Crónicas dominicales

Utopía de la igualdad, trabajo individual y déficit de sociabilidad

Hay dos factores que se repelen en la actualidad: por un lado, la cantinela de la igualdad. Por otro, afirmar que estamos en la sociedad de la iniciativa individual. Habrá que aclararse y saber si son compatibles o afectan a la sociabilidad

04 dic 2022 / 04:00 h - Actualizado: 04 dic 2022 / 04:00 h.
"Crónicas dominicales"
  • Utopía de la igualdad, trabajo individual y déficit de sociabilidad

Leonardo Padura, autor del libro El hombre que amaba a los perros, publicado en 2009, declaró en 2017 a la periodista Antía Castedo cuando lo entrevistó para la BBC: “Yo creo que el hombre occidental está persiguiendo una utopía igualitaria desde la Antigüedad, desde que existe lo que pudiéramos llamar los principios de la civilización occidental. Y la Revolución Rusa, en su momento [1917], fue la encarnación de la posibilidad práctica de establecer esa utopía”.

La aspiración a la igualdad es otro de los factores que impulsan a considerar a los humanos como seres que luchan entre lo que son y lo que quisieran ser, algo que es visible en los católicos y en los comunistas, en este último caso lo demuestra la revolución rusa y otras. Ambas creencias se dejan llevar por una ilusión, por un idealismo que, hasta el momento, es pura entelequia, aunque va dejando su huella en la Historia. En el catolicismo está claro, no creo que hagan falta muchas pruebas, se han apoderado de sus principios quienes menos los cumplen y los han derivado hacia lo superficial. En el tema de la aspiración igualitaria comunista, el caso de Podemos, en España, es todo un paradigma digno de ser estudiado en una tesis doctoral sobre psicología, filosofía o filosofía de la Historia.

Podemos, predica la igualdad, pero se le puede aplicar el dicho popular: “Justicia, Señor, pero por mi casa, no”, en cuanto que, por ejemplo, los derechos de las mujeres sólo los tiene en cuenta para aquellas que cumplen sus exigencias derivadas de una ortodoxia emocional. De alguna manera, Podemos es comparable a lo que le ocurrió desde sus inicios al partido bolchevique estando ya en el poder cuando procedía a formarse lo que poco después conoceríamos como Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

El mismo Padura afirma en relación con la revolución soviética de 1917 y sus años posteriores a la muerte de Lenin en 1924: “Creo que había un sentido de caminar hacia una sociedad igualitaria donde hubiera un máximo de libertad con un máximo de democracia. Pero cuando ya habían empezado las luchas en el interior del partido bolchevique, cuando ya se establece la Unión Soviética y el partido es prácticamente el único que tiene un papel activo en la vida soviética, ocurre la muerte de Lenin. A partir de ahí, esos enfrentamientos adquieren un carácter mucho más cotidiano”.

El deseo de lograr la igualdad y la realidad de lo que es el humano están chocando de nuevo, como ha sucedido con Podemos. La igualdad podrá estar en los papeles y en los anhelos místicos, pero no en los genes ni en la educación ni en la cultura. Colocas a varias personas en el mismo punto de partida y no transcurren sus caminos de la misma forma. La igualdad no es un derecho solamente sino un privilegio, un tesoro cuyo uso debe ser vigilado. ¿Por quién, si asimilamos que esa igualdad es una quimera y el humano tiende a la entropía? He ahí el problema. Will y Ariel Durant afirman: “La naturaleza sonríe ante la unión de libertad e igualdad en nuestras utopías. Porque libertad e igualdad son enemigos declarados y eternos, y cuando una se impone la otra perece”. Y añaden: “Las utopías de igualdad están biológicamente condenadas, y lo mejor que puede esperar el filósofo amable es una igualdad aproximada en justicia legal y oportunidades educacionales”.

Es necesario tener en cuenta estos argumentos que se acaban de exponer para implementar lo que llamamos igualdad. La pandemia Covid19 parecía habernos hecho más “iguales” con, por ejemplo, el trabajo online fuera de las oficinas. Hablemos del caso del ejercicio de la profesión periodística. En el último boletín de la Agencia Reuters, Federica Cherubini, informa: “En 2021, un grupo de líderes del sector periodístico nos dijeron que ellos – y sus medios – estaban de acuerdo con la transición hacia el trabajo híbrido y flexible. Un año más tarde, ¿se han transformado realmente las redacciones como resultado del cambio iniciado durante la pandemia? ¿El sector periodístico de verdad ha adoptado el trabajo híbrido y flexible?”.

Los medios de comunicación, en un principio, acogieron bien el cambio en la dinámica laboral. Desde entonces, es habitual el trabajo híbrido, en casa y/o en la oficina. El trabajo híbrido permite, por ejemplo, captar talentos para las empresas y hacer más efectivas las horas de estancia en la oficina. Casi la mitad de las personas que han sido encuestadas por Reuters (49%) considera que el trabajo híbrido y flexible ha hecho algo o mucho más sencilla la contratación y retención del talento, en tanto que el 65% cree que esta modalidad laboral puede aumentar su capacidad para fichar talento diverso y tener un impacto positivo en sus estrategias de equidad, diversidad e inclusión. Aun así, e incluso teniendo ciertos cambios en marcha, el 20% sostiene que prefiere volver al modelo laboral previo a la pandemia.

Sin embargo, me parece que el dato más llamativo llega a la hora de tratar la sociabilidad -o, mejor dicho, el déficit de sociabilidad- que se deriva del trabajo híbrido. Lo que preocupa a los líderes mediáticos del trabajo híbrido en la cultura de las redacciones es la creciente sensación de desconexión entre los empleados: un 36% cree que el trabajo híbrido y flexible ha debilitado el sentimiento de pertenencia a la organización. Entre otras cosas, encuestados señalan que la implantación de nuevos modelos de trabajo también ha incrementado la presión sobre los ejecutivos, y en especial sobre los mandos intermedios que deben ser el conducto entre las prioridades de la dirección y las necesidades y expectativas del personal.

Creo que con pandemia o sin ella el asunto del trabajo híbrido hubiera llegado a ser una realidad porque ya lo era antes del Covid y se hablaba con frecuencia de la intensificación paulatina de su implantación. Lo que sucede es que entonces entramos en lo que se ha dicho antes en este trabajo: que la igualdad choca con los deseos individuales en menoscabo de la sociabilidad sociolaboral, de ahí que esta situación interese tanto a estudiosos de la sociedad como a los sindicatos puesto que de toda la cuestión puede derivarse lo que ya está sucediendo: que el individuo se entienda directamente con la empresa, al margen de aspiraciones colectivas. En este sentido, nos hallaríamos al mismo tiempo ante una fortaleza y un debilitamiento del sujeto como tal si queda apartado del “rebaño”. De ahí que libertad verdadera, a nivel laboral, e igualdad real no vayan de la mano y que la igualdad en el fondo pueda precipitar en el pozo de la mediocridad a los individuos más capaces. O bien en el pozo de la angustia por el hecho de vivir para trabajar, si es que se consideran separados ambos aspectos.