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Arte y paisaje del Hotel Colón

El convento dominico de San Pablo dominó durante cientos de años la Sevilla que se abría tras la Puerta de Triana; de su compás, en el ensanche actual frente a la iglesia, sólo queda la capilla de la hermandad de Monserrat, que antes fue de la Virgen de la Antigua; y del cenobio, la sacristía junto al Hotel Colón.

el 15 sep 2009 / 21:21 h.

El convento dominico de San Pablo dominó durante cientos de años la Sevilla que se abría tras la Puerta de Triana; de su compás, en el ensanche actual frente a la iglesia, sólo queda la capilla de la hermandad de Monserrat, que antes fue de la Virgen de la Antigua; y del cenobio, la sacristía junto al Hotel Colón. El resto fue demolido para edificar, precisamente, ese edificio que ahora va a abrir de nuevo sus puertas convertido en un establecimiento de gran lujo en el que un avispado diseñador ha colocado como puertas de las habitaciones reproducciones de cuadros de nuestros pintores más insignes desde el Siglo de Oro a los años de Goya.

Un siglo después comenzaba en la arquitectura el uso de los metales y el diseño de la mano del austriaco Otto Wagner. Con él se instalaría el Modernismo donde, lo mismo que luego en la Bauhaus, hubo partidarios de conceder rango artístico a las artesanías que se integraban en las construcciones y descubrir elementos interiores hasta entonces ocultos. A partir de ahí se consagró una libertad arquitectónica de la que, quizás, el máximo exponente sea el Centro Pompidour cuyas escaleras, cañerías, tubos de ventilación o conducciones eléctricas fueron sacados al exterior intencionadamente.

Alguien ha debido dar permiso al hotel renovado para que esas cosas, ensambladas en metales relucientes, se albergaran en una terraza que ha crecido varios metros sobresaliendo por encima de los bellos tejados mudéjares y barrocos de la iglesia de aquel convento, hoy parroquia de la Magdalena; desde la calle Mateo Alemán, se tiene la impresión de estar en el Beaubourg parisino pero no nos confundamos: el arte se ha reservado allí para las puertas de las habitaciones; lo de la azotea no es más que una chapuza: el gran lujo de un hotel no puede pagarlo el paisaje urbano.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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