«Nadie está preparado psicológicamente para vivir día tras día con la experiencia de tener a un ser querido desaparecido. Necesitamos una página final para poder continuar. Nuestro día a día consiste en aprender a sobrevivir». Con esta cita en primera persona comienza la Guía de información para familiares de personas desaparecidas de la asociación SOS Desaparecidos. Su autor es el presidente de la asociación, Joaquín Amils, que es además padre de un hijo desaparecido.
El presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, Miguel Gutiérrez, expresa en una frase esa situación de quienes pierden a una persona cercana por una desaparición: «La angustia no se pasa nunca, la incertidumbre no se pasa».
La realidad es que las familias deben afrontar un enorme problema cuando tratan de reiniciar una vida marcada por una ausencia y con problemas con múltiples aspectos: legales, psicológicos, jurídicos, policiales, testamentarios. Y, también por la suma de todos estos elementos, los problemas psicológicos son una realidad con la que deben vivir quienes tienen a alguien desaparecido.
Miguel Gutiérrez concreta que «casi todas las familias presentan algún tipo de reacción psicológica. Ansiedad en primer término, complicada con síntomas depresivos». La evolución es «muy variable», y «depende mucho de la duración, la resolución del caso o no, de si la persona aparece viva o muerta».
Desde SOS Desaparecidos lamentan que no exista «apenas documentación apropiada que profundice en el tema –las consecuencias psicológicas y las expectativas de los familiares– desde la experiencia e investigación clínica abundante». En consecuencia, «el tema está en pleno proceso de investigación, construcción y confirmación de las mejores formas, técnicas y recursos», lo que supone que el método más adecuado de trabajo se está «construyendo de manera intuitiva y con los conocimientos que nos competen».
El familiar de un desaparecido se ve sometido a un permanente estado de estrés, angustia y ansiedad que tiene una duración indefinida y está estrechamente vinculado a cómo evolucione la desaparición del ser querido.
Miguel Gutiérrez cuenta que «en los casos más complicados, en que las personas por razones de personalidad, vulnerabilidad o desequilibrio previos pueden enfermar de una manera clara y precisa, habitualmente se parece más a la ansiedad o la depresión que a lo que puede ser una reacción de duelo ante un desaparecido». Estos casos, explica, son susceptibles de tratamiento por profesionales. En otras ocasiones, «quienes son más fuertes psicológicamente, más maduros, o tienen más recursos, a pesar del dolor, que no desaparece, son capaces de reanudar una vida en parámetros de normalidad. En cambio, otros que no tienen esa fortaleza quizás van a quedar incluso enfermos». De todos modos, el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría destaca que, en términos generales, «el ser humano tiene muchísimos recursos para superar la adversidad. Es más normal superar la adversidad».
Las etapas afectivas que transitan los familiares de desaparecidos son prácticamente las mismas que las de un proceso clásico de duelo, explican en SOS Desaparecidos. El duelo es un «proceso natural» necesario «para superar la nueva situación emocional que surge luego de toda pérdida o desprendimiento». Se aplica a cualquier tipo de pérdida significativa: un divorcio, pérdidas relacionadas con la salud, el trabajo, la amistad, la muerte de un ser querido, «y toda desaparición es obviamente una pérdida», insisten en SOS Desaparecidos.
Cualquier duelo recorre distintas fases: de negación, de enojo, de ira o indiferencia, de negociación, de dolor emocional y de aceptación. En la asociación ratifican que «cualquier desaparición exige a quien la sufre tener que transitar un duelo emocional». Es un desprendimiento, continúan, «una pérdida que trae en consecuencia serios daños, dolor, incertidumbres, inseguridad e inestabilidad emocional». Las incertidumbres sobre lo que haya podido pasar realmente y la imposibilidad de realizar rituales para el duelo impiden controlar el dolor y asumir la pérdida. Contra todo eso luchan quienes tienen en su entorno a un desaparecido.
Apoyo mutuo en SOS Desaparecidos
Los problemas se agolpan en las familias que sufren una desaparición. En SOS Desaparecidos explican que «la opinión pública debe saber que después de una desaparición siguen dramas como el embargo de bienes al no poder hacer frente a la hipoteca los familiares, la congelación de pagas y un largo etcétera, que sólo viene a incrementar la dura existencia de padres, hermanos o hijos de los desaparecidos». De hecho, el origen mismo de la asociación tiene mucho que ver con la necesidad de apoyo para estas personas. Su creación fue «un reto que muchos pensábamos necesario para unir esfuerzo, ilusión, objetivos, y sobre todo, unir y canalizar la solidaridad hacia nuestros desaparecidos y las familias que día a día afrontamos una forma totalmente distinta de sobrevivir».
SOS Desaparecidos ha acabado por ser también un vehículo para exigir unos derechos que son parte crucial en el futuro de las personas con desaparecidos en su entorno cercano: «Desde la asociación no queremos palabras. Ya no creemos en las palabras, exigimos hechos, exigimos compromisos reales, exigimos que cumplan con la Constitución, con los derechos humanos. En definitiva, que, además de hacer política, tenga la capacidad de conocer y escuchar lo que significa vivir con un familiar desaparecido».