Crónicas dominicales

Vivir pegados a una pantalla

Recientemente Netflix anunció que había perdido clientes. Al margen de causas puntuales, el hecho se debe a que estamos inundados de pantallas, adheridos a ellas, tal vez en lugar de vivir, muramos en vida por el éxito de las pantallas

01 may 2022 / 04:00 h - Actualizado: 01 may 2022 / 04:00 h.
"Crónicas dominicales"
  • Vivir pegados a una pantalla

A los humanos nos encantan las historias, desde que nacimos como especie y abrimos los ojos a nuestro entorno empezamos a inventar historias. ¿Por qué pintaban las paredes de una cueva los seres del Paleolítico? Hay varias teorías y algunas apuntan a un deseo de suerte para que la buena caza los acompañara. Pudo ser simplemente una puesta en práctica de la pulsión creadora nata que encerramos los seres humanos en nuestro ADN, la necesidad de comunicarnos, un homenaje animista a los animales a los que cazábamos... Historias, relatos que cuajaron en toda una obra mitológica de distintas civilizaciones según la cual los fenómenos naturales o de otro tipo que nos rodeaban estaban producidos por dioses y diosas. El humano no sólo precisa vivir sino existir y existir es imprimirle un sentido a su vida.

Si viajamos en el tiempo hasta el momento actual, veremos que aún queda mucho entre nosotros de aquel amor a las historias de todo tipo. No sólo queda mucho sino muchísimo, las historias se han multiplicado vertiginosamente gracias al mundo digital y las encontramos en un simple comic, en los libros, televisión, radio, videojuegos y plataformas de pago en televisión. La proliferación de estas plataformas intensifica que nuestra vida esté más supeditada aún a una pantalla que, al tiempo que distrae, entretiene, informa y forma, aleja a los receptores tanto de sus obligaciones profesionales como vitales.

¿Qué es vivir?

Once acepciones registra el diccionario de la RAE sobre la definición de vivir. Once, nada menos. Me quedo con la número once: “Sentir o experimentar la impresión producida por algún hecho o acaecimiento”. Ahí se detienen la mayoría de los humanos ya que la neurociencia demuestra que nuestro cerebro no desea complicarse sino sobrevivir a base de simplicidades como asignar etiquetas a unos y otros, de esta forma nos evitamos entrar en complejidades que están hechas para otros cerebros distintos, ni mejores ni peores, ni inferiores ni superiores, simplemente -y complejamente- distintos. Esos cerebros distintos necesitan, además, existir y, para ello, se exigen a sí mismos comprender su entorno. La existencia de los cerebros digamos comunes, consiste en vislumbrar unas ilusiones a más o menos largo plazo con las que darle sentido a sus vidas: contar con un trabajo, con entretenimiento, ocios, ciertos lujos, etc. El cerebro complejo va más allá: vivir es existir comprendiendo.

¿Vivimos porque existen pantallas o las pantallas poseen vida propia y son ellas las que viven? Cuando Ortega y Gasset escribió su famosa frase en su libro Meditaciones del Quijote: «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo», estaba definiendo la vida misma y su necesidad de ser existida. Ortega invitaba a no dejarse vencer por esa circunstancia sino a conocerla para ser lo más libre posible a través de lo cognitivo en relación con lo que circunda a las personas, desde lo cotidiano hasta lo macro. He aquí un enfoque estructural de la vida para vivirla lo más certeramente posible.

Las pantallas nos pueden ayudar a llevar a cabo este ejercicio pero eso exige seleccionar muy bien aquello que observamos y la capacidad de seleccionar procede en buena medida de nuestra formación cultural. Se trata de una tarea muy complicada dada la enorme oferta de programación que hoy en día recibimos sólo pensando en las plataformas digitales de televisión, si vamos más allá el reto es aún mayor.

La caída de Netflix

Luis Alberto Peralta ha escrito en Cinco Días: “La catástrofe de Netflix obliga a los inversores a replantearse los límites de las plataformas de vídeo por suscripción. Tras una década de crecimiento constante y a pesar de haber reportado unos 7.878 millones de dólares en ganancias, sus acciones ya se han hundido más de un 37% tras el anuncio de la cancelación de unas 200.000 suscripciones, y ayer cayeron un 3,9% adicional. Sus competidores como Disney+ y HBO+ también sufren las consecuencias: a pesar de haber reportado recientemente mayor crecimiento e ingresos, los títulos de sus matrices también exhiben drásticas caídas, poniendo en evidencia que el problema es del sector”.

No se reduce por tanto a las consecuencias de la crisis de la guerra ruso-ucraniana sino a una crisis mayor que ya se viene apuntando desde hace tiempo: la sobreabundancia de oferta y, a pesar de ello, el costo de las suscripciones. ¿Una de las soluciones? La inclusión de publicidad. Sin embargo, además, parece que existe una exigencia de los públicos en cuanto a que les den contenidos de sus gustos para no darse de baja: “El contenido sigue siendo el rey. Los encuestados afirman que los programas interesantes los atraen a las plataformas y que mantendrán sus suscripciones si estas ofrecen más contenido que quieran ver”. Warner Media, la matriz de HBO+ y de CNN+, encarna esta dualidad. Sus ingresos crecieron en un 2,5%, impulsados por un crecimiento de casi 3 millones de suscriptores en los últimos tres meses gracias a sus contenidos. En contraste, Warner ha decidido cerrar la plataforma CNN+ a solo un mes de su lanzamiento, por la irrelevancia de su contenido noticioso frente al de los canales de noticias convencionales”.

Por su parte, Judith Arrillaga ha escrito en El Economista: “Como si de una pesadilla se tratase Netflix confirmó la semana pasada el peor de los presagios, ha perdido usuarios por primera vez en una década. En el primer trimestre del año las personas que confiaron en el gigante del streaming se redujeron en 200.000 y la sangría va a ir a más. La compañía estadounidense estima que en el primer semestre de 2022 habrá perdido todos los usuarios que ganó durante la pandemia. Cabe destacar que en 2020, gracias a los confinamientos mundiales, registró las mejores cifras de su historia”.

La crisis inflacionista actual y el miedo a gastar causado por la pandemia echan más leña al fuego de la excesiva oferta y de lo que Netflix llama “la compartición de cuentas” por varios usuarios. Así, tanto las televisiones en abierto como la radio recuperan terreno y aumentan sus ingresos con respecto a 2020 aunque sin llegar a alcanzar las cifras previas a la pandemia. Una situación que, sin embargo, no se da en las televisiones de pago. Se trata del único formato analizado por la CNMC que vuelve a perder terreno en 2021 y recorta sus ingresos otro 5,2% con respecto a 2020.

Mucho donde ver

La burbuja audiovisual de pago ha crecido extraordinariamente durante los últimos años según puede observarse en las dos ilustraciones que ofrecemos.

Vivir pegados a una pantalla

El dominio de las plataformas corresponde con claridad a EEUU, nuestras mentes están expuestas, para bien y para mal, a los mensajes con marchamo norteamericano. Casi se puede decir que cada persona tiene su serie, estudiar sus temáticas e intencionalidades es algo que no deja de desarrollarse en el ámbito académico de las ciencias de la comunicación. Las alianzas entre grandes empresas americanas, europeas y chinas están a la vista, es la globalización de las grandes firmas de la comunicación audiovisual de pago que es un paradigma de lo que ocurre en otros sectores productivos, no pocos de los cuales están ligados a la comunicación.

Vivir pegados a una pantalla

Uno de los últimos desembarcos en España ha sido el de la plataforma Pluto, propiedad USA igualmente, más en concreto como fruto de otra alianza entre Viacom CBS (hoy conocida como Paramount Global), Apple, Android, Amazon y Movistar, entre otras grandes marcas. Sólo con esta muestra ya podemos pensar en si, imitando a John Lennon, la vida es algo que pasa por ahí mientras estamos haciendo otra cosa. Teniendo en cuenta que, como decía Séneca, “hace falta toda una vida para aprender a vivir”, el panorama que acabo de esbozar nos coloca difícil el asunto.