Crónicas dominicales

La nueva resurrección de Dios

Ya sabemos que Nietzsche anunció en el siglo XIX la muerte de Dios, lo habíamos matado nosotros mismos. En la convulsión mundial actual se consolida una corriente que desea resucitarlo, basándose incluso en argumentos científicos

01 oct 2023 / 18:06 h - Actualizado: 01 oct 2023 / 04:15 h.
"Crónicas dominicales"
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Sin que haya dejado de estar vigente la creencia en Dios por medio del don de la fe, hace ya tiempo que creo que la Iglesia busca nuevos cauces para convencer a unos ciudadanos que ya no se creen cualquier argumento. La ciencia hace estragos frente a la fe. Cuando teníamos la pandemia Covid-19 encima, ver al Papa, solo, en Navidad, en la enorme plaza de San Pedro, vacía, me causó impresión, era como si Dios hubiera muerto de verdad según aquel anuncio tremendo de Nietzsche en sus desiertas clases universitarias.

Era necesario acudir a otros razonamientos sobre la existencia de Dios. Y existen corrientes periodísticas y de pensamiento que en estos tiempos de globalización mercantil y de Inteligencia Artificial lo ven muy necesario. El diario católico Hispanidad habla a menudo de la descristianizaciación de Occidente y del mundo, del abandono de Dios, incluso del acercamiento occidental a otros postulados culturales y religiosos que atentan contra las raíces cristianas de Europa, aquellas que, por ejemplo, abrazó Carlomagno en el siglo IX cuando este emperador pensaba, en cierta medida, en clave europea.

Un buen amigo -de izquierdas pero con un fuerte sentimiento espiritual- me remitió hace poco una conferencia de más de hora y media donde dos médicos y profesores -neurólogo y cirujano- Antonio Yusta y Manuel Sanz, argumentaban bajo el significativo título ,¿Existe vida después de la muerte física? las razones de la existencia de un mundo que aparece tras la muerte en pacientes que han estado teóricamente muertos según los principios médicos. Es algo conocido pero que ambos profesionales colocaban sobre el tapete basándose en estudios derivados de sus propias experiencias como médicos que habían atendido a ese tipo de pacientes, El mensaje último que nos queda es la probable existencia de una dimensión distinta a las que conocemos.

Recientemente, El Confidencial Digital nos sirvió la noticia de la llegada próxima a España del libro más vendido en Francia sobre las pruebas de la existencia de Dios, con prólogo de un Premio Nobel de Física. Se trata de Dios. La ciencia. Las pruebas. El albor de una revolución, que reúne “la aportación de 260 grandes científicos y 62 premios Nobel”. El citado medio indicaba: “Editorial Funambulista publica el próximo 4 de octubre en España Dios. La ciencia. Las pruebas. El albor de una revolución”. el gran éxito editorial de Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies, con 250.000 ejemplares vendidos en Francia. El prólogo es de Robert W. Wilson, galardonado con el Premio Nobel de Física en 1978 que junto con Arno Penzias, fue el codescubridor, en 1964, de la radiación cósmica de fondo, eco del Big Bang”.

Los autores de la obra estiman que “el único objetivo de este libro es la búsqueda racional de la verdad sobre una cuestión concreta y única -la existencia o inexistencia de un Dios creador- que, a raíz de numerosos descubrimientos modernos, parece cada vez más accesible a la razón. Todo lo que explicamos desde el punto de vista científico ya lo sabían los especialistas, pero cada uno en su campo. Queríamos escribir un libro de síntesis para el gran público que demostrara que todo converge”. Buscan que “al final de esta lectura, cada cual pueda decidir clara y libremente lo que quiere creer”.

El quid de la cuestión es el siguiente: sostener que Dios existe es una teoría, como lo es afirmar que el Universo es puramente material, que la materia ha existido siempre y no hay, por tanto, Creador. Ambas teorías tienen implicaciones para el mundo real y siempre han existido, pero hasta hace poco no eran verificables, afirman los impulsores de la citada obra, quienes creen que la novedad es que ahora la ciencia puede discutirla.

En efecto, por más que la ciencia suele moverse, sobre todo, desde los postulados que se desprenden de la materia y la energía, al trabajar sobre el origen de todo puede afirmar -y afirman muchos de sus partidarios- que la materia ha existido siempre y que en sus teorías no hay lugar para Dios sin que ello signifique que rechacen de plano su existencia, simplemente que no entra en las bases a partir de las cuales desarrollan su trabajo.

Por tanto, la ciencia material nada tiene que decir sobre Dios como origen primero de todo. En realidad, no hay nada nuevo en toda esta dinámica que enlaza con el “motor primero” del que hablaba Aristóteles, un “algo” que daba sentido a todo lo que existe.

Si pensamos en el presente, no es extraño que la situación de absoluta confusión creada por un mundo globalizado, basado en una competitividad feroz que afecta desde al equilibrio psíquico de las personas hasta a la formación y fortaleza de la familia, genere esta nueva resurrección de Dios desde postulados también actuales, se trata en el fondo de la búsqueda que el ser humano lleva a cabo de sí mismo.

Nietzsche creía que había sido nuestra razón la que había matado a Dios. Cuando Nietzsche declara que Dios ha muerto quiere indicar que los humanos viven desorientados, que ya no sirve el horizonte último en el que siempre se ha vivido, que no existe una luz que nos pueda guiar de modo pleno. Esta experiencia de la finitud, del sentirse sin remedio desorientado es necesaria para empezar un nuevo modo de vida. La razón es básica e imprescindible en ciencia. De lo que tratan ahora los movimientos que persiguen resucitar a un Dios posmoderno, mortecino, es que también sea esa razón imprescindible para la creencia o que acompañe a la fe para desembocar en el creer. Empezar un nuevo modo de vida no exige la muerte de Dios -como pretendía Nietzsche- sino resucitar al Dios del siglo XXI, he ahí el punto de vista más actual del pensamiento que siempre ha creído en Dios.