España, paraíso del los nazis huidos (2)
José Manuel García Bautista
Hablemos de espías nazis en España, quizás el primero debe ser Hans Lazar, que además tenía una particularidad chocante cuando menos: era judío. Lazar nació en Turquía debido a que su padre era traductor de la embajada, en Turquía se convirtió en uno de los propagandistas del Anschluss, o lo que es lo mismo: la anexión de Austria por parte de Alemania.
En los años posteriores se trasladó a nuestro país a trabajar como periodista durante la Guerra Civil, y de ahí a ser el jefe de prensa de la Embajada de Alemania en dicha capital. Fue un tipo discreto y a su vez muy influyente, tenía un gran poder de convicción y también generaba pasiones entre sus conciudadanos alemanes en Madrid.
En ese ambiente se movía Lazar, entre suntuosas fiestas que contrastaba con las carencias que el pueblo español vivía pasando duras penalidades, baste recordar las famosas “cartillas de racionamiento”. Hans Lazar estaba casado con la condesa rumana, la baronesa de Petrino. Tenía conexiones con las empresas de Sofindus y con el dinero que generaba comparaba la opinión de periodistas a los que compraba para que manipularán la visión de la Alemania nazi desde los periódicos. Era un acto puramente propagandista de Lazar a favor del régimen de Adolf Hitler.
Los servicios de espionaje británicos lo tenían bajo seguimiento, así el embajador es estos en la época, Samuel Hoare no dudaba de calificarlo como “personaje repulsivo”, pese ello Lazar ejercía un control sobre la Prensa que los países y el dinero Aliado lo podían; ¿por qué? Nunca se sabrá, pero aparte de dinero había otros negocios secretos entre Lazar y muchos de aquellos periodistas. Lazar era un individuo de gustos caros, era amante del Arte, tenía relaciones muy estrechas con el clero sobre el que influenciaba para introducir ideología nazi en sus feligreses, era algo así como: parroquias gratis –financiadas por las empresas nazis- a cambio de propaganda ideológica nazi muy sutilmente introducida en el subconsciente el parroquiano. En más de 250 hojas parroquiales consiguió su objetivo.
Conozcamos a otro de esos espías: Franz Liesau Zacharias, de profesión biólogo y residente en Madrid. Pero Liesau lejos de ser un médico, como también decía ser, no era más que un espía, un agente del Servicio de Contraespionaje involucrado en la compra de animales de Marruecos y de la Guinea española con objeto de experimentación, experimentación cuyos resultados llevaría luego a los campos de concentración en forma de una mortal enfermedad: la peste, la misma que asoló a Europa en el siglo XVI con las cifras de mortandad conocidas y equivalentes a millones de personas.
Al finalizar la guerra mundial fue inmediatamente arrestado por los Aliados. La viuda de Liesau, reconoció las actividades de su esposo. Al periodista José María Irujo le comentó en una entrevista en su domicilio en Madrid: “Me dijo que llevaba en España desde los años 20, que sufrió enormes presiones por parte de Alemania en aquella época para que regresara a Berlín y entrara a filas para luchar como un soldado más durante la Segunda Guerra Mundial, pero que él se negó. Que le ofrecieron entonces la posibilidad de que siguiera en España más trasladando animales, fundamentalmente monos, eso sí, de Marruecos a Alemania para este tipo de experimentos de los que les hablo y que finalmente aceptó para librarse de la guerra, con lo que se vio inmerso en esa patética colaboración con el gobierno de Hitler que más tarde recogerían los Aliados en sus escritos”.
Johannes Eichhorn era miembro de la Cámara de Comercio alemana en Madrid. Curiosamente Eichhorn tenía un serio conflicto interno: por razones de la guerra y de la situación española tenía que cumplir con los deseo del Tercer Reich pero él era antinazi. Él describía en sus notas privadas de la siguiente forma a las empleadas alemanas: “Extremadamente maquilladas y luciendo ostentosos modelos, perfumadas con fuertes olores de origen africano, las funcionarias de los servicios nazis, en la mayoría de los casos de bajo nivel profesional, que durante años obtuvieron cuantiosos sueldos por no hacer prácticamente nada, llenaban las tiendas de lujo de Madrid y Barcelona. Como monas vestidas de seda, exigían arrogantes los inevitables manjares. Un vergonzoso espectáculo para muchos españoles, que no comprendían nada”. Y es que en España se sobrevivía, día a día, a duras penas, con cartillas de racionamiento que sólo daban 100 gramos de carne por persona y semana.
Madrid era el epicentro del espionaje en España, solían estar en los locales de moda de la capital o en los mejores hoteles, Barcelona era su otro punto destacado en nuestra geografía nacional, era normal su presencia en hoteles como el Ritz o el Palace, en las cacerías de los aristócratas en las afueras de Toledo, de copas en el Chicote y bailando hasta altas horas de la madrugada en el Pasapoga.
Un lugar de reunión era el restaurante de Otto Horcher frente de El Retiro de Madrid, y también una perfecta tapadera, según la documentación que he consultado en el Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores, en el Palacio de Santa Cruz, el local fue financiado con dinero del Servicio Exterior de Espionaje. Allí se resolvían asuntos de importancia y las operaciones de los espías en Madrid, en el restaurante también recibían correspondencia y diseñaban las estrategias de sus acciones.
Johann Ther, era un productor de cine alemán que un se afincó en España, el mundo cinematográfico español rendía homenajes y admiración a este cineasta, pero realmente Ther tenía una misión de espionaje en suelo español. Vivía en un hotel en las proximidades del Congreso de los Diputados de Madrid. Pero tenía un lado oscuro y desconocido: era amigo íntimo de Himmler, del jefe de la policía nazi, y de Goebbels, ministro de Propaganda. Goebbels en 1937 escribió “El Führer y canciller del Reich ha dispuesto que la actriz española Imperio Argentina debe ser ganada para el cine alemán” y Ther se puso a ello. Quizás por qué Hitler sentía fascinación por la actriz...El objetivo se cumplió, aunque sólo fuera cinematográficamente hablando. Así Ther se convirtió en coproductor de muchas de las películas de la época, como: Carmen la de Triana, La Canción de Aixa, Suspiros de España, Mariquita Terremoto, El Barbero de Sevilla, una biografía sobre el músico Pablo Sarasate y un corto sobre la Legión Cóndor. Quizás cansado de ser el cineasta y ser continuamente mandado decidió alistarse y combatir en Francia con los nazis. El mundo perdía un espía...
Las mujeres también tuvieron su importancia en el espionaje en España, tenemos un claro ejemplo en Clara Stauffer, hija del director de la fábrica de cervezas Mahou en España, llegado en 1890 para crear este negocio. Clara era una joven muy activa y cuando conectó con la ideología nazi y con la “doctrina” de Hitler quedó absorta y fascinada. Simpatizaba con la Falange española, era amigo de Pilar Primo de Rivera, y ayudaba a los espías nazis en España, ayudaba a los soldados nazis huidos de la Francia liberada e incluso les facilitaba la huida del país. Los Aliados la denunciaron en diversas ocasiones pero jamás fue detenida por las fuertes relaciones con el gobierno que tenía, así muchas de sus acciones quedaron impunes.
El gobierno español fue muy criticado y hostigado por su parcialismo pese a la neutralidad manifestada, quizás sobre todo ello tenga una relación directa el convenio que en 1939 firmaron el general español Martínez Anido y Himmler, en aquel acuerdo se establecía que “cualquier alemán sospechoso de no apoyar a la causa nazi en nuestro país podía ser detenido y repatriado de inmediato sin ningún tipo de extradición ni de juicio preliminar”. Y de esta forma el jefe de la Gestapo en Madrid, Paul Winzer, investigaron a los integrantes de la colonia alemana en España. Winzer era visto como una especie de Torquemada nazi que era temido hasta por los propios nazis en nuestro país. A Winzer se debe la creación de la llamada “Red Ogro”, dirigida Albert Hoffmann que sería cónsul de Alemania en Málaga, a esta red se le encomendó secuestrar alemanes sospechosos de no apoyar a Hitler.
Pero el nazismo también captó en España a muchos otros espías que sin ser profesionales del espionaje realizaron esa labor para el Tercer Reich. Era ciudadanos simpatizantes de la ideología nazi o al servicio del dinero alemán, no pertenecían ni a las SS ni a la Gestapo pero de alguna forma se vieron involucrados en el espionaje nazi.
Eran empresarios con residencia en el País Vasco o Andalucía, teniendo como epicentro Bilbao o Sevilla. Llegaron de la Alemania de la crisis del Tratado de Versalles, de los años 20 y se establecieron aquí. Muchas de estas empresas se vieron involucradas en la red de Sofindus y otras mantuvieron su independencia vigilados por los nazis siempre que se prestaran a colaborar con los designios estipulados. Estos empresarios se hicieron cargo, por zonas, del abastecimiento de los barcos alemanes y de facilitar materias primas minerales, en muchos casos presionados por las estrictas leyes nazis amparadas por Franco.
George Henri Delfanne fue el terror de la Resistencia en Francia. Era un asesino que eliminó a más de 200 miembros de la Resistencia, a él se deben las torturas de la bañera, que llevaba a cabo en su despacho de París. Delfanne era un espía, espía de la Gestapo, además –como experto en Arte- participó en el contrabando de las obras expoliadas en toda Europa por los nazis. Cuando los nazis estaban a punto de ser derrotado en Francia y el país galo ser liberado huyó a San Juan de Luz y de ahí a San Sebastián.
Fue en su residencia en el País Vasco cuando tres policías franceses, uno de ellos de origen español, Antonio López, cuyos intentaron secuestrarlo en una misión casi de película que merece la pena ser narrada ya que cruzaron la frontera desarmados y con cloroformo y cuerdas trataron de capturarlo. Fue atado cerca del Puente de Santa Cristina, en el centro de la capital donostiarra, pero un guardia civil que pasaba por la zona con su novia los detuvo por lo extraño de lo que estaba sucediendo. Delfanne estuvo en arresto domiciliario y los policías galos fueron retenidos ocho meses en un calabozo del Gobierno Civil fueron juzgados y condenados en un consejo de guerra, fueron liberadores debido a las presiones francesas cuando finalizó la guerra. Delfanne no veía la situación clara en España y huyó a Alemania, allí fue detenido y trasladado a Francia, fue juzgado y condenado, su fin: la horca.
¿Qué sucedió con todos los espías que llegaron a España en la década de los 30 y los 40 cuando finalizó la IIª. Guerra Mundial? Según los archivos de Madrid, en el Palacio de Santa Cruz, se señalaron a más de 700 personas acusadas por los Aliados de espionaje o colaborar con el Tercer Reich.
Según estos archivos fueron entregadas unas 200 personas pero ninguna de relevancia o de primer nivel, todas eran de segundo y tercer nivel, es decir: con acciones menores en las acciones para el Servicio de Espionaje nazi. Personas no prioritarias puesto que los Liados buscaban a los pesos pesados del espionaje en España, pero muchos de ellos habían huido o habían recibido, o recibían, el apoyo de la Iglesia, de la policía española, del gobierno de Franco o del propio Francisco Franco que firmó diferentes salvoconductos como guardias personales de su servicio.
Cuando la detención era inevitable los espías eran alertados por la policía española, a la que previamente los Aliados tenían la obligación de notificarles las acciones que iba a realizar para recabar su apoyo y legitimidad. Es curioso por el, por aquel entonces, subsecretario de la presidencia, Carrero Blanco, recibía las presiones de Carmen Polo, esposa de Franco, Carlos Rein, que era ministro de Agricultura y falangista, en las que se apremiaba a la protección de estos nazis, y espías, en España.
En el mes de Octubre de 1947 el Servicio de Inteligencia Británico redactó una lista con los nombre de 104 presuntos agentes nazis en España. Todos ellos debían ser detenidos, en la lista estaban los principales agentes de Reich en nuestro país, personalidades de primera línea y los que llevaron el peso de las acciones de espionaje nazi en España, todos ellos tenían sobre si una orden de búsqueda y captura que jamás se llegarían a cumplir ante el proteccionismo español, todos prestaron sus servicios para las SS, la Gestapo, el SD (el Servicio de Seguridad) o el Abwehr.
José María Irujo, nos cuenta al respecto de la prioridad Aliada en la captura de esos agentes nazis: “El interés de los vencedores, de los Aliados, en que se capturara a estas personas era tan grande y tan importante que llegaron a ofrecer al gobierno español un ventajoso acuerdo para repartirse esas 350 empresas alemanas de capital nazi en España de las que les hablaba antes. Unas empresas que en aquella época estaban valoradas en más de 1.000 millones de pesetas (les mencionaba el Deutsche Bank, aseguradoras como Plus Ultra, toda la red de colegios alemanes en España, terrenos, mataderos, empresas mineras y navieras).
Un gran patrimonio que se embargó al terminar la guerra por la presión de los Aliados, que justificaban que aquel capital era nazi y que vivían obsesionados con que esa especie de Caballo de Troya, ese poderoso holding dentro de España, podía servir para constituir o crear en el futuro un nuevo Reich. Sin embargo, no sólo se embargó y confiscó dicho patrimonio, sino también todo el capital y todos los bienes de los alemanes afincados en nuestro país. Se les restringió el dinero que tenían para vivir incluso a familias que no tenían nada que ver con el régimen de Hitler y que pasaron auténticos apuros para salir adelante. Algunas de estas personas consiguieron salvar sus bienes porque recibieron la llamada o el chivatazo de las personas de la administración franquista de la época para que los pusieran a buen recaudo antes de que fueran embargados”.
Emilio de Navasqüés, subsecretario de Economía Exterior y Comercio, y posteriormente embajador en el Vaticano en Francia y en Argentina, fue el encargado del gobierno español de estudiar todos y cada uno de los casos reclamados por los Aliados en aquella lista. Navasqüés era metódico, disciplinado, cauto y muy directo en sus expresiones y afirmaciones. En sus escritos pone de manifiesto la protección del gobierno de Franco a los espías de Hitler, y a él se debe la división realizada por categorías de los espías nazis:
Primera categoría: 26 agentes profesionales. Recomendación de Emilio de Navasqüés: que fueran entregados para calmar la ira de los Aliados. Con el incentivo que los Aliados concedían a España materias primas como cereales –muy necesarios-. De esta guisa Franco fue menos permisivo con las presiones alemanas ya que trataba de apartarse de la estela de Hitler una vez perdida la guerra y este muerto en el búnker de la Cancillería de Berlín. Estos 26 agentes eran llamados “espías profesionales” y entre ellos cabe destacar la presencia de Burbach, el cónsul de Alemania en Bilbao.
Segunda categoría: 36 agentes no vinculados, es decir, 36 agentes sobre los que no había pruebas de sus actividades. Recomendación de Emilio de Navasqüés: algunas de ellas podían ser entregadas al existir indicios suficientes de sus actividades, que no pruebas de las mismas.
Tercera categoría: 39 agentes. Recomendación de Emilio de Navasqüés: no debían ser entregadas bajo ningún concepto por “interesar a la economía nacional o merecer, por parte de las autoridades españolas, una especial consideración”. Tal y como consta de puño y letra del mismo Emilio de Navasqüés. En este grupo estaba Bernhardt, el presidente de Sofindus. Martín Artajo, ministro de Asuntos Exteriores y testaferro de parte de aquellas empresas con presidentes de paja al servicio nazi para burlar la ley de 1939 de Franco. Emilio de Navasqüés los definía como: “Son de tres categorías: el hombre de paja de buena fe, que ha confesado su carácter; el hombre de paja contumaz, que lo niega, y el hombre de paja aprovechado”. Uno de ellos era Demetrio Carceller, ministro de Comercio, de forma secreta y sin permiso de Franco, permitió que se siguiera enviando wolframio a las tropas alemanas por Irún, desobedeciendo órdenes del gobierno español. Sin embargo el caos se apoderaba del “rodillo nazi” y ni tan siquiera supieron que hacer con aquellas toneladas de wolframio necesarias para los blindajes alemanes de sus carros de combate.
Ivo Obermueller, jefe de la Inteligencia Naval en Madrid, fue detenido y trasladado a los calabozos de la Puerta del Sol; allí se le hizo confesar el número de la cuenta corriente en el que el Servicio de Contrainteligencia Naval de los nazis tenía su dinero. Tras ello los Aliados vaciaron la cuenta corriente y la policía española –según su viuda-“le dio una cena de homenaje con traje de gala y le cantaron el Danubio Azul como despedida”. Los Aliados dos semanas después se personaron en su domicilio para detenerlo y juzgarlo, al llegar no encontraron a nadie, la policía española los había avisado y habían huido...
En España también hubo “confinamientos” dorados para los nazis, la Costa del Sol, Caldes de Malavella o Miranda de Ebro; allí muchos de ellos eran internados donde vivían en plena libertad y sin presiones, pese a que el gobierno español lo vendía de cara al exterior como una especie de “ghetto nazi en España”, estaba muy lejos de la realidad esa definición. Desde España se ayudó a muchos de ellos a pasar a África o a naciones amigas como Argentina, Brasil o Chile, con salvoconductos españoles o del Vaticano, que concedió un gran número de ellos a nazis huidos, muchos de ellos por crímenes de guerra, paradójico pero real, pese a la encíclica del Papa Pío XII contra el nazismo.
De todo ello es claro exponente el espía más famoso de la Alemania nazi en España, se llamaba Reinhard Spitzy, llegó a nuestro país en 1942. En su huida fue apoyado por la Iglesia. En 1943 huye de Madrid a Santillana del Mar, en Cantabria, allí está escondido en parroquias, dos de los tres años escondido los pasa en un monasterio cisterciense de Burgos, en San Pedro de Cardeña, disfrazado de sacerdote.
Allí se llamaba “padre Ricardo de Irlanda” siendo recluido con libertad en la torre de ese monasterio. Spitzy se disfraza nuevamente de sacerdote y llega a Bilbao, puerto que era vía de escape para los nazis, no era el único ya que desde Cádiz o Vigo también se realizaban acciones de huida pese a tener presencia Aliada, el “pero” es que estaba controlados por las autoridades portuarias y por la policía española, tan permisiva que no ponía reparos en ayudar a huir a estos nazis del Tercer Reich. En Bilbao subió a bordo de un barco de la Naviera Aznar con rumbo hacia Argentina.
Así pues este país, llamado España, era uno de los principales puntos de, primero, acciones de espionaje durante la IIª. Guerra Mundial amparados por el gobierno de España; y, segundo, tras la derrota en guerra constituirse como un bastión sólido de huida en busca de la libertad y librarse de la persecución Aliada, también con el amparo del régimen español. En casos extremos el gobierno español concedió la ciudadanía española a miembros huidos de la Alemania nazi o espías buscados por sus acciones de guerra.
Quizás uno de los casos más cercanos es el de León Degrelle y que con el beneplácito de Franco se le concedió un pasaporte español, y la nacionalidad, bajo el nombre falso de León José de Ramírez Reina. Muchos otros siguieron a León Degrelle como Otto Skorzeny, el ex coronel de las SS que liberó a Mussolini en el Gran Sasso, a Antton Galler, que se refugió en Denia y era considerado un criminal de guerra por la matanza de Santa Ana en Italia donde asesinaron a 400 personas, y a Gerhard Bremer, también miembros, ambos, de las SS.
La tumba de Anton Galler, la número 12, en el cementerio de Denia (Alicante) todavía recibe misteriosas visitas. Falleció en 1995 a los 80 años de edad. Su esposa Elfe falleció en 1998 y descansa a su lado.
La lista de espías nazis en España es amplia y representativa, 104 nombres, los más buscados... Ninguno fue detenido.
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