Era el 6 de febrero del año 1979 cuando el butanero «Tamames», de Cepsa, realizaba su navegación entre Alcúdia y Cartagena, a 15 millas al este de la isla de Formentera.
En esa noche, desde el butanero, se dividan unas luces de color rojo y amarillo, que además eran captadas en la pantalla del radar. EL barco puso proa en dirección al punto de las luces que se asemejaban a las señales de emergencia de otra embarcación, que fue lo que «despisto» al puente de mando.
Aquellas luces, a medida que se acercaban tomaron un cariz que indicaban que no era otra embarcación, sino que parecían luces sobre el cielo, en ese momento, cuando se encontraban cerca, las luces desaparecieron no sin «blanquear» la pantalla como si fuera una baliza. El encuentro duró tres largas horas.
El día siguiente de navegación fue igualmente intenso pues se captaron más ecos, difuminados, frente a la proa, como si les acechara, en la misma dirección de navegación para desaparecer y aparecer a la popa del barco y desaparecer de nuevo.
Se llegaron a contabilizar hasta una decena de luces que no se sabía de donde surgieron. Todo el incidente fue recogido en el libro de bitácora que serviría para el informe de la Subsecretaría de la Marina Mercante. Fue el almirante del sector naval de Baleares quién informa de este incidente al Estado Mayor de Inteligencia del Ejército del Aire.
En el informe se podía leer: «Sobre las nueve de la noche del pasado martes, cuando estábamos a unas quince millas de Formentera, aparecieron ante nosotros unas luces como de bengala que no permanecían estáticas. Unas luces de un color amarillento a menos de ocho millas de nosotros» y «Durante hora y media los pantallazos del radar fueron enormes» decía el capitán José Luis González sobre las luces que aparecieron a las 21:27 h. de aquella «noche de nadie» que hoy sigue siendo uno de los «Expedientes X» españoles.