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Susana ‘manque pierda’: como una final de Copa

Militantes, cargos del ayer y del hoy. Todos atestaron el pabellón 1 de Ifema en el esperado anuncio de Díaz. «Ya ha cogido el AVE, conociéndola, no lo suelta». Esto acaba de empezar

26 mar 2017 / 23:12 h - Actualizado: 26 mar 2017 / 23:43 h.
"Susana Díaz, a por todas","Susana Díaz"
  • García-Page, protagonista del beso de la tarde. / J. Lizón (Efe)
    García-Page, protagonista del beso de la tarde. / J. Lizón (Efe)
  • González y Guerra, protagonistas, con permiso de Díaz, del acto. / Chema Moya (Efe)
    González y Guerra, protagonistas, con permiso de Díaz, del acto. / Chema Moya (Efe)
  • Pancartas de numerosos puntos de España atestaron el pabellón. / Europa Press
    Pancartas de numerosos puntos de España atestaron el pabellón. / Europa Press
  • Asistentes al acto llegan, muy temprano, a Ifema. / C. Moya (Efe)
    Asistentes al acto llegan, muy temprano, a Ifema. / C. Moya (Efe)
  • Banderas del PSOE y clásica sintonía de campaña. / J. Lizón (Efe)
    Banderas del PSOE y clásica sintonía de campaña. / J. Lizón (Efe)

Una legión de incondicionales desfila dejando atrás el angosto bosque de autobuses. Llegan en grupo, ataviados con banderas, pancartas e incluso cintas en el pelo. De forma coral, entonan cánticos rítmicos, acompasados por el inconfundible oé, oé, oé, sintonía infalible de todo entusiasta entregado. Se denota alegría por doquier, alborozo inusitado bajo un tímido sol madrileño. El tropel de adeptos ingresa en un recinto cuyos aledaños destilan aroma de cita grande. Dentro, la animosidad se desborda. Hay gradas, y están a rebosar. Se canta y se bota con frenesí, con miles de gargantas que rugen en unos prolegómenos que todo hijo de vecino confundiría con los del partido de fútbol del año. De una final de Copa, que podría decirse. Salvo por lo decisivo y lo fervoroso del ambiente, nada más lejos de la realidad: esto es política. Aunque aquí también se cantan goles.

El tanto subió al marcador de la ya oficialmente candidata a las primarias del PSOE. Díaz convirtió su puesta de largo oficial como política nacional en un apoteósico acto en Madrid. Fue a las 13.23 hora zulú cuando confirmó lo que era todo un secreto a voces: «Anuncio mi candidatura a la secretaría general del Partido Socialista Obrero Español». En la grada, gritos de campeona, campeona.

Si Sánchez hizo de Dos Hermanas su particular rampa de lanzamiento, en pleno bastión andaluz y sevillano de su contrincante, Díaz lo contrarrestó consiguiendo en la ciudad del ex secretario general lo casi impensable: aglutinar en periodo no electoral cerca de 10.000 asistentes. «Actos como este ya no se ven, ha sido una pasada», presumía al término un destacado dirigente del PSOE sevillano. El pabellón 1 del recinto ferial capitalino colapsó desde el inicio, obligando a la organización a habilitar otro pabellón, con pantalla gigante, para el extra de público. Eso sí, ellos fueron los primeros a los que Susana visitó, y a los que se refirió en el arranque de su discurso. Exiliados con premio.

El acto que la trianera preparó en la capital de España, y en el que anunció el durante tres años esperado intento de liderar el socialismo hispano, fue una suerte de regreso al pasado más nostálgico de los devotos de la fe de Pablo Iglesias Posse, el genuino, el de casa Labra, como bien se encargó de recordar un aclamado Madina -ese telonero de lujo-. Sonaba a todo trapo la clásica sintonía socialista, volaban en el contenido aire de Ifema miles de banderas rojas y a falta de bocatas de mortadela y recias chaquetas de pana, sí que se intuía el espíritu del dale fuerte a la derecha, Arfonzo. En carne y hueso, ahí estaban, ellos. La bancada principal unía a invitados de mucho postín y más kilómetros: Felipe, Guerra, Zapatero, Rubalcaba, Chacón, Bono, Pepiño Blanco, Valenciano, López Aguilar, Ramón Jáuregui, Matilde Fernández y un etcétera colosal. El parque jurásico aterrizó de sopetón en el proceso interno del histórico partido de la rosa para conjurarse en favor de una Díaz pletórica, atropellada en agradecimientos y que incluso les tributó letras de Machado. El auditorio se caía por momentos.

La puesta en escena, cuidadosamente orquestada, fue también un resumen en sí mismo del film susanista. Ella, protagonista absoluta, aparecía en la pantalla gigante en el backstage de Ifema en destacada actitud conciliadora, entre abrazos y confidencias con los socialistas del ayer. Lo que el PSOE había roto, Díaz parecía coser, revelando esa escena implícita, con claras reminiscencias a la situación que desde octubre pasado vive el partido. Toca reconciliar, axioma que planeaba en el ambiente, hasta cuando parece imposible. ¿Quién de vosotros, incautos, daba antes de ayer un duro por un apretón de manos entre Felipe y Alfonso? Pues lo hubo, créanlo. Vaya si lo hubo.

Tras ese mitológico saludo, la cofradía susanista arribó al núcleo del meollo y tomó cuidoso asiento: Díaz, cómo ha de ser, al centro. A sus lados, los dos presidentes socialistas de la democracia, Felipe a derecha y Zapatero a la izquierda, y a su vez, dos pesos pesados de enjundia, Rubalcaba, junto a González; y el citado Guerra, a la izquierda de ZP. Pese al apretón de manos, nadie osó sentar juntos a los ayer defosilizados sevillanos que refundaran este partido en Suresnes. Poco a poco y ya está bien por hoy, decían sus rictus, que Zamora no se ganó en una hora.

La demostración de fuerza exhibida por la que dice querer ser «la primera secretaria general de la historia del PSOE» no quedó ahí. Si manifiesto y patente fue el apoyo de los más históricos del socialismo patrio post Transición, ahí estaban también los responsables de hasta cuatro gobiernos regionales, todos de color socialista. A cada uno de ellos dedicó una frase. García-Page, con palo incluido a Cospedal, su antecesora; Fernández Vara, «el que pelea por la igualdad»; Ximo Puig, «que ha devuelto la dignidad a la Comunidad Valenciana, el hombre que quita caracolas en colegios...» -inciso: en Andalucía aún hay muchas- y a Lambán, el bonachón maño que no hace mucho le regaló en Umbrete, no sabemos si con efluvios del buen mosto de la tierra, unas palabras que quedaron para la posteridad: «Los dioses del socialismo te protegen, Susana». Pues sí, ahí estaba también el ayer visionario Lambán –el panorama era casi divino–, demostrando, junto al resto de barones, que han tomado partido, de forma clara, por la corriente del viene del sur.

El reparto salomónico de guiños también recayó en un ausente: «Gran hombre, que por circunstancias no ha podido venir. Gran socialista, Javier Fernández, hombre de bien». El líder interino, presidente de la gestora, se podía ver representado en lo numerosa de la delegación asturiana, capaz de rivalizar en banderas con la andaluza: Susana patria querida.

Empero, la relación de cargos cesó. Díaz hizo a continuación un curioso recuento por anónimos militantes de los que dice le avisaban, a las tantas de la madrugada, cuando cogían sus autobuses camino de Madrid. Citó a un buen ramillete, con nombres y apellidos, pero el periodista que escribe solo es capaz de recordar a uno, El Pantera de Hospitalet, «me daba vergüenza llamarte así, pero tenía que nombrarte», dijo la trianera para toda España. Aquí queda escrita la promesa de este redactor de prensa de buscar, por todo el cinturón metropolitano barcelonés, al dueño de un apodo tan extraordinario.

El caso es que había que demostrar el apoyo del pueblo. Ya estaban en el bolsillo las adhesiones de los dirigentes históricos y de los del momento. Pero el militante, palabra muy en boga últimamente, no faltó al esperado encuentro con Díaz. «Pedro Sánchez quería pactar con Podemos y eso hubiera sido el final», cuenta, mientras agita su bandera con la vehemencia del como si no hubiera un mañana, un simpatizante granadino, «afiliado de toda la vida y que no tengo ningún cargo», integrante de uno de los «40 o 50» autobuses que de madrugada abandonaban la provincia nazarí rumbo a los madriles.

Si hablamos de goles, hubo otro por toda la escuadra: Eduardo Madina. Ese enemigo acérrimo de Sánchez ahora reclutado por el susanismo como fichaje estrella. El vasco se convirtió en Ifema en poco menos que el asistente de lujo de la pichichi andaluza. Hace tres años, Díaz la negó el pan y la sal volcando su potentísima federación –un tercio del total nacional del PSOE- en la candidatura de Pedro Sánchez. Madina sucumbió entonces en las últimas primarias del partido de la rosa, incapaz de contrarrestar el efecto del sur. Ayer se trataron de amigos. Su causa común todo lo puede.

Ya son compañeros de viaje en un periplo que arranca con un auténtico chute de socialismo en vena, «de PSOE auténtico, cien por cien, de ayer, de ahora y de futuro», y que llevará a la también presidenta andaluza por toda España, volcada en un proceso interno que ha de ganarse por propios méritos. «Ya ha cogido el AVE (en relación a su intento de salto a Madrid), conociéndola, no lo suelta», decía un íntimo colaborador, confundido entre la muchedumbre y disfrutando del acto en familia. «A Mariano se le van a quitar las ganas de convocar ahora elecciones», resumía otro estrecho socio susanista, diputado nacional y figura clave de la toma de Ferraz. La realidad es que más que un alegato de proceso interno, lo que Díaz demostraba en Ifema era una auténtica pelea por el gobierno del país. «Ellos saben cómo se gana a la derecha, ¿cómo no les voy a preguntar, si son de los nuestros?», bramaba en una alocución dirigida a Zapatero y González.

La turbación también hizo acto de presencia. Desde su entrada al escenario, los ojos vidriosos de Díaz revelaban que había algo más que un simple subidón de adrenalina. En mitad de su disertación, la defensa a capa y espada de sus orígenes humildes, «soy de la casta de fontaneros y vivo en la mismo casa» provocó que su padre, enfocado por la chivata pantalla gigante, casi se derrumbara.

Emoción a flor de piel en el antes, el durante y el después. Casi media hora necesitó la ya candidata a las primarias para cruzar el espacio que la separaba de la salida al término del acto. La turba de adeptos se le precipitó con el ruego de un segundo de atención. No los negó, con una sonrisa marca de la casa. A diestro y siniestro, besaba a señoras mayores de Marbella mientras se hacía selfies con jóvenes valencianos de Mislata, al tiempo que respondía a los abrazos de la populosa expedición viguesa, que liderada por Abel Caballero, a la sazón presidente de la FEMP, se volcaba por su causa. «Eh, apunta en tu libreta, esto sí que es plurinacional, ¿eh?». Sugerencia muy al pelo.

Tras el baño de masas, y mientras Rodríguez Villalobos y Verónica Pérez, sus alter ego en Sevilla, guardaban la bandera en el escenario, recibiendo y atendiendo a no pocos hispalenses desplazados, Díaz descansó. Lo hizo en una sala de Ifema a la que llegó agotada tras un extenuante esfuerzo. Esto será el aperitivo de una carrera que empieza y que, nadie dude, será tan complicada como sacrificada.

No eran las 15.00 cuando el pabellón 1 del madrileño recinto ferial quedaba casi desalojado. «Niño, ¿ya se ha ido Susana? Quiero saludarla, pero me tengo que ir, que se va nuestro autobús», contaba una señora mayor, que con inusitada agilidad, y banderita al hombro, enfilaba la salida. No sin antes sentenciar: «Es que estas cosas hay que hacerlas en Sevilla».