Cuando Sergio Ramos se dirigió al balón para lanzar el cuarto penalti un escalofrío recorrió la redacción. Semifinales de la Champions, Bayern de Munich, balón al Paseo de la Castellana el que envió el camero. Uff. “Tranquilos, compis, lo va a tirar a lo Panenka, como Pirlo”. Y allí que se fue Ramos, dio cuatro pasos atrás y cuando vio al portero vencido le picó el balón por el medio de la portería, como Panenka, como Pirlo, como Zidane.
Grande Sergio, impresionante la sangre fría que demostró y los riesgos que asumió con ese lanzamiento. ¿Se imaginan que lo hubiera fallado? Yo sí, pero como lo metió y de paso metió a España en la final –luego apuntilló Cesc– creo que Sergio dio ayer un paso de gigante para que el Balón de Oro se lo den este año a él, o a Iker, tanto monta, sobre todo si el domingo ganan a Alemania o Italia en la final y se adjudican la triple corona, jamás conseguida en la historia del fútbol.
Cristiano quiso ser la vedette de la tanda y se reservó el último lanzamiento, algo incomprensible porque luego puede pasar lo que pasó, que ni lo llegue a tirar. Eso en el equipo de benjamines de mi hijo ya lo saben.
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