La aventura del misterio

Enigmas religiosos en Sevilla

Las bilocaciones; San Francisco de Asís, San Antonio de Padua, Santa Ludwina, San Francisco Javier, San Martín de Porres, San José de Cupertino, San Alfonso de Ligorio, San Juan Bosco, San Pío de Pietrelcina Sor María de Jesús de Ágreda y Sor Ursula Micaela Morata, todos tienes “algo” en común, ¿sabe qué? Se lo explicamos

09 oct 2022 / 04:00 h - Actualizado: 09 oct 2022 / 04:00 h.
"La aventura del misterio"
  • Enigmas religiosos en Sevilla

Todos ellos las sufrieron, todos fueron capaces de estar en dos lugares al mismo tiempo y que en ambos sitios se les viesen por numerosos testigos. Quizás, las bilocaciones más famosas en la actualidad son las de Sor María Jesús de Ágreda, a la cual se le atribuye la cristianización de Nuevo México y de la que el escritor Javier Sierra se ocupó presentándola al mundo en su novela La Dama Azul. Pero también el tiempo se ha comido algunos nombres no tan celebres pero que sin lugar fueron actores principales de hechos constatados y sin explicación.

Remontémonos al año 1596 cuan la Madre Sor Isabel de la Columna se hallaba en cama aquejada de un gran malestar que poco a poco acababa con su cuerpo. Sintiendo ella que llegaba la hora de entregar su alma a Dios, le pidió a su confesor poder recibir la Sagrada Comunión, pero este, el confesor, le negó aquel acto sagrado alegando que estaba tan enferma, que posiblemente arrojaría la Santa Forma al suelo.

Pasaron las horas y algunos días de aquella desagradable humillación y siendo el día de San Andrés, Sor Isabel de la Columna pidió a sus hermanas que se retirasen un poco y que guardasen silencio para poder escuchar la misa.

Las monjas extrañadas hicieron lo que se les pidió, pese a que en aquella oscura habitación no sonaban misas ni cosa que se le pareciese. Y tras la quietud y el sosiego la monja enferma empezó a musitar las oraciones propias de la misa e hizo el ademán de haber tomado la Santa Forma.

Pasados algunos minutos, levantó la mano he indicó a sus hermanas de convento que se acercasen a ella y preguntó con una sonrisa en el rostro tras dar un pequeño sorbo al agua; ¿Ha pasado la forma? En ese momento abrió la boca dejando ver un trozo de la misma.

Las monjas sorprendidas por aquel suceso extraordinario, esperaron a que llegasen los religiosos y estos explicaron que pese a haber contado todas las Formas antes de la comunión, al párroco le había faltado una, que no era otra que la que había tomado inexplicablemente Sor Isabel.

En otros textos, aseguran que muchos pudieron ver a físicamente a Sor Isabel de la Columna recibiendo la Santa Forma en misa a la misma hora que otros tantos testigos aseguraron que ella permaneció tumbada en su cama durante todo el día.


Estigmatizados

Llagas, señales, marcas... Todas ellas regidas por la iconografía cristiana tradicional sobre la visión de la crucifixión de Cristo. ¿Un origen sobrenatural o un don de Dios? De cualquier forma casi siempre coinciden en personas con una extrema devoción cristiana.

A lo largo de la historia han existido muchos casos de estigmatizaciones como los estigmas de San Francisco de Asís, o los de la Beata María de Oignies, pero... ¿quién conoce el caso de la estigmatizada Ana la Pobre? Pasemos a conocer la historia fascinante y mística de esta gran sierva de Dios.

Ana quedó huérfana muy joven y queda en manos de una matrona. En seguida dio síntomas de espiritualidad cristiana y estos síntomas fueron acompañados de largos y profundos éxtasis. A los catorce años murió su matrona y a su pesar a los dieciocho se casó. La convivencia con su marido no tardó en convertirse en un infierno, viéndose en poco tiempo en la calle, despojada de todo sustento para seguir viviendo con dignidad, y sin nada con que darle de comer a las dos hijas que había tenido con su repugnante marido.

Estando mendigando en la calle y con el hambre que solo conocen quienes la han pasado, cogió el último mendrugo de pan que le quedaba y dio gracias al señor por aquel mísero alimento y en ese momento un milagro hizo que aquel mendrugo de pan se convirtiera en grandes y sabrosas hogazas. Al comprobar el prodigio miró al cielo y se quedó un buen rato sufriendo un éxtasis como los que ya había sufrido cuando era niña. Tras el éxtasis les contó a sus hijas que el señor le había confiado algunos secretos y le había bendecido con el don de la curación.

Con el tiempo y ya habiendo fallecido su esposo, tomó el hábito de las Trinitarias descalzas y al año comenzó a sentir unos fuertes dolores en las manos, pies y en el costado izquierdo, siendo estos dolores más fuertes los viernes de cada semana.

También resultó prodigiosa la relación que mantuvo con los animales, con los cuales era capaz de comunicarse mentalmente y más de una vez sus conocidos fueron testigos de cómo algunos caballos se detenían frente a ella y se arrodillaban mientras ella los tocaba con los estigmas de sus manos.

Falleció muy anciana el 21 de julio de 1617. Cuentan algunos escritos como los que dejó Fray Alejandro de la Madre de Dios en la tercera Crónica sobre los Trinitarios Descalzos, que su cuerpo sin vida quedó flexible y con un color rosado y que las llagas de sus manos desaparecieron y que de allí don antes manaba sangre, ahora manaba un suave y agradable olor a rosas frescas. Su funeral fue multitudinario y las calles de Sevilla se llenaron de gente deseosa de poder tocar o por lo menos acercarse a la monja. Se le enterró en la Iglesia de los Padre Trinitarios Descalzos.

De ilustre linaje es nuestra próxima estigmatizada, Sor María de la Corona, puesto que en su apellido aparece el de Saavedra, tomado por su padre Fernán Arias de Saavedra, Señor del Viso.

Con apenas seis años entró interna en el Convento Madre de Dios de Sevilla, llegando con los años a ser la Priora del Convento. Pero no era una priora cualquiera. Verán ustedes, por lo visto a Sor María le gustaba sumergirse en agua casi helada cuando necesitaba de flagelo y así lo hizo un 25 de diciembre con un frío horrible. También y no se sabe bien si por gracia o desgracia divina, Dios la premió por sus grandes flagelos con el don de la profecía, y así ella misma se puso día y hora para su muerte. Y como la gracia de Dios le supo a poco y de nada le consoló profetizar su muerte o sumergirse en aguas heladas, le pidió a señor poder sentir en sus propias carnes el martirio de la crucifixión. Pues dicho y hecho, marchando una de estigmas.

El 13 de enero de 1564, la pobre y dolorida Sor María de la Corona falleció y como ella hubiese querido, sus llagas sangraron incluso después de muerta.


Profetas

No piensen ustedes, que la única profeta de esta tierra fue María de la Corona, sino que hubo profetas y profecías para dar y tomar y como es de recibo en estas Guías, os proponemos que conozcáis una muestra de ellas.

Pese a llamarse Francisco Xavier, este profeta era natural de Sevilla y su nombre completo fue el de Francisco Xavier González y nació en el año 1711. Fue religioso Mínimo, y eso no es que fuese poco religioso, sino que los Mínimos fueron llamados así en las primeras décadas Ermitaños de San Francisco de Asís, fue constituida por San Francisco de Paula en Italia en el siglo XV. Su nombre lo toma de su disposición a la humildad, considerándose los Mínimos a sí mismos como los «más pequeños de todos los religiosos».

Fray Francisco Xavier, fue una persona extremadamente humilde, llevándole una vez su humildad a esconder una Bula Papal de Pío VI, por la cual le nombraban Vicario General. También destacó como literato en teología, en cuya carrera de doctoró, también fue conocido por consultor en varias materias, una de ellas fue conocida al tratarse de sus divagaciones sobre los fenómenos de los terremotos, fenómenos aún en aquellos años de carácter diabólico. Pero Francisco Xavier, no estaría en esta Guía, sino tuviese un punto de misticismo exacerbado que le hiciese destacar de los demás. Y es que este fraile era del todo extravagante, primeramente su ropa interior llegó a durarle 30 años (pobre lavandera), sus mortificaciones eran tan exageradas que en más de una ocasión, sus mismo superiores tuvieron que pedirle moderación en las mismas. La Cruz que llevaba al pecho estaba hecha con pequeños pinchos afilados y su cinturón era una rama de zarza. Y para acabar con tanto sufrimiento, en sus zapatos colocaba antes de calzarlos, unos huesos de guinda, los cuales a cada paso le hacían más daño.

Tanta sumisión con el altísimo le sirvió para ser recompensado con dos grandes virtudes, la primera; penetración de espíritus y la segunda; el don de la profecía. De este último fueron notables sus aciertos en el tiempo, como algunas enfermedades graves, algún que otro accidente y como no, predijo también su propia muerte para el día 29 de febrero de 1784. Por cierto, acertó de lleno.

Algunos nombres también destacaron por sus dotes proféticas como Sor Jerónima del Espíritu Santo, nacida en Sevilla el 30 de septiembre de 1599, y una de las fundadoras del convento de Mercenarias Descalzas. Ésta, predijo la muerte del Rey Carlos II doce años antes de que sucediese coincidiendo el lugar y los hechos, y estando ella fallecida. También predijo la falta de sucesión del linaje de los Austrias.

Otra conocida por sus dotes proféticas, fue Leona Petronila, más conocida por el nombre de Catalina de San Josef, quien desde muy pequeña soportó una parálisis en sus extremidades y en el habla. Con una gran devoción y Fe, logró poco a poco redimirse de todos sus males, cambiándolos por la extraña facultad de la profecía. Lo primero que profetizó fue la muerte de su propio padre, don León de Palacios, la cual anunció cinco días antes de la muerte de su progenitor. Ya habiendo tomado los hábitos y con gran fama de pureza y castidad, que regulaba con un áspero cilicio, profetizó la muerte de un joven muy con buena salud y en solo cinco días enfermó y en un año murió exactamente como lo predijo Leona.

Falleció muy anciana con fama de Santa en el año de 1776 y fue enterrada en el Convento de Regina Angelorum.

Aunque sí es cierto, que la mayoría de los místicos que profetizaron algo lo hicieron con su propia muerte, cosa que no ha de ser muy difícil en algunas situaciones, ya sea por enfermedad o por edad. Otro caso más sorprendente es de Ana María del Santísimo, quien con 31 años predijo primero que sufriría siete enfermedades graves y después predijo su muerte con fecha y hora.