El restaurante encantado (II)

Las cámaras de vigilancia captaron extrañas esferas luminosas que se formaban y deambulaban entrando y saliendo de las habitaciones

13 dic 2015 / 01:00 h - Actualizado: 13 dic 2015 / 21:42 h.
"La aventura del misterio"
  • En el restaurante Viandas de la calle Arguijo hasta el piano tocaba solo. / Foto: El Correo
    En el restaurante Viandas de la calle Arguijo hasta el piano tocaba solo. / Foto: El Correo
  • El restaurante encantado (II)

El restaurante encantado de Sevilla, el restaurante Viandas era ya conocido no sólo en España sino en todo el mundo. De él hablaron en Estados Unidos o en Inglaterra, en las revistas más prestigiosas de fenómenos paranormales y Enigmas, la investigación realizada en su interior fue todo un modelo a seguir por aquellos que abandonaban sistemas tan subjetivos como la ouija y se aplicaban nuevas técnicas y Ciencia a la investigación paranormal.

Sombras errantes, objetos que se desplazaban solos o aparecían y desaparecían, pisadas y carreras de nadie y sin destino, alarmas con comportamiento anómalo, aparatos eléctricos que se ponían a funcionar sin que nadie los accionara y hasta un piano que tocaba solo.

Recuerdo como una noche se encontraba en el local un equipo de investigación preparando los dispositivos electrónicos, digitales e informáticos cuando, de pronto, saltaron hechos pedazos varios cristales sin ningún motivo aparente, un lavaplatos que no estaba enchufado comenzó a funcionar y a expulsar agua caliente, los cuadros cayeron de su ubicación en las paredes y la vitrina de cristal curvo y térmico estalló pese a la dureza que se le presuponía. La demostración fue sencillamente increíble.

Junto al investigador malagueño, y buen amigo, Luis Mariano Fernández, pude ser testigo del transitar errante de una sombra de nadie por un patio interior sin acceso, una sombra surgida de la nada que se atrevía a manifestarse ante nosotros como invitándonos a descubrir su secreto de otro tiempo.

Igualmente un dato curioso: junto a Iker Jiménez –hoy famoso por su programa Cuarto Milenio–, del que fui jefe de corresponsales durante cuatro años del programa radiofónico Milenio 3, investigué una parte del caso inexplorada, la que él me pidió hacer –en contra de mi voluntad– se una sesión de ouija en una de las habitaciones de la tercera planta –usada como almacén o vestuarios–. En aquella sesión participaron el propio Iker Jiménez, su esposa Carmen Porter, la productora del programa Katia Rocha, Mariano Revilla –jefe técnico– y quien esto les escribe. Nos dio una serie de datos inquietantes y no verificados, tres datos a destacar: una fecha que era la de 1860, dos niños muertos y un incendio. El dato correcto era 1861, dos niñas fallecidas y un incendio. ¿Casualidad? Quizás hoy esos viejos espectros se manifiesten allí, tal vez.

¿Qué puede estar provocando esta serie de fenómenos en el restaurante Viandas?

La pregunta no es sencilla de responder. El lugar está cargado de historia y está ubicado muy próximo a la Plaza de la Encarnación, lugar donde recientemente han sido localizados restos arqueológicos de las épocas tardo-romana y almohade de la ciudad, para más curiosidades decir que la calle Arguijo es perpendicular a la fachada de la que fuese última residencia (por su expulsión) en Sevilla de los religiosos de la compañía de Jesús e incluso recientemente en el mismo conjunto de la edificación se descubrió una cripta con ubicación a la calle Laraña, si bien el descubrimiento lo realizó D. Francisco Collantes de Terán en los años 50. En el año 1956 se reedificó el edificio y no se conservan los restos siendo cegados por el arquitecto Luis Gómez Estern quién creó una cripta de cemento para proteger los restos. Se cree que esta cripta es de sumo valor a tenor de las palabras del arqueólogo sevillano Javier Verdugo: «Se hace un acceso a unos restos arqueológicos, hay que respetarlo siempre. Desde ese momento pertenecen al Estado, por lo que es una barbaridad que se hayan taponado». La zona tiene un gran valor ya que hay pocos restos almohades en Sevilla y tal vez podía ser un inicio de que en el lugar hubiera más restos.

¿Víctima de su propia historia?

Pero el edificio también tiene una historia esotérica y ocultista encerrada en su interior. El local fue, en otras épocas, un bar denominado como Las Nuevas Columnas (1995), Mesón Sevilla Barbadillo (1988), Textil San Carlos y anteriormente Ferretería-Juguetería Víctor Rojo. Curiosamente durante el periodo de 1988 a 1995 el local estuvo dedicado también a la restauración y al alquiler de habitaciones adquiriendo cierta fama al saberse vox populi que se realizaban sesiones de ouija y otras prácticas espiritistas en sus habitaciones. Prácticas habituales que a decir de sus protagonistas: «en más de una ocasión nos llevábamos más de un sustillo».

En 1995 el local es traspasado y continúa su explotación, como restaurante y hospedaje, siendo durante este periodo de tiempo cuando se registra un hecho que es muy a destacar: una persona relacionada con los propietarios del establecimiento y muy vinculada al lugar se quita la vida siendo, dicho por los testigos, el espíritu del suicida –cuya identidad no estamos autorizados a desvelar– el que hoy convierte sus jornadas laborales en auténticas pesadillas.

¿Un pasado histórico, el espectro de alguna ouija, un ahorcado o una combinación de todas ellas? Cualquier explicación podría resultar factible a este impresionante caso.

Pero hay más. A veces en el caso más simple se puede esconder la semilla de lo que, en un futuro, podría ser todo un fenómeno conocido mundialmente. Lo que les narro tuvo lugar en un antiguo establecimiento sevillano llamado Las Nuevas Columnas, y que dejó perplejos a aquellos que fueron testigos de lo imposible.

Sucedió entre los años 1994 y 1995, sobre el mes de diciembre se realizaron una serie de fiestas en la segunda planta del local, un restaurante, así como varias fiestas de fin de año. Nada tendría de particular a no ser por las extrañas sensaciones que vivían los comensales y participantes de las mismas.

Les llegaban fragancias «raras» y, como relata nuestro testigo, «recuerdo el olor a incienso que algunas veces había en la escalera. Pero lo achacábamos a alguno de nosotros que, siendo cofrades, le hubiera dado por poner un poquito en algún quemador».

Igualmente se sentían acompañados, aunque esto no dejaba de ser una sensación subjetiva, lo extraño era que todos sentían lo mismo. Se quejaban a los camareros de gritos en la planta superior o de ruidos a lo que el personal le respondía que en la segunda planta vivía una persona en régimen de alquiler. La situación era, cuando menos, insólita pues sabían que era una excusa y que allí no vivía nadie, sin llegar comprender la razón de la misma.

En cierta ocasión subieron a la planta superior, «con recelo no fuera a ser cierto que vivía alguien». Al entrar comprobaron que allí no había nadie y que distaba mucho de haber albergado algún inquilino en décadas.

Nuestro testigo prosigue «un año se quedaron un grupo de cinco amigos recogiendo el local tras una fiesta. Limpiaban y lo dejaban todo según habían convenido con la dueña. Entonces vieron a un muchacho que le dijo que él vivía arriba y que lo había recogido todo. Era muy pálido y su presencia les impresionó». El grupo agradeció a aquel chico la ayuda y se fue a entregar las llaves a la propietaria en la cercana calle Regina.

Allí estuvieron hablando un rato con ella y le contaron lo sucedido «cuál fue la sorpresa de todos cuando la mujer nos dijo que arriba no había nadie viviendo». Y comenzaron a pensar que una persona tan escuálida y de su envergadura difícilmente podría haber movido aquellas pesadas y enormes mesas sin ayuda.

Con el tiempo, pasados unos años, allí se instaló un nuevo local dedicado a la restauración cuyos fenómenos serán de fama mundial: el restaurante Viandas, el restaurante de los fantasmas.

¿Apoteosis final?

El último capítulo no dejó de sorprendernos. Estando realizando pruebas en el lugar como parte de nuestra investigación paranormal, nos dejó perplejos el comprobar in situ todos los fenómenos indicados pese a nuestro demostrado escepticismo. Los cambios de temperatura eran notables dándonos bajadas de temperaturas de hasta 17ºC en las calurosas estancias de la última planta que son, en su mayoría, habitaciones independientes y deshabitadas cuya temperatura media es de unos 30ºC –en estas fechas de madrugada–, mientras que en las contiguas o anexas se podían apreciar estos bruscos descensos térmicos, en esta planta no existen aparatos de aire acondicionado o refrigeración que puedan influir a provocar dicho fenómeno de enfriamiento.

Pudimos ser testigos de cómo se caían los cuadros o de cómo la vitrina saltaba hecha añicos. De cómo las puertas aparecían abiertas o cerradas pese a los cerrojos sin que nadie lo hiciera. Sombras en las escaleras que inquietaron a todos los presentes –cuyo audio quedó fielmente reflejado en las cámaras de vídeo que se encontraban grabando– en una escalera y planta donde se comprobó que estaban totalmente desalojadas y siendo precintadas para tal efecto para garantizar su aislamiento, con material imprimible en las baldosas y con haz de continuidad láser, allí no podía haber nada sin que saltaran las alarmas y no saltaron pero las sombras parecían jugar con nosotros. Quizás, lo más impresionante fue el ver como las cámaras de vigilancia, tanto de infrarrojos como de grabación estándar, captaban extrañas esferas luminosas que se formaban y deambulaban por la estancia superior tímidamente, del tamaño de una pelota de tenis, entrando y saliendo de las habitaciones o encaminándose hacia las escaleras, sin que hasta el momento hayan podido ser explicadas satisfactoriamente desde un punto de vista técnico, científico o racional.

En Inglaterra suele ser normal encontrar guías de casas y lugares encantados, viejos castillos, casas , lugares de hospedaje, tabernas... Es algo normal con lo que se aprende a vivir sin miedo y siendo respetado como lugar de trabajo por curiosos e investigadores, quizás Viandas abra una primera lista de lugares con «encanto» donde pasar una agradable velada.

El local actualmente se llama El Perro Viejo y no sucede nada, el fantasma duerme en el olvido para, quizás, despertar en un futuro. Por el momento acérquese a este local de restauración en la calle Arguijo, en una bocacalle de Laraña y déjese llevar por los aromas y sabores eternos de su gastronomía mientras siente, tal vez, la presencia de su viejo espectro.