Rajoy perdió el norte y tumba al PP

Es de ribetes históricos la derrota de Rajoy, por lo que comporta de inusual estrategia para perder el poder por no tomar decisiones. Y también es un hito la victoria de Sánchez, pues, en el colmo de las paradojas, era candidato sin tener la condición de diputado del PSOE

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
31 may 2018 / 23:13 h - Actualizado: 31 may 2018 / 23:22 h.
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  • Vista general del hemiciclo con la intervención de Pedro Sánchez en la primera jornada de la moción de censura presentada contra Mariano Rajoy. / Juan Carlos Hidalgo (Efe)
    Vista general del hemiciclo con la intervención de Pedro Sánchez en la primera jornada de la moción de censura presentada contra Mariano Rajoy. / Juan Carlos Hidalgo (Efe)

Por vez primera en la España vertebrada por la Constitución de 1978, se produce una alternancia de partidos en el Gobierno de la nación a través de una moción de censura. Nunca se había abierto un melón de semejante calado antes de tener solucionado el que está abierto en canal, y en estado maloliente: el intento de romper desde Cataluña la soberanía nacional. Nunca se amortizó de esta guisa el cálculo sobre el desgaste electoral de quien gobierna en minoría, a quien ya se presuponía superado en los próximos comicios generales. Nunca se comenzó una precampaña electoral quitándole el mando en el Boletín Oficial del Estado a quien ejercía la presidencia. Nunca hubo una confluencia de intereses tan heterodoxa para derribar al partido en el gobierno sobre todo para evitar que otro partido (Ciudadanos) acrecentara más sus expectativas de victoria al aprovechar la pérdida de pulso y decadencia de quienes pilotan el Consejo de Ministros y el PP. Nunca fue más débil un partido conservador para conservar el poder.

Es de ribetes históricos la derrota de Rajoy, por lo que comporta de inusual estrategia para perder el poder por no tomar decisiones. Y también es un hito la victoria de Sánchez, pues, en el colmo de las paradojas, era candidato sin tener la condición de diputado del PSOE, tras ser hace año y medio defenestrado dentro de su propio partido. Ahora saldrán del armario, con el pertinaz chaqueteo de la España de ‘Cuéntame’, multitud de insospechados ‘sanchistas de toda la vida’. Para intentar pillar un empleo en La Moncloa o en cualquier ministerio. Igual que en el PP, cuando se vean desalojados de muchas instituciones, empezarán muy pronto a cambiar de discurso sobre las bondades de Rajoy como estadista. Dejarán de tener miedo a decir que el domingo del falso referéndum en Cataluña, el que seguro iban a impedir, el Gobierno hizo un ridículo monumental y planetario. Y hasta se atreverán a decir que Aznar debería pedir perdón por elegir como ministros a Rato, Zaplana, Matas,...

El liderazgo nacional de Rajoy se desmoronó en Cataluña, donde le ha faltado autoridad, y le han dado la puntilla en el País Vasco, donde han constatado su debilidad para negociar los Presupuestos Generales del Estado. Todo se ha cocido al pil-pil del PNV. Tras garantizarse la tajada para su clientela vascongada, le han dado un tajo para ofrecer su cabeza en bandeja de plata al PSOE, partido que apoyó la investidura de Urkullu y los suyos al frente del Gobierno autonómico. El comunicado con el que el comité central peneuvista justifica su decisivo voto en favor de Pedro Sánchez podría haberse resumido en el dicho que Cervantes puso en boca de Sancho Panza: “Ni quito ni pongo rey, sino ayúdome a mí, que soy mi señor”.

Si el procedimiento constitucional del artículo 155, la primera vez que se ha activado, tiene como balance un funcionamiento adecuado solo a medias, el paupérrimo nivel que tuvo como promedio el debate de la moción de censura obliga a subrayar que también se queda a medias el correcto uso de ese mecanismo constitucional de contrapoder. El artículo 133 tipifica que no solo consiste en reprobar, sino en convencer con una alternativa. Y la prueba del algodón sobre la ausencia de programa de gobierno en la candidatura de Pedro Sánchez fue definida certeramente por Pablo Iglesias. Exigir a un presidente que asuma responsabilidades políticas y dimita es condición necesaria pero no suficiente para resolver el dilema entre Guatemala y Guatepeor.

En esta ceremonia de las paradojas, Rajoy fue el mejor orador, tanto en estilo como en argumentos, en su dialéctica matinal contra el tándem socialista Ábalos-Sánchez. Ya sabía que era una victoria pírrica porque llegaba la hora en la que le iban a dejar colgado de la brocha. Y fue el peor en la sesión vespertina, por desacertada incomparecencia. España se merecía que hubiera estado en su sitio, y dando la cara debatiendo con los portavoces de todos los demás partidos. Sobre todo con los independentistas catalanes y vascos, encantados de que el líder del PSOE los tratara con extrema delicadeza y comprensión para que les conceda sus votos. Hubo durante toda la jornada tanto recetario de frases extraídas de la hemeroteca para echarse en cara un cúmulo de contradicciones, como, por ejemplo, las numerosas declaraciones del propio Sánchez, y de otros socialistas fácticos como Felipe González, Alfonso Guerra, José Bono, etc., diciendo que nunca habría que llegar al poder pactando con estas ‘amistades peligrosas’, que a partir de hoy la clase política se apunta en masa a la receta más propagada en esta moción de censura: comerse con patatas lo dicho por unos y lo aprobado por otros.

En este histórico 1-J, España sabe qué empieza, pero no adónde vamos.