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'Alicia en el mundo real': Gran terapia contra el cáncer

el 12 may 2010 / 18:24 h.

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Cualquiera que haya vivido de cerca un cáncer sabe de la lucha de la que Franc y Martín nos hablan en Alicia en un mundo real. Pero claro, hay muchas formas de luchar contra una enfermedad tan temida y, a la postre, el humor es uno de los factores que más peso tiene en la superación de las secuelas que dejan tras de sí las sesiones de quimio y radioterapia. 

“La idea surgió porque mucha gente me decía que por qué no contaba mi experiencia en clave de humor para que sirviera a otras muchas personas a superar el duro trance de la enfermedad. Y de entre las muchas formas que se me ocurrían, pensé que el cómic era la mejor por cuanto podía acercarse a todo tipo de público”. Así habla Isabel Franc acerca de cómo germinó un trabajo que exuda, desde la primera a la última página, una frescura tan universal que consigue provocar la inmediata empatía del lector, da igual que éste haya pasado por un trance parecido o que su condición sexual nada tenga que ver con la homosexualidad que profesa su guionista. En este sentido, el triunfo de Alicia en un mundo real es doble, ya que por una parte sirve como acicate contra muchos de los miedos que rodean al temido cáncer, mientras que por el otro “es una llamada tremendamente abierta a la libertad sexual del individuo”.

Con franqueza y sin tapujos, Isabel Franc construye un relato que “forzosamente tenía que tender a mezclar realidad con algo de ficción, ya que para hacer amena la narración, no podía pararme en describir con detalles las dos operaciones  a las que tuve que someterme, o al tratamiento que vino después. ¿Quién querría leer eso?”. Esa mezcla, generada con un humor excelente que “ambas compartimos”, sirve para que las autoras consigan desarmar de prejuicios sexuales a los lectores que pudieran escandalizarse por alguno de los contenidos del libro. No hay aquí la intención de ofender, sino más bien de aleccionar acerca de esa pluralidad que sin duda enriquece nuestra existencia.

En el aspecto gráfico, Susanna Martín se descubre como una habilísima narradora a la que Franc concede “toda la libertad que quise...¡demasiada diría yo! Hubo ocasiones en las que le tuve que pedir que precisara más lo que había que dibujar, porque no sabía a qué se refería exactamante”. Con las alas que da el poder expresarse libremente, la arquitectura de las páginas de Martín no se arropa ante la comodidad de patrones establecidos, jugando la dibujante con todo tipo de recursos y composiciones, ya con viñetas cerradas, ya prescindiendo de ellas.

La sinergia que se crea entre el trabajo de ambas da como resultado un gran tebeo, uno de ésos que se pueden recomendar sin problemas tanto a lectores experimentados como a neófitos en el mundillo del noveno arte. Un cómic que, al igual que los excelentes Arrugas, María y Yo o Una posibilidad entre mil, acerca a la mano de cualquiera y de la forma más natural posible una realidad que normalmente nos sería ajena.

Ante la perspectiva que les queda por delante, llena de eventos “sociales” a los que acudir, las autoras, siempre con una respuesta locuaz en la recámara, afirman con mordaz tranquilidad que “nuestras agendas están repletas hasta septiembre, aunque en agosto nos tomaremos unas vacaciones porque nuestros gatos nos lo exigen”. Visto lo visto, lo único que resta por decir es: que las disfruten con salud.

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