Cultura

22 veces 100%

El Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla acoge, hasta el 5 de marzo, una exposición con obras de Salomé del Campo, Victoria Gil y Pepa Rubio.

el 08 feb 2015 / 10:00 h.

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Imagen Imagen Pepa Rubio. Mesa de estudio Por Pablo Navarro Múltiplo de 100 es una revisión de 100%, un proyecto encargado por la Consejería de Cultura en 1993 con objeto de promocionar el trabajo de las artistas andaluzas en el marco del Día de la Mujer Trabajadora. De aquella iniciativa primigenia han salidos dos revisiones: Múltiplo de 100. Archivo feminismos post-identitarios, basado en la evolución del discurso feminista en las últimas décadas, y la muestra que alberga el Cicus, centrada en obras de tres artistas que participaron hace más de 20 años en aquella exposición. La primera planta del antiguo convento contiene una generosa selección de obras, así como material de documentación para las mismas, bocetos y pruebas. Se agradece poder complementar los resultados finales con los procesos de creación, siendo de esta forma posible ver la transformación del modelo original en obra y enlazar con el trabajo en el taller, o de campo, de las artistas. Salomé del Campo parte de un realismo casi atemporal. Mediante el uso de tonos terrosos nos evoca una dignificación del trabajo que recuerda a aquellas esculturas de Meunier. El tríptico Telón alberga una segunda lectura sobre la asunción de roles o el uso del recurso del trampantojo como elemento que construye la realidad dominante. Obras como Jugando a la guerra o Durmiente y escaparate generan un acertado contraste entre la calma representada y lo que supone contemplar el fondo de la cuestión desde su evocación social o histórica. Los elementos preparativos para el mural La Nave, en una clave casi escenográfica, se suceden a lo largo de un muro, dándonos idea de toda la complejidad de un proceso que sólo observamos finalizado a través de una pequeña fotografía pero que no nos cuesta imaginarnos dada la magnitud de su génesis. La serie Transeúntes ahonda en el trabajo en torno a la construcción de modelos, el uso de la perspectiva o la conjugación de colores con fondos planos para dotar de volumen lo representado. Las obras de Victoria Gil resultan más explícitas en su contenido, contrastando con la crítica velada de Del Campo. Suelo mariano combina el retoque fotográfico para buscar en el alma de la escultura religiosa y encontrarla desnuda en un paisaje de ruina, ¿una premonición? En la serie Cartas de amor de la monja portuguesa, Gil representa en un lenguaje naíf el Kama Sutra imaginario de estas misivas y lo pone en relación con una serie de aguadas sobre Las moradas de Santa Teresa de Jesús, en las que juega a la descontextualización al dibujar explícitamente los versos. Estas transfiguraciones, que chocan frontalmente contra los estereotipos también, pasan al primer plano en obras como Houdina o Las piratas Mary Read y Anne Bonny. Algunas de las líneas desarrolladas por Gil dentro del colectivo Gratis, en torno a los conceptos de autoría y copia, continúan de actualidad y no podríamos dejarlas de poner en relación con la trayectoria de otra comunidad cultural de la ciudad como son Zemos’98. La variedad de técnicas utilizadas se pone al servicio de la intencionalidad, pues en Retratos saharauis recrea con gran realismo los rostros para crear memoria sobre las personas afectadas por este conflicto que parece no tener fin. Pepa Rubio se sitúa en unas coordenadas en torno al registro y lo conceptual, donde a través de la acumulación de objetos y su clasificación fabrica una obra en continuo crecimiento que guarda relación directa con los gabinetes de curiosidades renacentistas. Es al examinar su contenido cuando los lazos con los espacios de interior y exterior, los roles de género y la combinación con elementos como la intervención específica comienzan a aflorar. Rubio se convierte en arqueóloga para esbozar, en el papel o incluirlos físicamente en sus obras, los elementos que va encontrando en sus rutas cargadas de denuncia sobre la exclusión social o la inmigración. Anidar el bosque o Fui un árbol parten de espacios distintos pero tienen en común un alegato sobre la pérdida del hábitat movido por la continua antropización de la naturaleza. Rubio acumula, aglutina objetos que servirán como referencias para una obra íntima en continuo crecimiento, una criatura latente que asimila referencias y las transforma en visiones personales. Vacío o lleno juega con los términos, sembrando la duda al utilizar diferentes métodos para representar unos conceptos que se disuelven a medida que se ponen en relación con las piezas. La labor de revitalizar y empoderar labores asociadas tradicionalmente a la mujer queda de manifiesto a lo largo de toda la muestra. Centrarse en la obra de tres artistas que se mueven en capas creativas dispares supone todo un acierto para ver cómo han evolucionado las diferentes propuestas y cómo han envejecido algunas, poniendo de manifiesto que todavía queda bastante tela que cortar y que el camino que se planteaba en 1993 sigue vigente y expuesto a diferentes prismas artísticos.

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