Cultura

Avatar: La magia vuelve al cine

Aunque haya tardado doce años, James Cameron se muestra en plena forma con Avatar, una magistral y apasionada película.

el 19 dic 2009 / 11:26 h.

  • Si bien es cierto que con los años uno se hace más sabio (aunque eso para muchos sea un oxímoron) no lo es menos que esa sabiduría va cogida de la mano de otra cualidad no tan apreciada, el escepticismo. Es éste el responsable de que el niño que siempre debería vivir en nosotros deje de creer paulatinamente que unas bicicletas pueden volar por obra y gracia de un extraterrestre, que hay un poder en místico capaz de levantar una nave espacial o que un hombre puede surcar los cielos con una capa roja.

    Gracias al escepticismo, ese chaval que botaba en el asiento del cine y vibraba con las aventuras de Indiana Jones o James Bond termina guardado bajo muchas (muchísimas) capas de esa mal llamada madurez que hace que perdamos el contacto con nuestro yo más "pequeño".
    Ciento sesenta y dos minutos. Esos son los que James Cameron necesita para demoler todas las barreras que durante años hemos ido construyendo poco a poco, llegar a lo más hondo de nuestro ser hacer que por primera vez en muchísimo tiempo nos agarremos a la butaca, nos emocionemos, gritemos de alegría y hasta aplaudamos eufóricos al final de la proyección. Tal es la magia que el realizador de Titanic pone en juego en esas tres horas menos cuarto que se pasan en un suspiro y en las que resulta harto difícil tener que moverse incómodo en el asiento o verse forzado a mirar el reloj, una práctica que en los últimos tiempos había acompañado, por desgracia, a la gran mayoría de cintas que superaban los noventa minutos.

    Y no se me confundan, Avatar no es perfecta, ya que cuenta con un guión tan previsible como lo han sido todos los que James Cameron ha escrito hasta la fecha. Pero es en esta previsibilidad donde las producciones del realizador siempre han encontrado su fuerza: Cameron no pasará a la historia como un escritor excelso, pero sí como un director capaz de sacar todo el jugo a sus libretos y dejar al público extasiado. Y aquí lo hace de una manera tan espectacular que mantener la boca cerrada sin que la mandíbula se desencaje por el asombro continuo es un ejercicio fútil.

    Todo lo que se ha dicho acerca de la revolución que supone Avatar para el séptimo arte es cierto hasta la última coma: con unas tres dimensiones alucinantes, el fantástico realismo que Weta (los responsables de efectos visuales de El señor de los anillos) ha conseguido en cada plano de la cinta supera con mucho lo que hasta ahora hayamos podido ver en una sala de cine. Y si la cinta es una auténtica montaña rusa que no deja descanso al espectador, sus últimos veinte minutos son de auténtico infarto, con una de las más brillantes batallas que jamás se hayan visto plasmadas en celuloide.Sólo me resta recomendar encarecidamente su visionado en una sala preparada para las 3D y agradecerle a Cameron que haya devuelto la ilusión a alguien que creía haberla perdido hace ya bastante tiempo.

     

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