Praderas de flores y alternativas al césped

Encontramos cada vez más empresas especializadas en mezclas de semillas ornamentales pero reconozco que a mí me gusta salpimentarlas

02 abr 2017 / 09:20 h - Actualizado: 02 abr 2017 / 09:20 h.
"En el jardín"
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«Siempre tendemos a imaginarnos que necesitamos centenares de metros cuadrados de césped, pero suele ocurrir que la única persona que pasea efectivamente sobre su totalidad es el desgraciado que debe cortarlo cada domingo».

Olivier Filippi.

Cada vez se hace más necesario buscar opciones nuevas para embellecer jardines. Las alternativas al césped para nosotros que vivimos en el clima mediterráneo no sólo se debería considerar por la mera razón de ahorrar agua si no también como una manera de acercarse a la naturaleza mágica y salvaje de desaliño asilvestrado y rústico que nos recuerda a un bello idilio.

Encontramos cada vez más empresas especializadas en mezclas de semillas ornamentales pero reconozco que a mí me gusta salpimentarlas. Una pradera de amapolas es muy bonita y las margaritas blancas de metro cincuenta ambos lados de un camino son un espectáculo, pero es más interesante cuando ese mismo lugar comienza el año con masas de bulbos en flor, para luego sucumbir a una explosión de flores en primavera y acabar el otoño con unas últimas pinceladas de color.

Las praderas prefieren crecer en suelos pobres. Los suelos ricos en materia orgánica suelen dar más problemas para producir más flores que es el objetivo final, pues si el suelo es rico, tienden a producir más hoja. Ahora bien, pobre no quiere decir no trabajado. Un poco de materia orgánica puede ser necesaria para conseguir una buena estructura del suelo, cuanto más trabajado –fresado en sus primeros 15cm–, mullido y bien rastrillado esté a la hora de sembrar mejor crecerá la pradera y menos sobresaltos dará. Conviene también pasar un rulo después para asegurase que las semillas estén en contacto con la tierra. Seguro que la casa de semillas te indicará su modus operandi.

Las praderas necesitan unos 300 mm de agua al año. Ahora bien es fundamental que lo reciban en las etapas apropiadas, por eso es importante durante los dos primeros meses tras la siembra mantener cierta humedad para ayudar a la germinación y al crecimiento de la masa foliar. En condiciones idóneas hay mezclas de semillas de anuales que pueden llegar a dar flores hasta el otoño. No todo va a ser penas después de la primavera.

Por lo general establecer una pradera de flores es barato y sencillo. Pero hay que experimentar, porque cada lugar es diferente y además las especies tienden a moverse buscando el mejor lugar –que no tiene que ser el que tú hayas elegido–, y luego es importante observar y rectificar. A eso hay que añadir que, dependiendo de la naturaleza de la pradera, esta pudiera no florecer completamente el primer año, si no a partir del segundo –bien porque las plantas biológicamente son así (bianuales por ejemplo) o porque son vivaces y necesitan un período de adaptación–. Ahora bien, la satisfacción de esperar puede ser enorme.

Alternativas al césped

Las praderas con plantas vivaces o cubresuelos son más útiles para sustituir el césped y tener una superficie útil que uno pueda pisotear. Puedes imaginarte que esto no hará que elimines del todo el riego por aspersión, pero sin duda conseguirás reducirlo drásticamente.

Algunas especies que resisten relativamente bien la sequía son la Phyla nodiflora (la bella alfombra o lippia), Achillea crithmifolia (un chata especie de milenrama con flores blancas) y el Cynodon dactylon Santa Ana (la grama fina).

En cambio otras especies necesitan un riego semanal: Zoysia tenuifolia (bastante parecido a lo que conocemos como césped aunque aguanta mal el frío y sólo se establece bien en zonas costeras), Frankenia laevis (brezo o tomillo del mar) y Thymus ciliatus (una especie de tomillo). Por lo general algunas de estas especies sólo aguantan un pisoteo moderado y si se pisan más a menudo puede que necesiten más agua, no tanto como un césped –por eso conviene tener un riego bien diseñado–.

Si la duda que te impide lanzarte con una de estas opciones es la costumbre de pisar una alfombra suave y amable de césped, me gustaría volver a la cita del principio que deja claro que no solemos ni mucho menos pisar todo el césped útil que tenemos y que, no sé tú, pero por lo general a lo largo de todo el verano uno siempre acaba pisando esa zona amarillenta, pajosa y pinchuda alternativamente junto con el barro viscoso. Estas especies, en cambio, te asombran con sus pequeñas flores y los aromas que desprenden al ser pisadas. Son un regalo para los sentidos del olfato y la vista más que para el tacto al que estamos acostumbrado. Al fin y al cabo lo que uno quiere es un jardín, ¿no?

Imaginemos pues una pradera de manzanilla (Chamaemelum nobile) una tapizante almohadillada de unos 20 cm de altura -–sí altita ella– pero que al ser pisada desprende su dulce fragancia. Un regalo, ¿no?

Praderas de flores Anuales

La pradera de flores es algo tan delicado dentro de la inmensidad de un paisaje, o del mismo horizonte, que no es posible no sentir nada cuando uno se encuentra de frente con una. Incluso enclaustrada en un cajón, o un pequeño espacio de no más de uno, dos o tres metros cuadrados, tiene una belleza sorprendente, pues es una explosión de color, texturas, formas y sobre todo de flores a raudales que te deja impactado.

En un espacio chiquito es muy fácil llevarlo a cabo, además de manejable. Haciendo una buena selección uno puede tener su propio huerto de flores. Suena ideal. Yo lo he hecho. Llega un momento que a lo mejor te desbordan las flores, otras veces te faltan y otras no te gustan tanto –al final esto es como cuando uno cocina, están los que no han hecho nada y se chupan los dedos y el cocinero incapaz de disfrutar de su manjar se sienta tieso sopesando los fallos–. Respecto a las flores lo peor que puede ocurrir es que se sequen porque te vas un fin de semana –riega antes de irte–, pero lo bonito de sembrar es que es sin duda la quinta esencia del jardinero ahorrador. Un mundo entero cabe en un sobre semillas.

Para comenzar este guiso, lo mejor es ir a comprar –sea online o al vivero– con una idea determinada. Pero dentro de mi organizada desorganización el año que mejor me fue en cuestión de flores, fue el año del batiburrillo total. Se me volaron las etiquetas de los semilleros y las que perduraron un poco más se acabaron mezclando o borrando con la lluvia. Todo un éxito. Empezaron a germinar y las planté rodeada de niñas. Es decir, más batiburrillo aún, no sabía ya ni lo que había puesto, ni si lo que crecía era sólo por arte de magia. Tal vez fueron coincidencias del destino y un toque de suerte mezclado con mi despreocupación pues aquello ya era el caos total. Pero lo cierto es que entre las niñas y yo salimos todos los días desde la primavera al verano a ver qué flor había salido a lo largo del día o a descabezar las muertas esperando con ilusión que dieran paso a todavía más flores. No nos equivocamos.

Desde entonces, no he conseguido nada igual por falta de tiempo y dedicación, con-firmando aquello de que en casa del herrero cuchillo de palo. Pero estoy segura de que lo conseguiré algún día. La ilusión nunca se pierde y, sería un sin sentido, porque ¿acaso no hablo de jardines?

Marta Puig de la Bellacasa es ingeniera agrónoma y paisajista. Diseña jardines y pro-yectos de paisajismo, colabora con estudios de arquitectura y escribe asiduamente en su Blog ‘Domingo en el Jardín’.