vocento, tradicionalmente influido por nombres conectados con el español Banco de Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA). Hay que empezar por ahí para comprenderla, eso es también “periodismo de soluciones” porque lo primero que debe hacer alguien que se enfrente a un acto periodístico -sea en el formato que sea- es preguntarse: ¿quién me está hablando?
Gutiérrez nos deja más clara aún su intencionalidad cuando manifiesta: “Yo veo que en ese poder ciudadano está la base de una reconstrucción democrática en Venezuela, y el periodismo de soluciones permite hacer coberturas que resalten o documenten las fortalezas de la sociedad civil organizada. Por esta razón –y otras tantas–, creo que el periodismo de soluciones no sólo puede adaptarse perfectamente a la realidad latinoamericana, sino que además es oportuno y necesario. Estoy convencido de que el periodismo de soluciones puede contribuir en América Latina a disminuir la polarización política, a ofrecer contenidos que sumen en la reconstrucción o fortalecimiento de nuestras democracias, y en especial a superar la desesperanza”.
Es evidente que cree que no sólo el llamado movimiento bolivariano sino todos esos movimientos que están llegando al poder político en América Latina en nombre de la izquierda siembran desesperanza y hay que recobrar la esperanza, es decir, el capitalismo, sea liberal o “salvaje”. Lo que no sé si nos explica es que la desesperanza ha llegado a América Latina y a otras zonas del mundo debido a que la esperanza capitalista ha terminado por originar desesperanza y ahora presiona con todos los medios -incluidos los de comunicación- para recuperar, ¿el qué?, ¿su desesperanza? ¿La esperanza que ha llenado de miseria América Latina y ha originado una esperanza que a su vez es desesperanza para personas como él?
Gutiérrez cita a uno de los informes Reuter en el que se recoge que el periodismo actual está cargado de tristeza y, entre otros motivos, por eso huye la gente de él, ya que le produce trastornos psíquicos. Eso lo puede al menos aminorar su periodismo de soluciones con su carga de esperanza. Es decir, parece que entramos en el positivismo posmoderno, en el optimismo del “tú puedes”, “aprenda inglés en quince días y adelgace en veinte”. Federico García Lorca escribió en su “Oda a Walt Whitman” poema inspirado en su estancia en Nueva York:
Agonía, agonía, sueño, fermento y sueño.
Éste es el mundo, amigo, agonía, agonía.
Los muertos se descomponen bajo el reloj de las ciudades,
la guerra pasa llorando con un millón de ratas grises,
los ricos dan a sus queridas
pequeños moribundos iluminados,
y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.
El periodismo -con todos sus defectos- refleja buena parte de este paisaje. Las buenas noticias no son noticia y la esperanza ha de darse con cuidado para que no parezca un tratamiento paternalista e infantil hacia el receptor. Quien no esté capacitado para enfrentarse al periodismo debe dejar de leerlo, pero el periodista publica lo que ve, el problema es que lo publica no siempre en función de la deontología profesional sino determinado por la estructura de poder que posee su empresa. El periodista, por regla general, no es un trabajador por cuenta propia sino por cuenta ajena, hará lo que pueda por elaborar supuestas soluciones y esperanzas, pero no es tan libre como para construir un periodismo de verdadera influencia y seducción entre los públicos.
Sostiene el periodismo de soluciones que “los cambios sí son posibles y nos permiten mostrar nuestras complejas realidades, pero también nuestras posibilidades”. En lo que se refiere a los enfoques estructurales del poder en conexión con el quehacer periodístico hay que poner en cuarentena la cita anterior. La opinión pública se convierte en opinión publicada según los intereses de los dueños mercantiles de los medios y esto afecta a los mismos votantes que se consideran progresistas pero viven en una sociedad de cultura mercantil, como el resto de sus congéneres. El Poder del mundo son los negocios, el periodismo es un negocio que siembra mensajes destinados a que el poder mercantil -a veces salvajemente mercantil- que los proyecta, no muera nunca. Tal vez por eso y por las presiones internacionales, los movimientos de izquierda que ganan elecciones en América Latina y en otros lugares acaban por fracasar. Al cerco internacional contra el virus que ha entrado en el sistema se une una mente de cultura de consumo creada o consolidada por los medios mercantiles. Es contra eso contra lo que se debe luchar, pero no se espere, por el momento, victoria alguna. ¿Por qué? Porque el humano no es solidario sino egoísta y el egoísmo lo representa en la realidad el mercado. El individuo es el mercado, la cabra tira al monte, cuando no encuentra alimento se revela, pero vuelve al redil si se le da. Y olvida las “revoluciones”.
En definitiva, coloquemos esta tendencia periodística en el libro de las buenas intenciones. Gutiérrez asegura que “al periodismo de soluciones se le considera una tendencia cada vez más en auge en el mundo”. Y el periodismo de misterio también, y cierto periodismo de chismorreo también y, sobre todo, el periodismo anzuelo y hasta el periodismo de colmena. Ninguno aporta nada nuevo, salvo las herramientas digitales, una constante en la Historia. Ahora, lo que debe demostrar este periodismo de buena voluntad -con intenciones a veces político-mercantiles que oculta- es si sus periodistas pueden vivir decentemente de su práctica y resulta una verdadera alternativa al periodismo “de siempre” que, por cierto, ya tiene una gran carga de soluciones. No es el periodismo lo que amarga al mundo, son sus situaciones socioeconómicas, el hombre lobo para el hombre y su medio ambiente. Por ahí hay que empezar y, aun así, no creo que se consigan grandes logros de eso que se llama concienciación.
Por el momento, el periodismo de soluciones no significa mucho porque no es nada nuevo, es una quimera. La segunda acepción del diccionario castellano de la RAE indica: “Quimera: 2. f. Aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo”. Y, paradójicamente, no lo es porque ya existe. Por tanto, es una imaginación sobre lo existente, siendo lo existente algo carente de un punto de partida sólido: el Enfoque Estructural de la Comunicación y el Periodismo. No es suficiente con nadar, hay que bucear, el periodista y el profesor/investigador académico de la Comunicación no son sólo -o no deben ser solamente- nadadores de fondo sino, sobre todo, buzos que buscan lo que no se ve del periodismo y actúan desde esa base metodológica. El periodismo de soluciones es un deseo plasmado en medios alternativos que deben luchar en la arena sembrada por la cultura mercantil, buscando ganar la batalla cultural de la opinión pública sin adoctrinarla. A ver cómo se hace eso, yo no lo tengo claro. Que gane el mejor.
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