Ruina: pérdida grande de los bienes de fortuna. Así define el diccionario de la lengua española esta palabra que Francisco Jesús y Mercedes emplean para referirse a lo que han vivido desde que en 2008 les tocara en suerte un piso de VPO en el barrio de Pino Montano. Francisco Jesús y Mercedes llevan más de tres años solicitando a su entidad bancaria la dación en pago de su VPO de Pino Montano. / Foto: Jose Luis Montero Cuando aún apenas alcanzan la treintena ya tienen a las espaldas muchas batallas libradas durante más de siete años para tratar primero de no perder el que era su primer hogar y después, desesperados por la crisis y el paro, porque el banco cumpliera su promesa de quedarse la vivienda como dación en pago. Una historia, dicen, en la que se verá reflejada mucha gente. Todo, paradójicamente, comienza con una alegría. «En 2007 me llamaron para decirme que era adjudicatario de una VPO», dice Francisco Jesús. «En aquella época eso era como si te tocara la lotería. Los pisos y los alquileres estaban por las nubes y que te dieran una vivienda protegida era un chollo», apunta Mercedes. La pareja, que por entonces ya tenía al primero de sus tres hijos en el mundo, tuvo que afrontar el pago de casi 30.000 euros en concepto de entrega de llaves, gastos de notaría e IVA. «El resto pudo ir ahorrando, pero al ser reserva en 20 días había que conseguir el dinero». Así que pidieron un préstamo personal, «de esos que entonces daban con tanta facilidad. Aún recuerdo la cantidad de cartas que llegaban ofreciendo dinero», apunta Mercedes. Este fue el principio del final pues la pareja comenzó a acumular deudas. «Por aquel entonces, estábamos bien», recuerda ella, «ambos trabajábamos (ella es auxiliar administrativo y él auxiliar de seguridad). Entrarían en casa alrededor de los 2.000 euros», recuerda. Francisco Jesús, por el contrario, asegura que dudaba, «era mucho dinero». «Pero ella me repetía que era el momento, teníamos ilusión y ganas... ¡y la edad!» (Mercedes tenía 24 años y él 25). «¿Quién nos iba a decir que luego vendría esa crisis tan mala y nos quedaríamos en paro?», se preguntaba Francisco Jesús. Y es que tan solo cuatro meses después de tener el piso se quedaron ambos en paro. «Pasamos de 2.000 a menos de 1.000 gracias al paro de los dos. Ya no podíamos pagarlo todo y comer». Así que optaron por pagar un mes la hipoteca y otro los préstamos. «Así íbamos tirando pero se nos acumulaba mucha deuda». Entonces el banco nos propuso pasar «el préstamo personal a 10 años a hipotecario y a 25. Pero añadimos 10.000 euros más para pagar las deudas que teníamos, con lo que añadimos más carga». En definitiva, hicieron todo lo que estuvo en su mano por no desprenderse del piso. «Queríamos luchar por él y agotamos todas las opciones antes de tener que renunciar al piso. No queríamos irnos». Pero llegó el momento de hacerlo. Fue en enero de 2012. «Se me acaban todas las prestaciones», recuerda Francisco Jesús, «y Mercedes entre los embarazos con riesgo de aborto y demás, pudo solo trabajar de teleoperadora algunos meses sueltos». En ese momento entraban en el núcleo familiar 426 euros para cinco personas. Después de tantos años de lucha, cuando solicitaron la dación en pago de su hogar estaban «agotados». Mercedes psicológicamente «no podía más y como la entidad nos dijo que tardaba 15 o 20 días», ella cogió a los tres niños y se fue a casa de sus padres. «Caí mala con depresión», recuerda Mercedes. No solo fue por el piso, a nuestro hijo mediano le detectaron un trastorno en el desarrollo y yo me sentía culpable por no haberme dado cuenta. Estábamos tan volcados con el piso que...». Durante todo este tiempo, la pareja ha hecho tres peticiones distintas a la entidad bancaria. «Nosotros antes de no pagar avisamos al banco. Siempre hemos ido de frente con ellos». En la primera ocasión, les vino denegada porque era tan inicial la opción, tienen uno de los primeros expedientes, que no existía aún acuerdo entre las administraciones y los bancos. Si bien, aclaran: «en la Junta nunca nos han puesto problemas para que se hiciera la dación, todo lo contrario». En una segunda ocasión, su entidad les propone que vendan el piso, pero ellos consideran que es algo «imposible». «Actualmente los pisos han bajado mucho y además tendríamos que buscar a alguien que entrara en el perfil de un adjudicatario de una VPO». Ahora tienen encima de la mesa una tercera opción, que pasa por que el banco se quedaría con la casa siempre y cuando ellos acepten volver en régimen de alquiler social. «Estamos tan desesperados que hemos dicho que sí, pero si nos cuesta menos de 300 euros al mes, más no podemos asumir». Entre unas respuestas y otras han transcurrido más de tres años y la deuda de IBI, comunidad... ha seguido creciendo. «Ahora mismo es imposible levantar todo esto». «El banco nunca nos ha cerrado la puerta pero tampoco nos ha dado nada por escrito», aseguran. «Por eso no hemos ido nunca a ninguna plataforma, creemos que tienen buena fe. Ahora solo esperan que por fin den el visto bueno y «poder salir de este limbo. Que esto se mueva para un lado o para otro, pero que se mueva ya».