FÚTBOL (EUROCOPA)

De Berlín a Berlín: 3430 kilómetros de transbordos, goles y preguntas

La intrahistoria de lo ocurrido durante un mes en una Eurocopa en la que los de De la Fuente llegaron siendo ‘Españita’ y salen como una selección deslumbrante que mira al futuro con descaro

Nico Williams saluda a la cámara en uno de los viajes de la selección en Alemania / Pablo Garcia/RFEF

Fermín de la Calle

Las fotos del teléfono recuerdan que el 9 de junio, domingo tórrido en España, la Selva Negra no alcanzó los 20 grados. Olía a tierra mojada y el cielo amenazaba con sus impactantes nimboestratos. Arrancaba una travesía incierta a la que los hombres de Luis de la Fuente llegaban “a lo bajini”, como le gusta decir a Nico Williams, ese bilbaíno de Pamplona que siempre te regala una sonrisa. España aparecía muy abajo entre las candidatas a ganar la Eurocopa, a muchos cuerpos de distancias de las favoritas, Alemania y Francia.

Donaueschingen tiene trece letras que la primera semana combinamos de todas las maneras indescifrablemente posibles para el corrector. De la pronunciación mejor ni hablamos. El paraje elegido para recluir a la selección lejos del ruido de la Eurocopa era perfecto para ese propósito. Un lugar recóndito en una comarca en la que solo faltaban los hobbits y en la que los periodistas nos acomodamos en lugares como Villingen-Schwenningen, localidad que fusionó dos pueblos, siendo Villingen el más pintoresco. Obviamente, caímos en el de Schwenningen.

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Fermín de la Calle

Entre Laporte y las acreditaciones

La primera semana sirvió para geolocalizarnos en todos los aspectos. El timing de los de De la Fuente, las cocinas que cerraban inusitadamente temprano y los campanarios de la zona, que atronaban inusitadamente temprano. Para empezar, descubrimos que Aymeric Laporte llegaba fuera de punto, lo que corrigió el preparador físico Carlos Cruz, montando una pretemporada personalizada de la que se intentó hablar poco desde dentro. La “cuadrilla” de De la Fuente comenzó a tomar cuerpo custodiada por un enorme toro rojo que presidía la entrada del resort en el que se alojaban los internacionales españoles. Detalle poco discreto que no levantó pasiones entre los acaudalados socios del campo de golf que presidía la instalación.

Entre la prensa surgió un problema logístico que, pasados los días arrancó una sonrisa, pero entonces nos tuvo en vilo y en la carretera durante varios días. Las acreditaciones fueron rechazadas por las autoridades alemanas por un motivo tan obvio como inesperado, aquí no hay segundos nombres y los acentos ortográficos son distintos. Necesitamos paciencia para resolverlo. Mucha paciencia. Nos pasamos la primera semana enredados con viajes recurrentes a Stuttgart, capital mundial del atasco, llegando a ocupar tres horas al día entre idas y venidas. Cuando al final del proceso el paisano en cuestión te colgaba la acreditación lo celebrabas como si te hubiesen colgado una medalla olímpica. No llegó la sangre al río y al final todos pudieron solucionar sus problemas, acentos mediante.

El primer cara a cara con los jugadores trajo consigo la aparición de Lamine, a sus 16 años, como hecho más destacado. EL PERIÓDICO DE ESPAÑA arrancó hablando con uno de los hombres más influyentes, y más discretos, del staff del seleccionador, su ayudante Pablo Amo. En aquellos días, y antes del primer viaje, se registró la visita fantasmal de Pedro Rocha, el presidente de la RFEF, que viajó a Donaueschingen para hacerse la foto. Literalmente. Posó con el equipo y huyó despavorido antes de cruzarse con cualquier periodista malintencionado.

Modric, en Berlín

Llegó la hora del primer viaje a Berlín para medirse a la experimentada Croacia. Mucho se especuló sobre el primer once, en el que Laporte, aún en pleno proceso de activación, se quedó fuera. En el Olímpico de Berlín pudimos saludar a un viejo conocido, Luka Modric, que demostró tener tan buen ojo como pie. “España es una de las favoritas. Tiene muchas armas para desequilibrarte”, advirtió. No hay como escuchar a un hombre de fútbol. La normalidad que rodeaba a la selección había provocado que incluso se hablase de fútbol en las salas de prensa. Buen síntoma. En la de Berlín, Rodri marcó el estilo de esta ‘España Fútbol Club’: “El estilo será el que nos lleve a ganar”, sentenció el madrileño. De la Fuente apostó por un once formado por Unai Simón; Carvajal, Nacho, Le Normand, un sorprendente Cucurella; Rodri y Fabián en el doble pivote; Lamine, Pedri y Nico en la línea de mediapuntas, y Morata en punta con el brazalete.

Las apuestas por Cucurrella y Pedri en el once fueron las que más debate suscitaron, más allá de la entrada de Nacho por Laporte. Al descanso, España ganaba (3-0) con goles de Morata, Fabián y Carvajal. Cada ocasión de la que dispuso acabó en gol. Una pegada demoledora que despejaba las dudas sobre la capacidad goleadora del equipo. Lamine comenzó a asomar, con la asistencia del tercer gol, y Nico mostró chispazos. Pero el hombre del partido fue Fabián, el hijo de Chari, con una asistencia y un gol en una jugada que se sacudió varios croatas de encima. De la Fuente le reivindicó en la sala de prensa (“Si Fabián no se llamase así, hablaríais más de él”) antes de un regreso a la Selva Negra que fue feliz y largo, 750 kilómetros. El triunfo engrasó la convivencia en el campamento base, donde el tentempié que sacaban los cocineros tras las ruedas de prensa volaba. El triunfo sobre los ‘lavi’ también puso a la selección en el mapa de la Eurocopa. Igual eran más candidatos de lo que alguno pensaba.

Para el segundo partido, del que hablamos con un reivindicativo Joselu (“España tiene la mejor selección del mundo”), la duda era saber si De la Fuente repetiría once. No lo había hecho nunca en la absoluta y tampoco lo haría ante la azzurra. Y no por motivos técnicos. La noche antes del partido, Nacho llamó al seleccionador y le dijo que sentía molestias y prefería parar para estar mejor de cara a la fase eliminatoria. Por lo que Laporte, con el plan express de recuperación casi completado, fue llamado a filas.

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Fermín de la Calle

El encuentro se jugó en Gelsenkirchen, apenas a 400 kilómetros del cuartel español, lo que incitó a la prensa a desplazarse en coche. Aquel día descubrimos que las autopistas alemanas son ratoneras imposibles de sortear entre obras, accidentes y camiones, por miles. Los 400 kilómetros se convirtieron en ¡ocho horas! de viaje. El primero y último en coche. Al encuentro acudió el rey Felipe VI, que protagonizó momentos divertidos en el vestuario al bajar a saludar a los internacionales españoles.

En el partido, además de la victoria y los tres puntos, estaba en juego el liderato de grupo. Aquel día España realizó una de los mejores exhibiciones que se le recuerdan en los últimos tiempos. “El marcador no muestra la diferencia real de lo que hemos visto. Nos han superado en todos los ámbitos y por mucho”, confesaba Spalletti en la sala de prensa. El único gol del partido llegaba en propia puerta, por parte de Calafiori, el mejor defensa italiano. Aquel día De la Fuente, dentro de su discreción habitual, llegó hinchado de satisfacción a la sala de prensa tras la exhibición de los suyos: “España ha minimizado a Italia”. El triunfo traía más buenas noticias. Triunfo, líderes de grupo, con lo que el partido ante Albania podía ser utilizado para premiar al resto del grupo, y se abría el mejor camino posible en los cruces, por cercanía. De pasar octavos, los cuartos serían en Stuttgart y la semifinal, en Múnich, las dos sedes más cercanas a la Selva Negra.

De repente España pasó de no ser tenida en cuenta a ir subiendo escalones en las apuestas. Pero en Donaueschingen el discurso no cambiaba: “Hemos venido a ganar la Eurocopa, pero a ‘lo bajini”. Ni las frecuentes tormentas de la Selva y el frío otoñal ensuciaban la normalidad que se vivía en la ‘caravana’ española, que se ha alimentado este mes de los ricos schnitzel típicos de la zona. El triunfo ante Italia, por la forma, provocó que muchos comenzasen a dar su sitio a un De la Fuente ninguneado desde que fue nombrado seleccionador. Un técnico que, sin embargo, no había bajado de las semifinales en todos los torneos que había dirigido desde que ingresó en la Federación.

El mercado persa de Donaueschingen

Para entonces comenzó a extenderse la sensación de que esta España de Luis II (de la Fuente) empezaba a parecerse a la España de Luis I (Aragonés). La de 2008. Y todos los jugadores que pasaron por la sala de prensa tenían que responder a esa pregunta. Todo funcionaba con naturalidad menos una cosa. Nacho no hablaba. El central andaba tratando de resolver un futuro que, de repente, estaba en el aire. Una vez confirmó su adiós al Madrid, las ofertas de la MLS y Arabia se esfumaron y entonces apareció al rescate otro exmadridista, Míchel, que lo fichó para su equipo, recién ascendido a la primera saudí. Casi paralelamente Joselu amarró su marcha a Qatar, lo que distrajo un poco el ambiente de Donaueschingen. “Si esto de los fichajes hubiera pasado sin el equipo ganando, habría un incendio”, advertían los más apocalípticos. Sin problemas con los que alimentar debates o polémicas, muchas ‘tertulias’ se quedaban huérfanas. De la Fuente volvía a desmontar la controversia con su arma preferida, la naturalidad: “Entiendo a los jugadores y solo les pido discreción y que estén centrados cuando toque”.

Por entonces disfrutamos de una conversación deliciosa con Mikel Merino, hablando de “viajes, experiencias vitales y zonas de confort”, antes de revelarnos que su futuro “pasa por mi cabeza, pero también por mi corazón. Soy un aventurero”. Ni sospechábamos que el futuro, el inmediato, le convertiría además de en un aventurero en un héroe imprevisto. Ante Albania saltó al campo de Dusseldorf, ciudad muy animada, la unidad B. De la Fuente premió la lealtad de los que menos jugaban, los que nunca ponen una mala cara. Decisión que, por supuesto, cohesionó a una cuadrilla que para entonces ya era “familia”. Raya; Navas, Vivian, Laporte, Grimaldo; Merino, Zubimendi; Oyarzabal, Olmo, Ferran y Joselu formaron el once, y Fermín y Baena tuvieron sus minutos después. Mikel Oyarzabal, uno de los tipos con más jerarquía entre los llamados ‘soldados de De la Fuente’ nos advirtió que al grupo le era indiferente cruzarse con selecciones grandes. “Si quieres ganar la Eurocopa tienes que llevarte por delante a todos. Toque lo que toque…”, apuntaba el de Éibar en unas palabras, que sin saberlo, se convertirían en una premonición.

El partido ante Albania se ganó con un gol del ‘Tiburón’ Torres tras una asistencia de un Dani Olmo que le comía el terreno a Pedri a medida que pasaban los partidos. Fue un choque alocado con más idas y vueltas de las que le hubiera gustado al técnico de Haro. Tercera victoria y a esperar rival: Eslovaquia, Turquía, Eslovenia... y, finalmente, Georgia. El caprichoso destino quiso cruzar a España con la selección que alumbró el nacimiento de esta ‘España salvaje’ de los “potros” Lamine y Nico, que jugaron por primera vez juntos aquel 8 de septiembre de 2023 en Tiblisi, en el debut el prodigio del Barça. España llegó allí en pleno incendio por el caso Rubiales y el beso no consentido a Hermoso, con el seleccionador cuestionado por sus aplausos al de Motril en la asamblea, y con dudas sobre el juego de la selección. Aquel día el equipo se conjuró y logró un (1-7) que sirvió para cambiar la dinámica. Kvaratskhelia, Mamardashvili y su gente serían el rival de octavos en el coqueto estadio de Colonia, localizado en un bosque a las afueras de la ciudad ante una pradera imponente que por momentos recordaba la playa de la Concha con sus partidos de cantera.

Los titulares llegaban descansados tras diez días sin jugar. Preocupaba especialmente el caso de Rodri, que había alcanzado los cinco mil minutos esta temporada ante Italia. Y para descargarle utilizaron tecnología finlandesa, concretamente de la compañía CTN, que puso a disposición del equipo máquinas de última generación para que los internacionales pasasen episódicamente en Donauesvhingen por tratamientos de crioterapia, terapia con frío, la cámara hiperbárica Oxypro y sesiones de fotobiomodulación, un tratamiento que utiliza luces LED de diferentes longitudes de onda para estimular la regeneración celular y reducir la inflamación.

"A retirar a Kroos"

El encuentro, aunque terminó con goleada (4-1), fue inquietante. Escondió muchos micropartidos que sirvieron para una gran cantidad de vídeos durante la siguiente semana. España empezó perdiendo, lo cual ‘celebró’ Rodri: “En una Eurocopa no puedes estar siempre por encima y ganar todo. Hay que sufrir de vez en cuando y esto nos va a venir bien seguro”. Lamine, desequilibrante, no estuvo acertado en la finalización y De la Fuente mostró su lado más constructivo al hablar del azulgrana: “Lamine va a aprender mucho de este partido”. Superada Georgia, llegaba el primer ochomil: Alemania en casa. España nunca había ganado a una anfitriona en la historia de un gran torneo.

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Fermín de la Calle

En la semana previa al choque de Stuttgart, a apenas una hora de la Selva Negra, recibimos la visita de medios alemanes, lo que sirvió para poner la nota de color local a los reportajes. Los hospitalarios alemanes que nos recibieron al llegar a la Selva Negra nos miraban ahora con recelo. Todos sospechaban que España ganaría. El hombre de la semana fue Kroos, que jugaría su último partido en caso de perder. Y para hablar de él quedamos con Fabián, el mejor español hasta entonces en la Eurocopa. El sevillano habló de los orígenes humildes de su familia y del sacrifico de su madre para sacar a sus tres hijos adelante, dejando un titular entrañable: “No hay muchos jugadores que hayan compartido vestuario con su madre”, presumió orgulloso, ya que su madre limpiaba el vestuario del Betis, siendo él jugador suyo. Alabó a Alemania y a Kroos, pero recordó que él ya les había ganado una final marcando dos goles y que nunca había perdido con ellos. Joselu, preguntado por la posibilidad de que fuese el último partido de Toni, dejó un titular que abrió todos los informativos en Alemania: “Esperamos retirar a Kroos”.

La semana transcurrió con las televisiones poniendo cara a las estrellas de ambos equipos: Kroos, Musiala, Wirtz, Nico, Lamine… El hype de Musiala se enfrentaba al flow de Lamine con un pase a la semifinal en juego. La ‘Batalla de Stuttgart’ contó con la comparecencia de Carvajal en la previa, donde el lateral marcó el terreno que luego recorría España en el partido: “Hay que saber sufrir cuando esté mejor el rival y ser contundentes cuando estemos por encima”.

Piedra, papel o tijera

A la conclusión del duelo contra Georgia se produjo una de las imágenes de la Eurocopa con Lamine y Nico jugándose a ‘piedra, papel o tijera’ una botella de agua. El gesto retrataba la frescura y desparpajo de la nueva España, un equipo que podía proponerte varias formas de doblegarte: con el balón en los pies por dentro, atacando los espacios con verticalidad por fuera, o asfixiándote con su presión tras pérdida en tu propio campo.

El partido fue agónico. Pedri se fue lesionado a los cinco minutos tras la tarascada de un acelerado Kroos que le produjo un esguince de rodilla. Una entrada áspera que “mereció más castigo”, como advirtió posteriormente De la Fuente. España se adelantó con un pase catedralicio de Lamine (tercera asistencia del ‘Niño’) a Dani Olmo, quien apareció a la espalda de Kroos. El tanto obligó a Nagelsmann a abrazarse al tremendismo y meter en el campo todo lo que tenía en ataque. Sumó a Musiala y Havertz con Wirtz y Fullkrug y volcaron el campo hacia el área de Unai Simón, que realizó paradas de mérito. Una mano de Cucurella en el área, precedida por otra y un fuera de juego de Fullkrug, soliviantó los ánimos locales y dio coartada a las portadas de los diarios alemanes al día siguiente. Andaba la Mannschaft despidiéndose de su Eurocopa cuando en la última jugada, el enésimo centro a la olla fue tocado en el segundo palo por Kimmisch, quien prolongó ante Cucurella, y el balón le cayó a Wirtz para empatar. Locura en la grada y golpe durísimo para una España que se fue empequeñeciendo con el paso de los minutos.

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Lucía Feijoo Viera, Fermín de la Calle

En ese momento resultó decisivo el discurso de De la Fuente antes de la prórroga: “El partido empieza de cero. Nos olvidamos de todo lo anterior. Queremos la pelota y somos mejores. Y por encima de todo, vamos a ayudar al compañero”. España fue equilibrando el duelo y sin “los potros salvajes” en el campo, era el turno de los ‘soldados de De la Fuente’ con Oyarzabal, Mikel Merino, Rodri, Dani Olmo, Ferran, Joselu... Estaba el partido totalmente abierto, en la segunda mitad de la prórroga, cuando Olmo recibió una pelota acostado a la izquierda. Cucurella subió lo justo para distraer al marcador, que flotó a Dani permitiéndole el centro. El del Leipzig la puso en el área, donde esperaba Joselu, pero, de repente, apareció Mikel Merino desde atrás y cuando Rudiger quiso ir a tapar el remate, el realista ya había clavado en la red su testarazo. Corría el minuto 119, y a Alemania le quedó tiempo para un remate de Fullkrug que Unai salvó milagrosamente. España acababa de hacer historia derrotando a Alemania.

Kroos se despedía agasajado por rivales y compañeros mientras España celebraba respetuosamente su pase a las semifinales. Mikel Merino, como hizo su padre décadas antes en el mismo campo de Stuttgart con Osasuna, marcó un gol histórico que celebró rodeando el banderín de córner en homenaje a su padre, que saltaba eufórico en la grada. La ‘Batalla de Stuttgart’ dejaba un parte de bajas notable: a la lesión de Pedri se sumaban las ausencias de Carvajal y Le Normand, que no jugarían la semifinal por la acumulación de amonestaciones.

De la Batalla de Stuttgart, a Múnich

De la Fuente, cuestionado por sus cambios durante el partido, volvía a poner el foco en sus futbolistas: “Muero por mis jugadores y ellos mueren por mí”, aseguró el de Haro. Las emociones no acabaron ahí, porque España había jugado a las seis y a las 21 se disputó el Portugal-Francia que decidía rival para semifinales. Los jugadores vieron la tanda de penaltis entre lusos y galos camino de Der Öschberghof, el imponente resort de golf en el que se han alojado en la Selva Negra. “¡Después de Kroos, a por Mbappé!”, apuntaban en el autobús tras resolverse la tanda. Esa misma noche, tras confirmarse la participación de Francia en las semifinales, se filtraba que Kylian Mabppé sería presentado el martes 16 a las 12:00 en el Santiago Bernabéu como nuevo jugador del Real Madrid. Antes tendría que verse las caras con Jesús Navas, ya que Carvajal se lo perdía por sanción.

La ‘semana’ (apenas cuatro días) previa al choque con Francia, Luis de la Fuente se sentó a hablar con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA y los medios de PRENSA IBÉRICA, explicando cómo había instaurado “la normalidad y la naturalidad” en la selección. Ese día habíamos publicado un reportaje escrito a cuatro manos con el ayudante de De la Fuente, Pablo Amo, desgranando los mandamientos de esta nueva España. Además, del “liderazgo compartido”, el de Haro priorizaba una máxima: “Primero es la persona y luego el deportista”. Y concluía advirtiendo: “No entiendo la victoria sin sufrimiento. En la vida no hay nada fácil”. Una vez más, unas palabras que advertían lo que se venía en el partido ante Francia. Nacho, Navas y Olmo entraban en el once por las bajas de Carvajal, Le Normand y Pedri, y los técnicos exprimieron la pizarra en busca de ayudas y coberturas, de solidaridad y generosidad, dos rasgos característicos de este equipo.

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Lucía Feijoo Viera, Fermín de la Calle

Todo transcurría con normalidad, con la calma chicha que precede a la tempestad, hasta que el día previo a la semifinal amanecimos con una entrevista de Álvaro Morata en El Mundo en la que advertía “Es probable que deje la selección tras la Eurocopa; en España no hay respeto por nada ni por nadie”. Una declaración inoportuna, para muchos de sus compañeros, que generaron ruido en las horas previas el duelo ante los de Deschamps.

El encuentro se complicó antes de los diez minutos, cuando un centro de Mbappé fue cabeceado por Kolo Muani a la red. A remar contracorriente. Pero España, a diferencia del día de Georgia, no entró en pánico. Echó la pelota al pasto y retomó la partida de ajedrez. Y entonces ocurrió. La pelota llegó a Lamine, que enfilaba la banda cuando reconoció a Rabiot, cuyas palabras habían sido interpretadas como un desafío al azulgrana, que giró hacia adentro, le encaró y se lo sacó de encima en una baldosa. Acomodó el cuerpo y sacó una comba desde 25 metros a 102 kilómetros por hora, un latigazo que cogió rosca y cacheteó el palo antes de besar la red. El empate sacudió el temor español y disparó su adrenalina, hasta el punto de marcar otro gol por medio de Dani Olmo cuatro minutos más tarde. De ahí en adelante España dominó el choque, con y sin balón, cerrando su pase a la final con mucha superioridad ante la vigente subcampeona del mundo.

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Fermín de la Calle

Lamine cumplirá el sábado 17 años. Y lo hará en Berlín. Lo hará allí porque cuando llegó a Berlín el 15 de junio para jugar el primer partido, ante Croacia, le dijo a sus compañeros: “Quiero celebrar mi cumpleaños aquí”. No se lo pidió al vestuario, ni lo comentó como anécdota. Informó de lo que iba a pasar. Y él mismo se ha encargado de ello con un gol y tres asistencias. Un día antes cumplirá 22 su ‘bro’, el otro “potro salvaje”, Nico Williams, al que su amistad con Lamine ha llevado a ocupar las portadas de los medios catalanes durante todo el mes. Hasta el punto de provocar el enfado de un Athétic que acusa a la Federación de haberlo expuesto demasiado ante las preguntas de los medios. Esta es la historia de un círculo que se cuadra este domingo a las 21:00 horas en el Olímpico de Berlín. Atrás quedan 3430 kilómetros, muchos transbordos, un puñado de goles y unas cuantas preguntas, unas más incómodas que otras. 

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