Un año nefasto para los administradores de fincas

La pandemia ha generado inconvenientes como el aumento de gastos ordinarios, imposibilidad de hacer reuniones presenciales y acentuado un incremento de la morosidad

Alex Solano alex_linense /
22 ene 2021 / 05:00 h - Actualizado: 22 ene 2021 / 05:00 h.
"Vivienda"
  • Un año nefasto para los administradores de fincas

Uno de los sectores que peor lo han pasado, en lo que a carga de trabajo y su estrés correspondiente se refiere, ha sido el de los administradores de fincas. La pandemia, y el confinamiento que asedió nuestro país durante casi tres meses, ha traído consecuencias que serán muy difíciles de paliar, al menos, a corto plazo.

Para profundizar más en el tema, El Correo de Andalucía ha podido tener acceso a una administradora de fincas que tiene varias comunidades a su cargo en toda la provincia de Sevilla. Su testimonio, sirve para dar voz a esta microeconomía que tantos dolores de cabeza está padeciendo.

Confinamiento

El 15 de marzo de 2020, con el decreto del Estado de Alarma, todos los administradores de fincas tuvieron que adaptar su trabajo a la modalidad online, ya que están considerados como actividad esencial. Tras las adaptaciones de los ordenadores de casa para que se asimilaran lo máximo posible al de las oficinas, a través de las IP, se consiguió poner en marcha, en tiempo récord, el teletrabajo. De este modo se pudo mantener el contacto con los propietarios y no dejarlos desatendidos pese a la situación de crisis sanitaria.

No fueron semanas fáciles, algunos no pararon de trabajar ni un solo día, ni siquiera los domingos, que se complementaban con una atención a sus clientes a través de videollamadas y demás formas telemáticas. Además, tenían que salir de sus casas para acudir a sus respectivas oficinas para recoger documentación casi a diario, ya que las facturas y demás recibos continuaban llegando.

A todas estas se les sumaron el aumento de medidas de seguridad, lo que conllevaba un aumento de los gastos, especialmente durante la desescalada.

Desescalada

Bien entrado el mes de mayo, llegó la ansiada desescalada, la cual no tuvo mucha repercusión en el sector, debido al miedo que todavía permanecía en la población, sobre todo en los más mayores. Por lo tanto, se siguió el mismo modus operandi que durante el confinamiento, con la única diferencia de que los administradores de fincas ya podían personarse en las diferentes comunidades para tratar diversos problemas, e incluso realizar reuniones presenciales con pequeños grupos de gente, dependiendo siempre de la fase en la que se encontrasen.

Los sobrecostes presupuestarios, mencionados up supra, se debieron en su mayoría a los productos y materiales de limpieza necesarios para la desinfección general de los edificios, cosa que, hasta la llegada de la pandemia, no se tenía tan en cuenta. Estos incrementos han supuesto entre un 15% y un 20% en el caso de comunidades con piscina, y entre el 5% y el 7% en las que carecían de ella.

Por este motivo, muchas comunidades con piscina decidieron no abrirlas, ya que los gastos de mantenimiento teniendo en cuenta los protocolos por covid-19, ascendían a cantidades que oscilaban entre los 5.000€ y 8.000€. Obviamente, esto trajo muchas disputas entre vecinos, de las que su mayoría tuvieron que hacerse cargo los administradores de fincas.

Nueva normalidad/Verano

Cuando ya no se hablaba tanto del coronavirus, concretamente durante los meses veraniegos, en los que la nueva normalidad dio la posibilidad de “recuperar” el tiempo perdido, los administradores de fincas seguían al pie del cañón, quedándose muchos de ellos sin vacaciones, por tal de no dejar que se siguiera acumulando el trabajo.

Tras unas primeras semanas con una carga de trabajo inmensa, derivada sobre todo por el incremento de las reuniones atrasadas, se pudo estabilizar la situación, consiguiendo así un verano “tranquilo”. Enfatizamos el término “tranquilo”, porque no cesaron las tremolinas entre los copropietarios, debido al reajuste de los presupuestos para arreglar los desperfectos que se dieron durante el confinamiento.

Es destacable el espectacular tránsito de emails entre los administradores y sus clientes para ajustar los ya mencionados presupuestos entre otras cosas, los cuales no podían ser desatendidos pese a ser agosto y hacer un precioso día de playa. A parte de lo relacionado con los presupuestos, cuando había un caso positivo en covid-19, los administradores de fincas tenían la obligación de comunicarlos a la Junta de Andalucía, por lo que se aumentaba, más si cabe, la carga laboral de estos.

Nuevo curso

Ya pasado el verano, cuando comenzaron a aumentar los contagios y nos quisimos dar cuenta, ya estábamos inmersos en la segunda ola de la pandemia, lo que conllevaba, de nuevo, la vuelta a las restricciones. Es decir, se dejaron de hacer reuniones presenciales con las comunidades, comenzó una vez más la lluvia incesante de emails y demás trámites burocráticos.

Hasta llegar al día de hoy, donde los confinamientos perimetrales están al orden del día y el alto índice de contagios en algunos municipios han obligado a este sector a readaptarse de nuevo al teletrabajo, sin dejar de pensar en los problemas que vendrán cuando todo esto pase.

La morosidad, la asignatura pendiente

Después de haber visto en líneas generales los problemas a los que han tenido, y van a tener que seguir enfrentándose, veamos de una forma gráfica uno de lo más destacados: la morosidad. Lo haremos tomando como ejemplo tres comunidades de vecinos de la provincia de Sevilla las cuales, para respetar así la Ley Orgánica de Protección de Datos, serán nombradas como: X, Y, Z.

Como veremos en esta muestra, no todas tienen una tendencia ascendente en sus deudas. Cada una presenta una evolución distinta, pero a nivel provincial, la amplia mayoría, sí que han incrementado sus deudas.

Comencemos por la Comunidad X. Esta se trata de una comunidad de vecinos situada en el Aljarafe sevillano, y cuenta con una piscina en sus instalaciones. En la gráfica podemos apreciar como en tan solo diez meses sus deudas han aumentado en más de 4.000€, lo que supone un incremento de la morosidad del 35,78%.

Un año nefasto para los administradores de fincas

Por último, veremos el caso de la Comunidad Z. Esta, en comparación con las anteriores, se trata de una comunidad vecinal de Sevilla capital que cuenta con piscina. En ella, podemos observar que las deudas apenas varían respecto al antes y después de la pandemia. El incremento es de tan solo de unos 350€, lo que supone un aumento del 4,36%.

Un año nefasto para los administradores de fincas

Observando ahora el gráfico de la Comunidad Y, que se trata también de una comunidad de vecinos con piscina ubicada en un pueblo del Aljarafe, observamos un comportamiento que, a simple vista, puede parecer ilógico viendo el contexto de crisis en el que nos encontramos. La deuda a 31 de diciembre de 2020 se había reducido en casi 7.000€ respecto al mes de febrero, pero este curioso dato se da gracias a que un banco ha adquirido una de las propiedades, abonando los últimos cuatro años de cuotas pendientes. Dándose así un decremento de la morosidad en un 23,60%. Sin duda un gran alivio para su administrador de fincas.

Un año nefasto para los administradores de fincas

¿Qué perspectiva de futuro hay?

Las previsiones no son buenas, y menos a sabiendas de lo que ya han pasado: el incremento de las deudas ha supuesto que los administradores de fincas hayan tenido que estar como auténticos cobradores del Frac. Aunque no deja de ser su trabajo, no es lo mismo estar detrás de uno o dos morosos que de veintiuno, lo que acarrea momentos de tensión con algunos propietarios.

La situación irá a peor si la pandemia sigue descontrolada y sin que se vean los efectos de la vacuna, sin tener en cuenta que la responsabilidad de la población brilla por su ausencia... No se podrán hacer reuniones presenciales, la morosidad seguirá aumentando, la aprobación de presupuestos para mejoras de edificios será muy parsimoniosa y la carga de trabajo para los administradores de fincas seguirá aumentando sin freno.