La aventura del misterio

España, paraíso del los nazis huidos (I)

¿Quiere conocer la historia de esos nazis en España? Todo comienza en los primeros años de la década de los 30...

24 sep 2021 / 04:00 h - Actualizado: 24 sep 2021 / 04:00 h.
"La aventura del misterio"
  • España, paraíso del los nazis huidos (I)

Fue en 1997 cuando dentro de un apartado muy especial, investigadores del diario “El País”, encontraban un completo dossier en el Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores. Aquel informe estaba sellado por el servicio secreto hispano y se adjuntaban los nombres de 104 nazis refugiados en España...

El dossier incluía previsiones, fechas de entrada, nuevas identidades... Todos ellos buscando el “Paraíso” español teniendo sus particulares “mecas” en la Costa del Sol, la Costa Blanca o Baleares.

A los nombres de los más conocidos como León Degrelle, Otto Skornezy y Otto Ernst Remer habría que unir los de muchos otros que viviendo amparados por el régimen de Franco sin mayores molestias que el vivir diario lejos de preocupaciones por juicios por crímenes de guerra...

Paradigma de todo ello sería León Degrelle, nazi de origen belga, idealista, muy próximo a Hitler, creador del Rexismo. Su avión se estrelló en San Sebastián, jamás llegó a ser general de las SS aunque Himmler lo nombró como tal, pero ya estaba depuesto cuando lo hizo. Franco le dio la nacionalidad española con el nombre de José León Ramírez Reina. En España vivió en Sevilla, en la localidad de Constantina, allí dirigió una constructora y excavaciones arqueológicas. Siguió con su actividad propaganda del sexismo y su ideología nazi. Más tarde se trasladó a vivir a Torremolinos y falleció en Málaga en 1994.

Otto Skornezy también se refugió en España y vivió entre Madrid y las Islas Baleares (Pollença) donde fallece en 1975. En España Skornezy desempeñó labores de ingeniero, pero también fue el ideólogo de la organización “Odessa”. Editó dos libros: “Vive peligrosamente” y “Luchamos y perdimos”, donde da muestras de su ideología nazi y pro-hitleriana. A él se debe participaciones en el rescate de Mussolini en el Gran Sasso o la “Operación Greif” en las Árdenas.

En 1994 llegó a España Otto Remer, jefe del servicio de escolta del Fuhrer y el valedor del fracaso del atentado contra el Führer capitaneado por Claus von Stauffenberg.

Otro caso es el del nazi Anton Galler que vivió en Denia (Alicante) y fue el principal responsable de la matanza de Santa Ana (Italia), en esta localidad italiana fue donde se exterminaron mujeres y niños..., sin piedad. Galler vivió en Denia hasta el día de su muerte en 1995 a la edad de 95 años.

En Alicante también se asentó Gerard Brehmer, oficial de las SS y miembro de la escolta de Hitler, en Alicante se dedicó a actividades urbanísticas, y cuanta le leyenda que narran sus más allegados que Brehmer celebraba en su hotel se festejaba con champán el aniversario del nacimiento del Fuhrer donde acudían varios de los miembros huidos de la Alemania nazi.

Wolfgang Jugler se asentó en Marbella a la que curiosamente debe miles de euros. “¡Es un monumento a Hitler, todo está empapelado con sus fotos, hay cuadros de él con enormes marcos de oro!”, así se expresaba un agente de seguros que tuvo que visitar el inmueble para formalizar un seguro. Jugler compró la vivienda a un judío... He ahí los ideales nazis...

Hans Juretschke, fue otro de los refugiados en España, era catedrático emérito y director del departamento alemán de la Universidad Complutense, se especializó en nuestra cultura y fue de reconocido hispanista con un pasado...

Es un largo repaso el que vamos a realizar, repaso a los nazis refugiados en España (sólo algunos de ellos) como Hauke Pattist. Llegó a España en 1951, veía huyendo de la justicia holandesa donde había sido condenado a cadena perpetua... Se instaló en Ribadesella (Asturias).

¿Quiere conocer la historia de esos nazis en España? Todo comienza en los primeros años de la década de los 30 y finaliza cuando la Alemania nazi cae derrotada en la IIª. Guerra Mundial, aunque los tiempos dorados del espionaje nazi en España iban a ser precisamente en el periodo durante el que se desarrolla la última Gran Guerra.

Con tal clima en Europa, en plena guerra, mientras franceses y británicos se batían con los bien pertrechados ejércitos alemanes en sus diferentes frentes de batalla, en España se mantenía la calma mientras se trataba de ahogar los últimos ecos de una guerra civil tan cruel como cainita. Sin embargo el gobierno del general Francisco Franco atendía a todas las peticiones que desde Berlín le llegaban y esa falsa neutralidad era conocida por los países contrarios al régimen e ideología de Hitler.

Y poco a poco, la entrada al Mediterráneo, España, fue tomada por los nazis, siendo una auténtico hervidero de espías de uno y otro bando, tratando de conocer los secretos más íntimos y reservados de las potencias enemigas. En España se daban cita espías nazis, pero también británicos, franceses, americanos y hasta japoneses por no hablar de los espías “freelance” que también vendían sus secretos al mejor postor...

Sin embargo había una diferencia clara y evidente entre los de un bando y los de otro: los nazis estaban protegidos por el gobierno español. Así España fue el campo de actuación de cientos de agentes de la Gestapo, de la Abwehr y de la SD, quienes libremente circulaban por España teniendo contactos en todos los estratos de la sociedad, desde los bajos fondos hasta la más alta aristocracia que simpatizaban o abrazaban la ideología fascista y nazi. Estos agentes tenían a su a diplomáticos, periodistas, empresarios, productores de cine, ejecutivos de empresas y agentes profesionales trabajaban en secreto por la causa de Hitler, evidentemente en nuestro país, aquel popular NO&DO no emitía los horrores del gobierno nazi, sus campos de exterminio y el genocidio.

No obstante en aquella España de la época había más de 30.000 personas que integraban la colonia alemana, pocos de ellos estaban afiliados al partido nazi antes de la década de los años 30, sin embargo con la subida al poder de Hitler muchos de ellos lo hicieron, unos por simpatía y otros por miedo a la represión. Así aquellos alemanes residentes en España que eran considerados como enemigos del régimen eran repatriados y llamados a filas, o enviados al temido frente ruso donde pocas probabilidades tenían de salir con vida...

El Partido Nazi abría sedes por todo el país y pocos eran lo que no pasaban a engrosar sus filas y jurar lealtad al “Fürher”, por obligación o por devoción... El saludo fascista se hacía común en la calle, en los centros escolares, en las empresas, el brazo en alto se iba haciendo con la señal de identidad del fanatismo que asolaba Europa.

El ciudadano español, al principio, veía con simpatía aquel desfile de alemanes estandarizados con una cruz gamada en el brazo, era como una población instruida para moverse al unísono en una perfecta coreografía. En España se vivía una situación similar con los miembros de la Falange, sin embargo los falangistas tenían perfectamente controlados a los miembros del partido nazi, pese a que estos se movían a sus anchas y sin ningún temor a las fuerzas españolas.

Más de 700.000 personas apoyaban las acciones de espionaje de los nazis en nuestro país, protegiéndolos, sirviéndoles de enlaces, facilitándoles información.... En unos casos por simpatía ideológica y en otros ya que los radicales nazis pagaban muy bien y en periodo de post-guerra cualquier fuente de ingreso era buena.

No era algo que se ocultara que el gobierno de España era pro-hitleriano, al menos esa imagen dejaba ver –diferente es lo que en los despachos se opinara de Hitler y de su ideología- y así se puso de manifiesto cuando participa la Legión Cóndor en el bombardeo de Gernika, o los muchos alemanes que apoyaron como infantería al bando falangista en la Guerra Civil.

España, paraíso del los nazis huidos (I)

Pero, con las manifiestas relaciones económicas existentes entre España y Alemania el gobierno de nuestro país también estaba muy sujeto, primero, a la deuda –importante- que tenía con Hitler y, segundo, a no ganarse un enemigo que asolaba con firmeza la vieja Europa.

Como he narrado en el anterior capítulo, donde describía las relaciones comerciales, y no tan comerciales, entre Alemania y España, el entrelazado era una auténtica tela de araña bien diseñada por su creador, por Johannes Bernhardt, con un entramado de 350 empresas que controlaban todos los sectores comerciales de España. Y hago especial hincapié en esto ya que es necesario que el lector advierta que España estaba económica y comercialmente dominada por los alemanes, por los nazis, y cualquier objeto de autonomía era poco menos que imposible sin ser consultado previamente con el gobierno de Berlín.

En cierta forma Johannes Bernardt había servido en enlace entre ambos gobiernos y debido a la ayuda nazi a Franco este había resulto a su favor la Guerra Civil española, Franco sentía una enorme gratitud hacia el empresario, y espía, alemán y esa gratitud quedaba de manifiesto con el trato a favor que recibía. Pero Bernardt había diseñado un proyecto de expansión y control por todo el país dominando los sectores industriales, desde Cataluña hasta Galicia, desde el País Vasco hasta Andalucía, España de norte a sur y de este a oeste, máxime cuando España era un país endeudado que cualquier apoyo económico exterior era bienvenido.


Y desde Tetuán, protectorado español, estableció ese control industrial de España, cerca de personajes tan importantes como el navarro Emilio Mola, el coronel burgalés Eduardo Sáenz de Buruaga y otros militares españoles que conspiraban contra la República y el poder establecido. A partir de ahí la historia es conocida por el lector: se organiza una reunión el 25 de Julio de 1936 entre Bernardt y Hitler. El empresario pide la ayuda logística nazi para el régimen de Franco, junto al empresario viajaban Adolf Langenheim, jefe local del Partido nazi en Marruecos, y el capitán español Francisco Arranz Monasterio: Bernardt consigue la entrevista con Hitler gracias a Friedhelm Burbach, primer representante de Hitler en España y Portugal, y luego cónsul en Bilbao, y es que embajadores y cuerpo diplomáticos iban a tener mucho peso en el gobierno nazi y fuera de sus fronteras, a ellos –si cabe- hay que apuntarles en muchos casos el control de las redes locales de espionaje, quédense con éste dato.

Friedhelm Burbach además era pieza clave en la red de espionaje nazi en Vizcaya y su relación con el “Fürher” facilita la intermediación alemana a favor de Franco. En aquella reunión Bernardt entrega una carta de Franco con el contenido ya conocido: diez aviones de transporte, seis cazabombarderos, veinte baterías antiaéreas, fusiles ametralladores y munición; con todo ello Franco aseguraba la victoria para el lado falangista contra los republicanos, que en opinión suya tan cerca estaban de la ideología comunista.

El trato no le iba a resultar gratuito al gobierno rebelde por qué a partir de ahí la sociedad Sofindus iba dominarlo el sistema empresarial español y Hitler aprovecharía esa base operativa empresarial e industrial para colocar a sus espías y tener controlado un enclave tan estratégico como el “puente” hacía África desde Europa y la entrada, o salida, del Mediterráneo. La explotación de las tierras españolas en busca de las materias primas necesarias por los alemanes, sobre todo el wolframio, fue extrema, en Asturias se le concedió a la familia Fierro la extracción del mineral, de las pocas empresas capitalizada por españoles.

Sin embargo este control de la economía española pasaba desapercibida, en muchos aspectos era hasta desconocida por los propios integrantes del gobierno español y en nuestro país tampoco preocupaba demasiado esta circunstancia, preocupaba más la llamada “desocupación laboral”, en llevar un sueldo a casa, el mantener a la familia...

En la España de post-guerra poco importaba de donde viniera el dinero si el dinero entraba en casa y alimentaba a la familia. Hitler sólo era sinónimo para el español medio de esvástica y de División Azul, poco más. Pero Franco sabedor de los tratos a los que había tenido que llegar con los nazis creó en 1939 una ley de salvaguarda de la economía nacional, por esa ley ninguna empresa extranjera podía tener más del 25% del capital en España; y Bernhardt –más listo- buscó testaferros españoles que figuraran como propietarios de muchas de estas empresas para intentar burlar la ley y conseguir hacer crecer su imperio económico en España. Así miembros ilustres de nuestra sociedad como José María Martínez Ortega, conde de Argillo, padre de Cristóbal Martínez Bordiú, el yerno de Franco, fue uno de los elegidos, entre otros muchos. Y pese a que los países Aliados protestaron el gobierno de Franco no movió ni un dedo al respecto.

En este singular tira y afloja que se vivía aún en España entre falangistas y republicanos queda el expolio del oro del Banco de España, toda la reserva nacional fue trasladada a Moscú por los republicanos, oro que se perdió codiciado por el nefasto Stalin, un dirigente de la misma calaña de Adolf Hitler, con tantas muertes a su espalda como el dictador nazi.

Así Franco cuando hubo entrado en Madrid se vio sin ese respaldo en oro y se vio obligado a comprar 67 toneladas del rubio y valioso metal a los bancos suizos y a Alemania, que lo obtenía del saqueo de Europa y de los bancos nacionales de Holanda, Bélgica, Dinamarca, Francia...España estaba financiando la guerra mundial en su medida pues generaba ingresos a los nazis..., con lo que ello implica.


Y aquí, en este punto es donde comienza el trabajo de los espías nazis en España, un país cuya neutralidad estaba seriamente cuestionada, primero por el régimen dictatorial que gobernaba, segundo por sus apoyos logísticos y de abastecimiento, tercero por los muchos salvoconductos que los ciudadanos alemanes de extraña actividad –espías- tenían y gozaban del propio gobierno español y cuatro por el control absoluto que tenían los alemanes de su economía.

Podríamos decir que España era un país títere de los alemanes cuyo gobierno decidía lo que se debía o no hacer y que Franco, en muchas ocasiones a regañadientes, ejecutaba; y digo esto por qué Hitler y Franco, de forma recíproca, no se soportaban, sin embargo la guerra, la Civil y la Mundial, y los muchos intereses en juego, hizo que se olvidaran el interés personal y primara el interés nacional.