La aventura del misterio

Historias inolvidables de Sevilla

Sevilla es una ciudad que tiene mil rincones por descubrir y mil hechos insólitos que desconocía, por ello quiero tomarle de la mano y que se atreva a pasear conmigo por cada uno de ellos para descubrir que, a veces, la realidad supera a la ficción.

22 sep 2019 / 07:35 h - Actualizado: 22 sep 2019 / 07:35 h.
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Calles Candilejo y La Cabeza del Rey don Pedro.

Volvemos de nuevo a la capital Hispalense, para visitar una de las calles con más leyenda de todo el casco antiguo de la ciudad. Nos introducimos en sus estrechas calles, que harán de parapeto contra los rayos del sol. Y entre patios y callejuelas nos encontramos con nuestra protagonista; la calle Candilejo. Fíjese en sus antiguas paredes, y cerca de una de sus esquinas, a la altura de las balconadas, descubrirá una estatua de medio cuerpo. Como ya se habrá dado cuenta, el que está allí representado es un caballero de la época medieval, pero dos detalles lo hacen especial; un manto real y una corona. En su mano derecha porta un cetro, mientras que la otra parece acariciar una espada. Se trata de la figura del burgalés rey, don Pedro I de Castilla.

Don Pedro, pasó gran parte de su vida entre las calles de esta ciudad. Cerca de esta calle “Candilejo” se halla la calle Cabeza del Rey Don Pedro. Seguramente para usted, los nombres de estas calles no les diga demasiado, pero... ¿Qué les parece, si les contamos la historia que se esconde bajos sus adoquines? Una historia que nos trasportará al siglo XIV y que seguramente cuando volvamos a pasear por estas dos calles, no las miraremos con los ojos profanos con las que los miramos por primera vez. Cuenta la leyenda protagonizada por el rey Don Pedro I, que deambulando de noche por las calles de la ciudad y bastante enfadado por un lío de faldas, se encontró de frente al hijo del Conde de Niebla, con el cual se batió en duelo, ya que éste era partidario del hermano bastardo del rey, para que ocupara el trono, muriendo el hijo del Conde en este lance. El ruido de las armas despertó la curiosidad de una anciana, vecina de la calle donde ocurría el combate. Al alumbrar la escena con un candil pudo ver al asesino, que llamaba la atención por ser blanco, rubio, ceceaba al hablar y les sonaban las rodillas al andar.

Estos rasgos eran conocidos en la ciudad, por lo que no dejaban dudas. La anciana, ante el estupor de lo visto se apresuró a cerrar la ventana, cayendo el candil a la calle, junto el cadáver, lo que motivó que las autoridades la llevaran a la presencia del rey, que en acción de justicia prometida a los Guzmanes, familiares del fallecido, les dejó claro que cortaría la cabeza al malhechor y la expondría públicamente. "Dinos a quién vistes en el duelo y no te ocurrirá nada "... Ante las preguntas hechas en el interrogatorio a la anciana, aunque era reacia a contar lo sucedido, por no aludir al Rey, terminó confesando lo que presenció, y cuando llegó la pregunta de que dijera su nombre contestó: "El Rey". El asunto se liquidó cortando la cabeza a una estatua del Rey, que fue expuesta públicamente tal como se prometió. La cabeza estuvo depositada en una hornacina que actualmente existe, en la denominada, desde entonces, calle de la Cabeza del Rey Don Pedro. Así mismo, la calle cercana donde se desarrollaron los hechos recibió el nombre de Candilejo, en recuerdo del candil que propició el encuentro de un testigo para la aclaración de los hechos.

El Reloj de la Calle Sierpes.

Quizás, si deciden pasear por las típicas calles sevillanas, su deambular les lleve hasta la calle Sierpes para comprar algún recuerdo o regalo, en los muchos comercios que allí se asientan. Pero entre toda esa vorágine comercial, de grandes marcas de ropa y pequeñas tiendas, donde venden el típico “toro andaluz”, encontrarán algo maravilloso, escondido en un pequeño rincón de esta calle. Me refiero al antiguo Reloj de la calle Sierpes. El vetusto reloj que hoy podemos ver es, ni más ni menos, que del año 1981, pero da la casualidad, que en el mismo emplazamiento, donde antiguamente estuvo situado el Jardín Botánico de Nicolás Monarde Alfaro (1493-1588) ya existía un reloj exactamente igual al actual. Como pueden ver, éste es un rincón con mucha magia.

Monumento a Bécquer

El lugar al que ahora les queremos llevar, es uno de eso rincones en los que los enamorados se sienten como en otros tiempos. Me refiero al Parque de María Luisa. Un lugar donde la belleza vegetal se mezcla inexorablemente con la calma y la paz. Un lugar en el que no nos cuesta imaginar, cerrando los ojos, qué es lo que debían de sentir en otros tiempos, aquellas parejas que jugaban con sus abanicos de banco a banco, mandando mensajes encriptados, mensajes de amor.

Les invitamos a entrar en este parque y atravesar sus ajardinados rincones, pero no se despiste mirando las altas copas de los árboles y síganme...les voy a presentar al mismísimo Bécquer y a tres bellas jóvenes mujeres.

Es una obra de Lorenzo Coullaut-Valera, con la colaboración del arquitecto Juan Talavera Heredia y del escultor Federico Bechini realizada en 1911, con un gran árbol como centro de la escena, “un taxodio”, y junto a él, un busto de Gustavo Adolfo Bécquer que posiblemente les recuerde al Bécquer que aparecía en los antiguos billetes de 100 pesetas, pintado por su hermano Valeriano. Junto al poeta, un enorme cupido hace de las suyas en los corazones de tres damas, esculpidas en mármol. Estas tres enamoradas muchachas sentadas al pie de este hermoso árbol, esconden una simbología; el amor perdido, la joven triste que mira hacia abajo, con las flores marchitas en la falda; el amor pleno, la joven que mira al reino celeste y el amor soñado, con la joven con mantilla que se lleva sus manos al rostro.

Pero volvamos al cupido, si os fijáis bien, tiene un ala rota y un puñal en la espalda, simbolizando el desengaño o la agonía del amor.

Como curiosidad, os diré que el nombre completo de Bécquer es, Gustavo Adolfo Domínguez Batista. Nació y vivió en el barrio de San Lorenzo, de Sevilla, y más concretamente, en la calle Conde Ybarra, el vasco que inventó la Feria de Abril.

Fuente de la Glorieta de San Diego.

No nos podemos despedir del majestuoso Parque de María Luisa, sin visitar antes la Fuente de la Glorieta de San Diego. Una fuente que, incluso para muchos sevillanos, pasa desapercibida y que antaño fue la portada de la Exposición Iberoamericana de 1929. Está ubicada entre la Avenida de María Luisa y la de Isabel la Católica y fue construida por varios autores. La figura central representa a Hispania y las imágenes de los extremos son alegorías del patrimonio espiritual y material de Sevilla. Por lo tanto, la figura de la derecha que sostiene en su mano “La Inmaculada” representa, la riqueza espiritual y la de la izquierda, a una mujer agarrando el cuerno de la abundancia, símbolo de la riqueza material.

Imagino que usted se preguntará a qué San Diego se debe el nombre de la fuente, si al santo, a la ciudad americana o a qué. El nombre de San Diego se le dio, homenajeando al convento de Franciscanos Descalzos, desaparecido en 1883 que estaba justamente en el lugar donde se levantó el Casino de la Exposición, que queda a unos 50 metros desde donde nos encontramos ahora mismo.

Calle Hombre de Piedra.

Debe su nombre a un torso de estatua romana escondida en una hornacina, a la altura del suelo, situada entre las casas nº 10 y 12. Aunque todos tendamos a imaginar que es, simplemente, un vestigio romano por estas tierras andaluzas, la verdad es que es mucho más que eso. Forma parte de la leyenda milagrera de Sevilla, aunque en este caso, no se puede decir que el milagro fuese muy deseado. Se lo explicamos: Cuenta la leyenda, que en esta misma calle había una vieja taberna, en la cual se reunían gente de toda calaña y condición. Un día, pasando por allí la procesión del Santísimo Sacramento, todos los de la taberna se arrodillaron en señal de devoción hacia la comitiva. Todos menos uno. Cuentan que el valiente se llamaba Mateo “El Rubio”. Mateo era un delincuente habitual, de los más impíos del lugar, y de una forma chulesca, se negó a arrodillarse ante el Santísimo Sacramento, aludiendo que él no se arrodillaba ante nadie. Y cuentan que, de inmediato, se convirtió en estatua. La misma que ahora pasa desapercibida para los ojos del visitante y sin ninguna posibilidad de arrodillarse, ni ponerse en pies.

Seguramente a Mateo “El Rubio”, no le hubiesen convertido en estatua, si hubiera estado en nuestra siguiente parada...

Cruz de las Culebras y Lápida de Jesús Sacramentado.

Situada en la Plaza del Salvador, esquina a la calle Villegas, vemos una enorme cruz y una pequeña lápida, con procedencias y cometidos totalmente distintos. La pequeña lápida pertenece a la tradición de esta ciudad y aunque hoy en día casi nadie se para a leerla, en otros tiempos, nadie pasaba por ese lugar sin arrodillarse y es que, en dicha lápida, podemos leer una tenue inscripción, que viene a advertirnos que “El rey i toda persona que topare el Santísimo Sacramento se apee, aunque sea en el lodo so pena de 600 maravedíes según la loable costumbre desta ciudad, o que pierda la cabalgadura, y si fuere moro de catorce años arriba que hinque las rodillaso que pierda todo lo que llevare vestido...”. Como veis, era mejor arrodillarse. Esta lápida, la mandó colocar el Rey Juan I en 1714 y castigaba a todo aquel que no se arrodillase, al paso de Jesús Sacramentado.

Respecto a la cruz, su sobrenombre de Cruz de las Culebras, se debe al antiguo nombre que tuvo la calle. Pertenece, como tantas cruces que están diseminadas por esta ciudad, al antiguo Cementerio Parroquial del Salvador y ahora reposa en la fachada, de la que está considerada la segunda catedral de Sevilla, la Iglesia del Divino Salvador.

La Cruz de la Inquisición.

Se encuentra en la Plaza de San Francisco, justamente en una de las fachadas del Ayuntamiento. Sustituta de otra cruz de similar aspecto, que se encontraba en dicho lugar desde 1703. Esta cruz conmemora tristemente, el último Auto de Fe en Sevilla, que tuvo lugar en 1780 en el monasterio de San Francisco.

Callejón de la inquisición.

Continuando con la Inquisición y siguiendo por estos lugares escondidos, nos desplazamos ahora al Barrio de Triana (para muchos República Independiente), en plena calle Castilla, muy cerquita de la Parroquia de la O y de la ya famosa, antigua librería “Don Cecilio”. Nos introducimos en unos de esos sitios, cuya historia no nos impide imaginar lo que en este callejón sucedía, en tiempo inquisitorial. Un lugar que fue durante siglo y medio, el único testimonio visible, de la presencia del antiguo Tribunal Inquisitorial en Triana; el Castillo de San Jorge. Un castillo que fue levantado por los árabes en el siglo XII, para proteger la orilla derecha del río Guadalquivir, Allí estuvieron las terribles mazmorras del Santo Oficio, y allí imaginó Beethoven que transcurría la acción de su opera Fidelio. Como testigo mudo de lo que allí pasó, solo queda este callejón y unos sótanos difíciles de visitar.

La Torre de Plata

No muy lejos del Callejón de la Inquisición y pasando el puente de Triana, unida por un muro imaginario con la popular Torre del Oro, cuya descripción encontrarán en otras guías más heterodoxas que esta, se yergue ante nosotros una torre, no exenta de leyendas e historias que se esconden entre sus antiguas piedras. La Torre de la Plata se construyó en el siglo XIII y tiene forma octogonal. En ella encontramos un retablo, de gran devoción para los sevillanos, dedicado a la Virgen del Carmen. Así que no se extrañe ver a gente rezando, en plena calle, a los pies de la torre.

Los Caños de Carmona:

Aunque el nombre suene a grupo rociero, no es otra cosa que un acueducto. Un acueducto que traía el agua desde Alcalá de Guadaira, soportado por 401 arcos construidos con ladrillos, de los cuales actualmente solo quedan unos pocos para visitar y recordar las instalaciones de abastecimiento de agua a la ciudad. Para algunos lo construyeron los musulmanes, para otros los romanos y es que los Caños de Carmona son muy antiguos y testimonio de ello, es el que nos ofreció en 1495, el viajero alemán Jerónimo Münzer, quien en sus relatos de su viaje a España hace la siguiente referencia: "Hay en Sevilla mucha agua potable y un acueducto de trescientos noventa arcos, algunos duplicados por un cuerpo superior, para vencer el desnivel del terreno, va por este artificio gran cantidad de agua y presta muy buen servicio para el riego de jardines, limpieza de calles y viviendas, etc...".

Pero no es solo por esta maravilla arquitectónica por lo que les traigo a este lugar desconocido, sino, también para contarles que en este mismo sitio, se encierra uno de esos lugares de poder, que no albergan las guías normales. Me refiero a la misteriosa Virgen de las Madejas. Virgen que estaba situada en el mismo lugar donde hoy se encuentra un azulejo, peculiar recuerdo de esta Imagen, donado por la Hermandad de San Roque, La talla original fue labrada en el siglo XVIII por Cristóbal Ramos.

Son muchos los lugares mágicos que esconde esta ciudad, sería injusto no nombrar a todos aquellos a los que nuestra memoria y nuestro espacio no logra ahora señalar en este viaje por los lugares desconocidos y misteriosos de esta ciudad. Hay muchos otros donde perderse embriagado por todo lo que ofrece Sevilla, pero tal vez en otra ocasión les hablaremos y seduciremos con ellos..., esto solo ha sido una pequeña muestra.