La aventura del misterio

Investigaciones misteriosas en Sevilla

01 nov 2020 / 04:13 h - Actualizado: 30 oct 2020 / 09:14 h.
"La aventura del misterio"
  • Investigaciones misteriosas en Sevilla

En muchas ocasiones el misterio nos asalta donde menos nos podemos imaginar, de forma imprevista y casi sin pretenderlo por parte del investigador. Uno de esos casos es el que les quiero narrar y donde lo imposible se volvió a materializar sin saber cómo ni la razón.

Los fenómenos paranormales, o presuntamente paranormales, son atemporales, no podemos pedir una pauta ni un horario para su manifestación, de ahí lo complejo de reproducir o de estudiar salvo con constancia y esperando a que éste se manifieste.

Junto con el investigador Miguel Ángel Paredes nos encaminamos a uno de los barrios con más solera de la capital hispalense, se trata de la Alameda de Hércules, con toda su Historia y frenética actividad. Allí es donde nos dieron a conocer una serie de fenómenos paranormales, en 2009, en la conocida como “Casa de las Sirenas”. Precisamente a este lugar nos dirigíamos, para una exposición, cuando en el camino nos detuvo una persona, Roberto F.R. El frío azotaba aquel basto espacio y más frío nos iba a dejar este amigo con lo que nos iba a narrar.

Roberto vive en un punto determinado de la Alameda –que no estamos en disposición ni autorizados a desvelar- y en su domicilio, nos narraba, ocurren una serie de sucesos que van más allá de lo racional y que él no se había atrevido a hablar con nadie “ya que me tomarían por un loco”.

Este testigo nos decía que estando en el piso junto a su novia, una noche, dormidos, fueron despertados por lo que parecían pisadas en el pasillo: “pensé que podían tratarse de pisadas en el piso superior pero me extrañó. La vecina de arriba muchas veces camina a altas horas de la noche y arrastra muebles debido a que padece una enfermedad psíquica”. En aquella ocasión no atiende más a aquel ruido y sigue en la cama retomando en reparador sueño.

Pero la vecina falleció dos semanas después de sentir aquellas pisadas y fue cuando los sonidos de “sentir caminar por el pasillo” se recrudecieron. Roberto se levantó de la cama y fue al salón buscando el origen de aquellas extrañas pisadas inexcusablemente en si piso. Fue entonces cuando “vi cómo una de las sillas de su casa se estaba moviendo sola, me entró el pánico y encendí corriendo la luz del salón, pero no había

absolutamente nadie y la silla seguía desplazándose poco a poco”.

Aterrorizado se fue al balcón y como puso, presa de los nervios, encendió un cigarro tratando de ordenar sus ideas y dar una explicación a lo que había visto. Tras tranquilizarse un poco volvió al salón y vio, de nuevo, como la silla se seguía moviendo.

Pensó en su novia sola en la habitación y acudió con celeridad a la misma, se acostó y se “tapó hasta las orejas”. En ese momento “escuché un suspiro muy profundo y sentí un escalofrío aterrador. Cuando me destapé un poco mi sorpresa fue mayor cuando junto a mi novia vi una silueta blanquecina y traslúcida que estaba inclinada y levitando delante de ella y que parecía como de la estatura de un niño”.

La reacción de Roberto fue la lógica en cualquier persona no habituada a este tipo de encuentro: “al verla no pude articular palabra de lo sorprendido que estaba -no fue ninguna parálisis del sueño lo que sufrió-. Me levanté en ese instante ese ente, o lo que fuera que estuviera allí, me miró y despareció”.

Las sorpresas ese día no quedaron ahí. De repente, en las cercanías del domicilio de su madre sentimos alguien que gritaba... El investigador Miguel Ángel Paredes lo narraba así: “estábamos cerca de la casa de la madre y me dirigí a saludarla ya que conocía a toda su familia y muy bien cuando, de repente, escuchamos un grito, ese grito procedía de la vivienda de la madre y era de su hermana. Cuando nos dirigimos corriendo a ver que es lo que ocurría vimos a la hermana temblando, sudando como si le hubieran tirado un cubo encima y llorando, sentada en los pies de la cama, diciéndonos “¡Pero no la veis!”. Le dije “¿A quién?” y su contestación fue “a esa mujer de pelo largo y vestida de negro”. Estaba muy asustada”. El investigador trató de calmar a la chica y le dijo: “¿Pero no ves que solamente estamos nosotros aquí y que no hay nadie más?” y la respuesta fue: “no está ahí de pie junto a vosotros”.

Esta experiencia se repitió en otras ocasiones más y confesó que habría practicado la ouija repetidas veces y desde entonces ocurrían “cosas muy raras”.

Fenómenos extraños, inexplicables, que tienen lugar en la zona de la Alameda de Hércules de Sevilla, un lugar emblemático donde las investigaciones están abiertas tratando de resolver, de forma racional, unos casos cuya explicación no parece de este mundo.

Los fantasmas de la calle del Aceituno de Sevilla

Hay casos que van más allá de la Historia y que ofrecen una visión muy particular de hechos que ocurrieron hace décadas, siglos, y que tienen mucho que ver con el misterio.

Para conocer uno de esos intrigantes casos nos debemos desplazar a las cercanía de la antigua parroquia de Santa Lucía, allá donde podemos encontrar una calle, estrecha, llamada como “Calle del Aceituno”. Este iba a ser el escenario de una enigmática historia que narra el cronista Álvarez-Benavides en su libro “Curiosidades sevillanas” nos saca de dudas reproduciendo la historia que procedemos a contar.y que tuvo lugar hacia la primera mitad del siglo XVIII.

En ésta zona, en la calle del Aceituno, se ubicaba una temida casa a la que todos llamaban "la casa encantada" y que, incluso, tenía su leyenda, una leyenda que nos habla del fantasma de una princesa que estaba condenada a morar por sus pasillos y ser presa de otros espíritus que intentaban que la joven renegase de su religión cristiana.

Se decía, por los vecinos, que cuando llegaba la hora bruja, las doce de la noche, se veía salir humo del tejado de la casa a la vez que se escuchaba un inquietante sonido, como si chocaran dos piezas de metal, al despuntar el alba el sonido cesaba para tranquilidad de todos.

Se pidió la ayuda a los alguaciles de Sevilla, a la Justicia, se designó dos partidas de vigilancia que se apostaron en ambos lados de la calle y a esperar que lo paranormal se manifestara. A las doce de la noche el humo comenzó a salir, el ruido a resonar a la vez que un murmullo de voces, los miembros de las partidas de vigilancia fueron a ver lo que sucedía, taparon sus faroles y en silencio se acercaron a esta terrorífica casa.

Al penetrar en la casa trataron de ubicar los sonidos y quien -o qué- podía estar provocándolo, al final del portal se podía ver una inquietante luz roja y los sonidos resonar más y más fuertes. Los hombres se ubicaron junto a la puerta sin saber que hacer, el jefe de las partidas dios la señal de que dieran un golpe en la puerta, el calor era insoportable y aquella estancia parecía el mismo infierno, salía mucho humo.

Al golpear la puerta esta se abrió y de su interior surgieron, entre el humo, las siluetas de unos seres, ¿fantasmas? No, eran falsos monederos con toda su maquinaria y el calor o el humo solo era parte del honor de fundición. Estaban cubiertos de hollín y entonces el jefe gritó:

¡Alto a la justicia de Felipe V!

A la vez que desenvainaban las espadas y apuntaban a aquellas personas. Los falsificadores se entregaron y fueron llevados desde San Julián a la Cárcel Real, el cabecilla dijo llamarse Juan de Aceituno, de la localidad sevillana de Écija, y con ello se desveló el misterio de la "casa encantada" así como de sus inexistentes fantasmas y espíritus malhechores.

De Juan de Aceituno la calle toma su nombre, tal vez como recuerdo de un incidente que atemorizó a toda Sevilla.