La aventura del misterio

Confidencial: inquietantes experimentos genéticos con virus y el origen del SARS CoV-2

El origen del coronavirus sigue siendo todo un misterio salvo que surgió en la ciudad china de Wuhan a finales de diciembre de 2019 (oficialmente) y que, desde entonces, ha originado muchas víctimas mortales y mucho esfuerzo en tratar de tener una vacuna que evite males mayores a nuestra Humanidad.

26 ene 2022 / 04:59 h - Actualizado: 25 ene 2022 / 13:00 h.
"La aventura del misterio"
  • Confidencial: inquietantes experimentos genéticos con virus y el origen del SARS CoV-2

Las sospechas se orientaban a un fenómeno de zoogénesis por el que el coronavirus mutó pasando de un animal a una persona, el animal podría ser un pangolín o un murciélago, al menos es lo que se ha estado indicando durante todo este tiempo, también las civetas teniendo el foco en el mercado de Wuhan.

Todo esto no es nuevo pues ya en 2002, en Chima se originó el SARS, el síndrome respiratorio agudo, donde, igualmente, se señaló a las civetas como origen del mismo así como a los gustos gastronómicos chinos.

El SARS CoV-2 parece más complejo pues no se ha localizado la fuente original, el primer «huésped» de ese coronavirus y, mucho menos, el «paciente cero» -el primero que se infectó- pese a las declaraciones de China de haberlo encontrado. La maquinaria de propaganda china unida al hermetismo del país asiático hace que la confianza del resto del mundo en ellos sea más bien escasa.

Por todo ello se comenzó a estudiar otras posibilidades y, ¿curiosamente?, en Wuhan se localiza un laboratorio de cuarto nivel -tratamiento y manipulación de virus muy peligrosos- del gobierno chino, un laboratorio donde se manipula todo tipo de coronavirus de murciélago y donde China ha puesto todos los impedimentos del mundo para que se pueda investigar a fin de no haber divergencias de la causa que oficialmente argumentaron y la que pudiera ser real.

Experimentos con coronavirus

Las sospechas iban encaminadas a un virus modificado en el laboratorio tal y como el virólogo Ralph Baric, de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, colaborador del Instituto de Virología de Wuhan, abogaba por investigar la posible «fuga» de uno de los virus experimentales del centro. Precisamente en el WIV trabaja la doctora Shi Zhengli, experta en coronavirus de murciélagos.

Baric y Zhengli publicaron, en 2015, un estudio en el que explicaban como emplearon una técnica genética inversa que permitía dar vida a un virus a través del ADN y manipularlo a fin de generar un nuevo coronavirus, una variedad artificial conformada por la espina dorsal del virus del SARS que se unió la proteína espiga de otro coronavirus de murciélago similar, el SHC014 hallado en una cueva de Yunnan. Esta proteína es un gancho que permite acceder a las células y contagiarlas.

El virus artificial resultante es el denominado como WIV 1, familia del SARS COV-1 que causara la epidemia de 2002 con una tasa de letalidad del 10%, mató a 774 personas.

En un principio el virus se experimentó con ratones a los que se les modificó genéticamente con células humanas, el propio MIT, el Instituto de Tecnología de Massachusetts, denominó al mismo como «virus quimera» y también, según esas mismas fuentes, se experimentó con células humanas teniendo una «robusta reproducción», esto dejaba patente que la Naturaleza podía generar virus que contagiaban a las personas sin necesidad de tener un huésped intermedio, un anormal normalmente.

Este tipo de virus artificiales fue objeto de crítica y denuncia del biólogo molecular de la Universidad de Rutgers Richard Ebright que dijo: «El único impacto es la creación, en un laboratorio, de un nuevo riesgo no natural».

Igualmente el doctor Simon Wain-Hobson del prestigioso Instituto Pasteur de París (Francia) que dijo que este tipo de virus artificial crece «especialmente bien en las células humanas y se escapa, nadie puede predecir su trayectoria», el problema estaba ya creado.

Una de las excusas dadas fue la de crear este tipo de virus a fin de crear vacunas más eficaces, aunque parece muy nocivo dar vida a un virus letal jamás dado para encontrar una solución en lo que parece más un tipo de experiencia buscando un arma bacteriológica.

Baja seguridad

Pese a todo la doctora Zhengli continuó con tales prácticas incluso con financiación de Estados Unidos, de la organización EcoHealth Alliance, a fin de estudiar el peligro de de contagio en humanos de los coronavirus de murciélago, para el WIV (Wuhan) se destinaron 750.000 dólares pues el presidente del grupo EcoHealth Alliance, Peter Daszak, trabajaba con ella y servía de almacenamiento para coronavirus de murciélago.

Pero ahora se ha conocido que la doctora Zhengli y Peter Daszak crearon ocho clones del WIV1 con nuevas espigas de coronavirus de murciélago de diferente procedencia, creando nuevos patógenos. Baric experimentaba en un laboratorio BSL-3+ 8segundo en máximo nivel) mientras que Zhengli y Daszak lo hacían en uno catalogado como BSL-2 que es el penúltimo en seguridad a fin de abaratar costes en investigaciones. Ebright decía que tenía la misma seguridad que la consulta de un dentista aunque tanto Zengli como Daszak decía que era la seguridad apropiada y que los experimentos con el WIV1 no causaron ninguna enfermedad.

Un dato que debe llamar la atención: en Wuhan se guarda un virus que es un 96,4% similar al SARS CoV-2 causante de la pandemia. Para crear uno igual se necesitaría uno que fuera al 99% similar y nadie quita que en ese laboratorio o se hubiera logrado o se hubiera, accidentalmente, escapado y originado la mutación que ha provocado este desastre sanitario en nuestro mundo.

La información está servida y contrastada, la pregunta es: ¿Se tomarán medidas?