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Bermejales: una década sin chabolas

Las familias abandonaron el asentamiento a cambio de 42.000 euros. Se marcharon a las Tres Mil, pese a que se les prohibió por contrato. La situación provocó hasta una crisis en el Gobierno municipal.

el 25 ago 2014 / 12:00 h.

Uno de los chabolistas desalojados de Los Bermejales muestra el sobre con los billetes de 500 euros. / Pepo Herrera Uno de los chabolistas desalojados de Los Bermejales muestra el sobre con los billetes de 500 euros. / Pepo Herrera El objetivo era erradicar un problema social en un barrio en pleno crecimiento, aunque al final se convirtió en un verdadero escándalo político, pues lo único que se hizo fue cerrar en falso el asunto y priorizar unos intereses urbanísticos. Hace una década, Los Bermejales era un barrio en expansión y en sus solares anexos existía un poblado chabolista que estorbaba a los planes constructivos de esta zona. Ahora se cumplen diez años de su desalojo que se hizo a golpe de billetes de 500 euros, pues a cada familia se le entregó un sobre con 42.000 euros para que se compraran una vivienda. Lo único que se consiguió fue trasladar el problema al Polígono Sur, que aún hoy sigue arrastrando las consecuencias de aquella solución chapucera, que mostró las vergüenzas de un Gobierno municipal encabezado entonces por el exalcalde socialista Alfredo Sánchez Monteseirín. El 28 de julio de 2004, las 43 familias que vivían en el asentamiento chabolista lo abandonaron a cambio de 42.000 euros que el Ayuntamiento les entregó para que se compraran una vivienda, con el compromiso de que ésta no estuviera ubicada en el Polígono Sur. Un contrato, firmado por muchos de ellos con una cruz porque eran analfabetos, y una bolsa con el dinero en billetes de 500 euros. Eso es lo único que hizo el Consistorio, que no se preocupó de tomar ningún tipo de medida social para integrar a estas familias. En otra palabras, lo único que se logró fue enquistar un problema y trasladarlo de un lugar a otro de la ciudad. En el solar en el que estaban las chabolas se levantaron pisos. / José Manuel Cabello En el solar en el que estaban las chabolas se levantaron pisos. / José Manuel Cabello Y ese otro lugar fue, pese a lo que indicaba el contrato, el Polígono Sur y, más concretamente, las Tres Mil Viviendas. La salida de los chabolistas hizo saltar las alarmas en los barrios más humildes de la ciudad que temían ser el destino elegido por los chabolistas. Madre de Dios, Torreblanca e incluso San Jerónimo mostraron esos días su rechazo a acoger a estas familias o, al menos, a todas ellas. Sin embargo, no tardó en saberse que la mayoría de ellas habían puesto rumbo a las Tres Mil, donde adquirieron pisos a muy bajo precio, aunque sin contrato alguno, de forma totalmente irregular. Si la polémica ya se había levantado con la decisión del Ayuntamiento de entregar el dinero en mano sin más plan de acción social –PP y PA– no tardaron en aliarse y en reclamar públicamente una investigación sobre lo ocurrido-, fue mayor aún cuando la Policía comenzó a confirmar que los chabolistas habían desembarcado en el Polígono Sur, algunos en viviendas de la zona y otros en furgonetas que habían aparcado por el barrio a la espera de poder encontrar una vivienda asequible. Los propios chabolistas aseguraban a los periodistas que con los 42.000 euros no podían encontrar un piso a a ese precio, salvo en las Tres Mil Viviendas. Una imagen del antiguo asentamiento./ El Correo Una imagen del antiguo asentamiento./ El Correo En esta zona de la ciudad acababa de ponerse en marcha el Plan Integral, con el recién estrenado Comisionado, creado tan sólo un año antes, con Jesús Maeztu, el actual Defensor del Pueblo, al frente. La noticia fue un jarro de agua fría para una zona en la que se estaba trabajando por su recuperación e integración y la llegada de estos chabolistas suponía un paso atrás en el trabajo ya realizado. El Ayuntamiento llegó entonces a anunciar que estas familias se alojarían de forma provisional en distintas sedes municipales como el centro cívico El Esqueleto o el Hogar Virgen de los Reyes mientras, además, se buscaba viviendas en las que realojarlos, y se anunció que los pisos ocupados ilegalmente se iban a precintar. Pero ninguno de estos parches pudo evitar un mes de agosto convulso en el Ayuntamiento con una crisis del Gobierno municipal, pues el PSOE no había informado a su socio, IU de como se llevaría a cabo el desalojo. Además, la oposición solicitó a Monteseirín que se abriera una comisión de investigación para aclarar lo ocurrido, ya que tanto PP como el PA apuntaban a «una posible malversación de fondos públicos». En un principio, el entonces alcalde se opuso a esta petición, aceptando sólo la convocatoria de un Pleno extraordinario, aunque, tras un inesperado cambio de opinión, finalmente aceptó. El 17 de agosto se fijó la primera jornada de esta comisión, en la que se celebró 31 comparecencias durante ocho días, aunque con la gran ausencia de Monteseirín. La llegada de chabolistas al Polígono Sur revolucionó el barrio, que se echó a la calle, ya que para ellos significaba un duro golpe a las políticas sociales que se estaban poniendo en práctica en la zona para sacarlas de la marginalidad. Una opinión que era respaldada por el propio Maetzu tras una operación de realojo, que también fue duramente criticada por el entonces Defensor del Pueblo, José Chamizo. Los ‘Caracoleños’ en las Tres Mil. El Correo Los ‘Caracoleños’ en las Tres Mil. El Correo Una bomba de relojería de la que todos avisaron. Y así fue. Pese a todo el revuelo formado hace diez años, los chabolistas continuaron en sus pisos de las Tres Mil Viviendas, en concreto en la calle Luis Ortíz. Y la bomba explotó cinco años después, en abril de 2009. Este grupo, conocido en el Polígono Sur como el clan de los Caracoleños, porque provenían de las caracolas de los Bermejales, se vio implicado en un tiroteo en el que murió un joven de 17 años, que nada tenía que ver con el enfrentamiento, sino que falleció al recibir el impacto en la cabeza de una bala perdida. Se demostraba lo que todos temían, el clan no se había integrado en el barrio y, como algunos colectivos habían denunciado, continuaban con sus actividades en sus pisos, siendo un ejemplo de chabolismo vertical. Las Tres Mil se convirtió entonces en un auténtico polvorín, hasta el punto de que los Caracoleños abandonaron el barrio por temor a las represalias del clan al que pertenecía el chico. Vuelta a empezar, pues de nuevo estas familias (unas 300 personas, de las que la mitad eran menores) estuvieron desterrados, vagando por varios descampados del entorno de Sevilla durante tres meses. De nuevo crisis política y un nuevo debate social, que dejaba claro que problema de las chabolas de Los Bermejales se había cerrado en falso. Durante semanas los niños, a los que se había logrado escolarizar, faltaron a clases por el miedo; y estuvieron viviendo en condiciones infrahumanas, sin agua y con el calor del verano acechando. Las administraciones entraron en un debate, en el que de nuevo parecía olvidarse la integración social. La Junta de Andalucía, propietaria de las viviendas en las que vivían los Caracoleños en las Tres Mil, comenzó a precintar los pisos para evitar destrozos y saqueos, pero también para que estas familias no volvieran al barrio. De hecho, se abrió un proceso para que aquellas familias que tuvieran los papeles en regla de su vivienda así lo acreditaran y poder volver a ellas. Sólo cinco de los 41 expedientes que resolvió la Administración andaluza se hizo de forma positiva, pues la mayoría adquirió los pisos bajo cuerda y mediante acuerdos verbales. Nadie quería que los Caracoleños volvieran a las Tres Mil, ni el propio Comisionado, y todo por temor a que el barrio se convirtiera en una batalla campal entre clanes. Había que evitar la violencia. La Policía tuvo que acudir en más de una ocasión ante varios intentos del clan de recuperar sus casas ante la falta de soluciones de un conflicto, en el que hasta el Arzobispo de Sevilla se ofreció a mediar. BERMEJALES-PORTADAPoco a poco la tensión se fue rebajando y los menores volvieron a los colegios, muchos de ellos con aulas prácticamente vacías tras su huida. Hasta que una paz tácita posibilitó que el clan volviera al barrio, con la oposición de los vecinos. El problema llegó a ser tal, que el asunto acabó en los juzgados, ya que la Consejería de Vivienda denunció la ocupación ilegal de los pisos. El Juzgado de Instrucción número 8 de Sevilla dio a muchas familias orden de desalojo, pero a día de hoy sigue siendo un problema enquistado, cerrado en falso de nuevo, y latente en las Tres Mil.  

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